OPINIÓN

La embarrada de las Farc

Se equivocan las Farc y sus aliados. No le sirve a la paz que nieguen semejante delito. Es demasiado evidente: hubo menores (millares) que fueron reclutados. Es, tal vez, el delito de lesa humanidad más aberrante. Y las Farc lo saben.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
25 de julio de 2020

La parlamentaria Sandra Ramírez, compañera por 24 años de Manuel Marulanda alias Tirofijo, hizo historia al ser elegida segunda vicepresidenta del Senado de Colombia. Es la primera vez que una exguerrillera es honrada de esa manera. Sesenta y seis senadores le dijeron que sí y hasta Álvaro Uribe Vélez, el enemigo número uno de los acuerdos de La Habana, le sacó un tuit elogiando su elección. “No estoy de acuerdo con los textos de La Habana pero saludo la elección de la Sen GriseldaLobo como 2a VicePte del Senado, discute con argumentos y es coherente a diferencia de quienes contrastan entre apariencia democrática y vocación Castro-Chavista.

Voté en blanco por disciplina”, concluyó Uribe.

Hubo mucho júbilo y congratulaciones entre la oposición. Roy Barreras, el senador del Partido de la U, casi llora. Era un hito para los defensores de la paz, un mensaje de reconciliación a los colombianos. Hubo otros, sin embargo, que no se unieron al aplauso de los pacifistas. Expresaron angustia y malestar. 

Uno de ellos fue el precandidato presidencial Rafael Nieto Loaiza. Nieto es el consentido de la ultraderecha uribista y en un tuit mostró su desacuerdo con Uribe.

“No hay razón para saludar esa elección, presidente –dijo Nieto a su jefe político–. Es resultado de un acuerdo rechazado en el plebiscito, de una curul regalada, en cabeza de mujer con manos manchadas de sangre, y Farc no se han arrepentido ni contado la verdad ni reparado víctimas. ¡Y tienen miles de ‘disidencias’!”.

En un solo párrafo, Nieto resumió la posición de su partido: el plebiscito lo ganaron ellos y por eso no tiene validez lo que siguió después. Las curules de las Farc fueron un obsequio que no merecen tener. La designada –Sandra Ramírez– tiene las manos manchadas de sangre y no es fiel representante de lo que es ser congresista. Las Farc no han pedido perdón –una afirmación que no es cierta–. Hay muchos hechos que las Farc han reconocido de su autoría. La existencia entrecomillada de “disidencias” es una manera de decir que las Farc siguen accionando como guerrilleros. Niegan increíblemente el desarme de miles de ellos. Es insistir en el cuento de que la paz sigue lejana.

La senadora Paloma Valencia lo declaró en otro tuit, al reaccionar a la frase de la nueva segunda vicepresidenta del Senado de que volvería a ser guerrillera. “Esta es la prueba de que no hay garantías de no repetición –trinó Paloma Valencia–: las Farc que están en la legalidad, siguen considerando que estuvo bien haber asesinado 220 mil personas, 25 mil desaparecidos, 5,7 millones de desplazados, 1982 masacres, más de 6 mil reclutamiento forzados”. Valencia mezcla peras con manzanas y lo hace adrede, pero ojo: las cifras que enumera son el total del conflicto, donde están las víctimas de todos los actores. Es grave para una congresista ser ligera con los datos. No es la manera de argumentar. 

Tampoco ayudan los tuits que atacan al expresidente Uribe y que lo acusan de traición de patria o anuncian que las “Farc están a punto de tener el poder”. 

Sin embargo, lo cierto es que los del Centro Democrático esta vez tienen la razón: no hay que otorgar impunidad a las Farc. El acuerdo de La Habana exige una reconocida culpabilidad del pasado de la guerrilla. Es la base de la reconciliación. Por eso hubo tanta preocupación con las declaraciones de la senadora Sandra Ramírez y del jefe máximo de las Farc, Rodrigo Londoño. En entrevistas a la radio, Ramírez dijo que el reclutamiento forzado de niños “era una mentira” y que “la guerrilla se convirtió en los campos, en alternativa de vida para los jóvenes, en una salida”. Y agregó: “Yo duré 35 años allá. Yo no voy a decir que no se hayan presentado casos, pero muy drásticamente sancionados”. 

Se equivocan las Farc y sus aliados. No le sirve a la paz que nieguen semejante delito. Es demasiado evidente: hubo  menores (millares) que fueron reclutados. Es, tal vez, el delito de lesa humanidad más aberrante. Y las Farc lo saben. Buscaron esconderlo por años, pero afortunadamente no fue posible. 

Hoy, negarlo es un absurdo. Nadie le cree a las Farc. La mentira es contraproducente. Desde todo punto de vista es mejor aceptar la verdad –que reclutaron–. Hay muchas verdades que le deben las Farc a nuestra sociedad colombiana. Y es clave que las instituciones creadas para tal fin den resultados. 

El presidente Iván Duque lo dijo bien el martes durante un foro sobre justicia. Pidió a la Jurisdicción Especial para la Paz agilidad en los procesos. Aunque en el número se equivocó, no son cuatro años de existencia de la JEP, sino dos y medio, pero lo que hizo evidente el mandatario es que la JEP debe dar resultados.

Particularmente, el presidente preguntó por la colaboración de las Farc con el narcotráfico. Un punto de inflexión en el que debe haber total colaboración de las Farc para combatir el tráfico ilícito de drogas. Pero hoy es cero y eso es inaceptable en un campo donde podrían aportar mucho. Además, sería una prueba de buena voluntad el hecho de demostrar que ya no participan en el negocio. Y ese sería un paso hacia la legitimidad. Si las Farc quisieran ganarse la confianza de Colombia deberían hablar más con la verdad, deberían reponer y evitar lamentables discursos como el de la semana pasada.

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