Opinión
La hipocresía de los Simón Bolívar
Afortunadamente, la sociedad ha cambiado y ya sabe que los Simón Bolívar son una farsa. Seguro seguirán premiando a los medios y a los periodistas de la izquierda radical como una forma de fustigarse ante la sociedad al ser unos ricos vergonzantes.
Los premios de periodismo Simón Bolívar fueron fundados por la familia Cortés en 1975. Los Cortés son los dueños del Banco Davivienda y de la Aseguradora Bolívar, una constructora que, por ejemplo, se ha beneficiado inmensamente con la alcaldía de Claudia López para vender más en sus proyectos de construcción.
Estos premios se han vuelto un bastión de la rosca mediática de la izquierda, cuyo único objetivo es controlar y mantener mansitos a los periodistas con el fin de beneficiar a las élites de siempre.
En los Premios Simón Bolívar entre todos se aplauden, pero pocos se dan cuenta de que cada día viven más desconectados de la realidad del país, ya que, según las encuestas recientes, tan solo el 35 por ciento de la gente les cree a los medios de comunicación.
En mi opinión, SEMANA no debería legitimar esa farsa. Siempre ganan los mismos y lo más patético es que se felicitan entre ellos. En una época lo manejó Ivonne Nicholls, una dama de la alta sociedad que dependía de los intereses del establecimiento. Hoy lo maneja Silvia Martínez de Narváez, esposa del polémico empresario Carlos Ríos, otro contratista profesional de la alcaldía de Claudia López, quien junto con su hermano terminó quedándose con Electricaribe. Siempre han vivido del Estado. La doctora Silvia tiene su oficina cerca a la de Miguel Cortés un banquero multimillonario.
Pobres periodistas que caen en la trampa que las élites les tienden para cada año embobarlos y manejarles la narrativa. Por un lado, los promotores de este premio, como se puede evidenciar, hacen parte de aquellos privilegiados que ganan miles de millones de pesos a punta de contratos con el Estado (que logran con palancas y buenas relaciones) y por el otro, regalan sus migajas en estos premios mamertos de periodismo.
Muchos de los tales “periodistas independientes” que han ganado este penoso premio, en realidad, han sido financiados por grupos económicos o gobiernos que los han privilegiado con contratos, canales de televisión, emisoras y una que otra millonaria asesoría. Esta especie de “comunicadores independientes” en realidad solo ha buscado tener la riqueza, la casa, el carro y la beca. Y aunque promulgan que luchan por la “verdad”, únicamente utilizan la que les sirve a ellos y a sus intereses. Pobres idiotas útiles que se prestan para ser el megáfono de la élite y que además están convencidos de que son unos superhéroes, superdotados y superinteligentes. Unos seres supremos, superiores a todos aquellos que están a su alrededor, a los cuales desprecian y matonean, pero que, en el fondo, envidian.
La estrategia ha quedado al descubierto. Muchos de estos premios se asignan sigilosamente a los amigos o a los amigos de los amigos. Eso sí, deben cumplir con una característica: ser ‘izquierdópatas’. Da lástima por aquellos buenos periodistas, en especial de las regiones, que se presentan confiando en el buen criterio de un jurado que, en su mayoría, siempre, también es de izquierda y que los usa para mostrar una cara democrática de los premios que, en realidad, no existe. Esa es la vara con la que miden a los participantes, la ideología, el antiuribismo, el odio a los militares, los aplausos a la “paz” de Santos y la capacidad de multiplicar un mensaje de odio y destrucción. Cuando ya se hacen ganadores, el uno adula al otro, trinos van y vienen, las tendencias son sincronizadas y entre ellos se envían mensajes ridículos, “eres una inspiración para los periodistas”, “el país te necesita”, “gracias por ser contrapoder”, “qué honor que tú me felicites”. De verdad que es un espectáculo bochornoso. Y eso sin contar que varios de los del circulito están acostumbrados también a lagartearse premios internacionales y hasta le hacen más lobby que Santos al Premio Nobel de Paz.
Los Premios Simón Bolívar, que deberían llamarse los “premios de la izquierda”, solo les sirven a unos ricos para lavarse la cara y mostrarse como unos defensores de la libertad de prensa, pero la realidad es que jamás apoyarán el verdadero periodismo. El que no se les arrodilla. Ese que habla por las mayorías silenciosas que están cansadas de los mismos con las mismas. Esos mismos ricos que hacen de los premios un buen coctel cada año.
Los premios son de los banqueros Cortés y los contratistas Ríos. ¡Qué patraña! Lo que los periodistas serios deberían hacer es no participar y dejarlos solos, como si se tratara de un montón de loquitos que viven de retroalimentarse el ego con el dinero de los ricos y contratistas.
Afortunadamente, la sociedad ha cambiado y ya sabe que los Simón Bolívar son una farsa. Seguro seguirán premiando a los medios y a los periodistas de la izquierda radical como una forma de fustigarse ante la sociedad al ser unos ricos vergonzantes. Pero reitero que la Colombia de 1975, cuando fueron creados estos premios, es muy distinta al país de hoy en la segunda década del siglo XXI.
Que el banquero Cortés y la esposa del contratista Ríos vayan buscando oficio. No nos dejaremos doblegar por esa hipocresía y doble moral que tanto daño le han hecho a este país. Ellos con sus aplausos y los buenos periodistas dedicados a hacer bien su trabajo y, sobre todo, a interpretar a la gente que merece estar informada y no recibir las noticias desde pedestales morales creados por falsos ídolos.