FOTOGRAFÍA
“Las fotos de refugiados exponen países inabordables”
La fotógrafa polaca Marta Soszynska, quien trabaja para Médicos Sin Fronteras, ha dispuesto buena parte de su corta vida a fotografiar sociedades olvidadas. Está en Colombia documentando víctimas de la violencia en Buenaventura y habló con nosotros.
"Ver personas en estado animal cuesta mucho, pero tras pasar cinco días haciendo rescates, te das cuenta que no recuerdas ni un nombre de ellos. Hay tanta gente y drama que solo los olvidas”, dice Marta Soszynska, reportera gráfica de Médicos Sin Fronteras, quien recuerda uno de los rescates de refugiados que vivió este año en el mar Mediterráneo. Soszynska, de 28 años, está en Colombia documentando uno de los proyectos de salud mental que organiza MSF (organización que recibió el Premio Nobel de la paz en 1999) en Buenaventura, y que procura reparar víctimas de la violencia entre guerrilla, paramilitares y Estado.
Marta Soszynska. Foto: Álvaro Tavera.
Hablamos con la joven polaca, que a pesar de su corta edad y de la aparente fragilidad de un cuerpo que no supera los 50 kilos, ha retratado la realidad de países en conflicto como Bangladesh, Kenia, República Centroafricana, Colombia y el mar Mediterráneo.
Polonia, su país, vive en relativa calma, ¿qué historias puede contar un fotógrafo de guerra allí?
Tuve la idea de hacer un documental porque siempre me interesé en entender todo lo que pasa tanto adentro como afuera de mi país. En Polonia están pasando cosas importantes y me dije: “¿cómo puedo utilizar mis conocimientos para hacer algo en Polonia? Así fue que empecé a trabajar en un pequeño documental sobre una chica muy joven que decide unirse a un grupo de derecha extrema. Es un trabajo en el que la sigo para captar sus motivaciones y entender por qué los jóvenes polacos se identifican con estos movimientos neofascistas como, por ejemplo, el NOP liderado por Adam Gmurczyk. No me refiero a la extrema derecha armada, porque eso en Polonia aún no existe, pero desde la ideología son partidos vigentes y en crecimiento. Este trabajo, titulado Pretty Radical, va ser publicado por The Guardian.
¿Por qué dejó Polonia para trabajar con Médicos Sin Fronteras?
Porque el trabajo como reportero gráfico freelance es realmente agotador, estaba un poco cansada de ese estilo de vida. Médicos Sin Fronteras estuvo presente desde la universidad, pues uno de los directores daba cursos en ella y yo siempre tuve ese interés natural por lo que hacían. Entré por Twitter. A través de esa red publicaron una propuesta de trabajo y me postulé. Sin conocer a nadie fui seleccionada entre 18 aspirantes en un proceso normal. El trabajo era en Bangui, capital de la República Centroafricana, un lugar donde no hay nada, es una ciudad desamparada donde tienes que trabajar en un contexto de precariedad absoluta. Pero para mí era una oportunidad de volver, como decimos los fotógrafos, al terreno. Eso quiere decir que vamos a zonas donde los medios regulares no pueden llegar. Este país no tiene nada que ver con otros estados africanos, como Kenia -donde también estuve-, simplemente no hay país. Es un terreno olvidado, donde lo más interesante es ver los fenómenos sociales en los que la gente logra vivir, una suerte de anarquía controlada. El sistema de salud, la educación, incluso la carreteras, son nulas. Una zona marginal alejada de la realidad mundial.
Foto: Marta Soszynska.
Usted viene de la escuela audiovisual, ¿para captar la realidad de esos contexto en los que trabaja es más efectivo el vídeo o la fotografía?
Eso depende mucho de lo que tú quieres conseguir, y sobretodo, cuál va ser tú audiencia, a quiénes les quieres hablar, tienes que analizar cómo la gente consume contenidos, eso te da una herramienta para aprovechar el mercado y hacer tu trabajo. El 70% de los consumidores miran videos en el celular, el restante lee y ve fotos. Así tu seas muy artista debes pensar en esos condicionantes. Pero gracias a plataformas como Netflix o algunos portales de internet la fotografía y el documental no se mueren. Entonces, yo sinceramente creo que hay espacio para las dos, porque las personas no van a buscar noticias en las galerías y esas exposiciones en Europa aún están vigentes: desde fotos en 360°, hasta la tradicional de hace 200 años. Pero debes aprender a trabajar de las dos formas -foto y video- porque el mercado lo exige y vivir solo de uno es realmente complicado, a no ser que te llames James Nachtwey.
Para mi la fotografía es mucho más difícil que el vídeo, porque solo tienes un instante y dependes de una imagen para contar la historia. Lo audiovisual es más flexible, pues está el montaje y el tiempo de duración.
¿Qué papel juega la reportería gráfica en países en conflicto o el mar Mediterráneo?
Uno tiene una gran responsabilidad. Por ejemplo, cuando yo trabajo en operaciones de rescate en el mediterráneo muchas veces soy la única persona con cámara captando la vulnerabilidad y la desgracia de los refugiados. Estás sacándole fotos a personas que vienen de un contexto inimaginable y debes ser respetuosa. Con las fotos que tomo en el barco ‘Dignity 1’ solo puedo mostrar una parte de la realidad, porque tras cada uno de los rescatados hay diferentes relatos de vida que ocurrieron en países inabordables como Libia y Siria. Puede que estas fotos informen sobre lo que ocurre, pero a la vez pueden tener un impacto negativo para ellos.
Foto: Marta Soszynska.
¿Es Médicos Sin Fronteras un puente de entrada a lugares donde los medios no son bien recibidos?
Puede ser. En definitiva trabajar para MSF me ayuda a entrar en terrenos vetados para los occidentales. Pocos son los que pueden entrar a países en conflicto y tomar fotos. Los medios no tiene la posibilidad de quedarse el tiempo que quieran, como pasaba en la guerra de Vietnam, donde prácticamente te quedabas a vivir para hacer tu trabajo, eso ya no existe. Además hay que ser claros, los periodistas no ganan el dinero suficiente para estar arriesgando su vida con tales limitaciones. Algunos lo hacen, pero son la minoría, por lo tanto la calidad del periodismo sufre. Con MSF tienes más tiempo y acceso a la gente.
¿Cuando está en el terreno cambia su visión del ‘enemigo‘?
Es muy raro que yo pueda hablar directamente con los que tú llamas enemigos. Con MSF debes mantener la neutralidad para poder trabajar en zonas de conflicto. Yo como periodista y fotógrafa siempre estoy tratando de dar voz a los que nunca son escuchados, las víctimas. Pero tras pasar tanto tiempo en terreno, la reflexión más sensata es que no hay blanco y negro. Los ‘enemigos‘ son ciudadanos con sus motivaciones y nuestro análisis es muy simplificado.
¿Ha trabajado en Siria?
No, porque hace dos años que no se puede entrar en ese país. MSF trabaja pero indirectamente porque tuvimos muchos problemas. Ahora no podemos enviar a nadie pues el riesgo de secuestro o de muerte es alto. Yo personalmente estoy editando unos materiales que me envían periodistas locales desde de Alepo y la situación es brutal.
¿Ha arriesgado la vida en su trabajo?
No, no creo. El riesgo es más que todo una percepción.
Usted trabaja en el ‘Dignity 1’, uno de los tres barcos de ayuda humanitaria de MSF. ¿Cómo funciona un barco de rescate?
Hay algo que se llama la Ley de Mar, la cual estipula que si una embarcación ve a otra en peligro la tiene que ayudar. En esta crisis del Mediterráneo, en la que cada día salen de las playas refugiados, había operaciones de rescate militares coordinadas por Italia pero fueron suspendidas por supuesta falta de dinero. Ahí llegamos nosotros y otras pequeñas organizaciones que con la ayuda del ‘Mediterranean Rescue Coordination Center’ rescatamos, a través de radares, a los náufragos. A veces los encontramos por información satelital, pero como existe un tráfico humano tan grande simplemente los hallamos en el océano. En ocasiones nos toca elegir entre dos barcos en emergencia, otras veces, tras ponerlos a salvo no podemos hacer más por ellos; y en el peor de los casos hay mujeres que tienen niños una hora después del rescate, o personas que se mueren en la proa porque han pasado varios meses en cárceles de Libia con desnutrición aguda. MSF siendo una de las organizaciones humanitarias más grandes del mundo no podía dar la espalda a estas víctimas, como lo hace la Unión Europea.
Foto: Marta Soszynska.
¿Siente miedo?
No, porque no me pongo en situaciones tan peligrosas. Lo que me motiva es más potente que el miedo.
¿Cómo solucionar los problemas migratorios siendo incluyentes?
Va a ser muy difícil porque cada gobierno es diferente y hay muchos que están luchando por la apertura, otros no. Los procesos de migración no van a parar, es un fenómeno que ocurre desde países del Medio Oriente, hasta Bangladesh y Colombia. La negación al problema es uno de los principales factores que oprimen la idea de incluir a estas personas en nuestros países, algo que genera un sentimiento de odio y xenofobia peligroso.
Sebastião Salgado dice que dejó de fotografiar personas porque, tras ver la maldad humana, empezó a sentir asco por nuestra especie. ¿Le pasa lo mismo?
Yo tengo 28 años y ya veo que el mundo es una mierda. A veces me gustaría ser ignorante y no pensar sobre esto, irme a ver gatos en Youtube y ya está. Pero finalmente es importante que la gente vea y comprenda estas realidades y les importe. Ese es mi trabajo.