Fernando Ruiz Gómez  Columna Semana

Opinión

La enfermedad X

La pandemia nos recordó la fragilidad que los seres humanos afrontamos cuando se quiebra nuestra cotidianidad.

22 de enero de 2024

En la versión 54 del Foro Económico Mundial, recientemente realizado en Davos, la Organización Mundial de la Salud realizó una sesión denominada ‘Preparándose para la enfermedad X’. Una enfermedad que podría propagarse con rapidez y que podría ser hasta 20 veces más letal que el covid-19. Es una pandemia hipotética, pero la organización rectora de la salud global quería alertarnos sobre el riesgo permanente, y quizá creciente, de nuevas pandemias potencialmente más severas.

No se escuchan mucho por los medios de comunicación, pero hoy en el globo estamos aún luchando con enfermedades emergentes y muy complejas como la fiebre hemorrágica Crimea-Congo; el virus del Ébola; el virus de Marburgo; la fiebre de Lassa; los coronavirus MERS y SARS; el virus Nipah y las enfermedades henipavirales. Pueden sonarnos entidades muy extrañas y lejanas, pero por allá, al final de 2019, casi nadie le apostaba a un virus que se había reportado en China: En tan solo un par de meses el escenario cambió y el resto es historia patria.

La peste antonina -conocida como la plaga de Galeno-, que hoy todavía no sabemos con certeza cuál fue el agente causal, terminó con el período más extenso de crecimiento y expansión del Imperio romano, la pax romana. La propia decadencia y eventual caída de Constantinopla estuvo muy determinada por una plaga originada en oriente, la peste justiniana, probablemente causada por el mismo germen –peste bubónica- que posteriormente causó la plaga en el Medioevo. Al final, cerca de 50 millones de personas murieron en Asia, África y Europa, en lo que se consideró la primera pandemia en la historia.

Habíamos olvidado que las pandemias tenían efectos terribles sobre la salud, pero que sus consecuencias también incluían las sociedades y las economías. Por eso es muy relevante que la OMS haga ese recordatorio en el más notorio Foro Económico Mundial. El mundo aún no se recupera completamente del covid-19 y, a lo mejor, nos cambió definitivamente nuestras dinámicas sociales y, tal vez, nuestra propia concepción de la vida.

Hoy contamos con antibióticos, tenemos medios de diagnóstico muy efectivos y una capacidad increíble de generar vacunas y tratamientos –en plazos muy cortos– ante la posibilidad de enfermedades emergentes. Sin embargo, las estimaciones de las organizaciones globales de salud plantean casi 20 millones de muertes por causa del covid-19.

Esta ha sido la primera pandemia en una sociedad tecnológica y globalizada. Destrozó las cadenas globales de suministros; generó nuevas formas de relacionarnos, de estudiar y trabajar; de hacer negocios. Nos rompió muchas barreras que nos hubiese tomado décadas en lograr avances. Y nos recordó -como desde la peste antonina- que los centros urbanos son tremendamente lábiles frente a las pandemias.

No obstante, el covid-19 generó cambios que todavía no terminamos de comprender y que estaremos estudiando durante varios años. La pandemia nos recordó la fragilidad que los seres humanos afrontamos cuando se quiebra nuestra cotidianidad. Hoy tenemos evidencia creciente de cómo se presentan problemas adaptativos a la escuela y el trabajo. Pero también queremos pasar más tiempo en nuestras casas con nuestras familias. De alguna manera, nos recordó lo corta que es la duración de nuestras vidas.

Ahora, en la pospandemia, buscamos negar la realidad que subyace detrás de los problemas de salud pública. No queremos aceptar que el riesgo existe y esa tendencia a la negación puede incluir a las propias autoridades de salud. La nueva cepa del covid-19 (JN.1) nos ha venido despertando a golpes: la realidad es que, aunque con menor intensidad, el riesgo subsiste y no podemos ser indiferentes.

Es necesario que aquellos mayores de edad con comorbilidades nos vacunemos, es importante que el Gobierno entienda que es imperante proteger la salud pública de los colombianos. El ejercicio de la OMS con la enfermedad X no nos debe parecer bizarro. La vigilancia y el alistamiento frente a la siguiente amenaza de la salud pública no nos pueden tomar dormidos ni indiferentes. El dengue, la malaria, las diferentes clases de influenza, la viruela símica y varias infecciones de transmisión sexual han emergido casi de la nada para quedarse y, mientras tanto, han causado millones de muertes.

Esta es la salud pública que siempre se debe gestionar.

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