OPINIÓN

La manguala

Esta coronación del procurador puede llegar a convertirse en el más grande obstáculo para el proceso de paz que el presidente Santos ha iniciado.

María Jimena Duzán
15 de septiembre de 2012

En los corrillos de la Corte Suprema de Justicia y en el Congreso se habla de la existencia de un pacto que se habría hecho entre los magistrados de esa alta Corte y los congresistas de la Unidad Nacional el mismo día en que, a regañadientes, les tocó hundir la reforma a la Justicia. La manguala, que se habría urdido en la penumbra, tendría tres objetivos: el primero, blindar a los congresistas de las investigaciones relacionadas con la parapolítica que tenían en capilla a un grupo granado de congresistas, algunos de los cuales terminaron siendo ponentes de la fallida reforma a la Justicia.

El segundo tema que se habría pactado es el desmonte de las investigaciones en torno al escándalo de la Dirección Nacional de Estupefacientes que tiene entre ojos a otro grupo muy selecto de congresistas de la Unidad Nacional. El tercero era aún más concreto y tenía que ver con la decisión de reelegir al procurador Alejandro Ordóñez sobre el entendido de que esa era la mejor forma de que todos quedaran blindados: a cambio de su elección, el procurador dejaba de destituirlos y la Corte de investigarlos. En otras palabras, esta manguala iba a usufructuar las mayorías de la Unidad Nacional para beneficio propio en desmedro del interés nacional.

Antes de que salga alguien de la manguala a amenazarme con denuncias, hago una aclaración: a pesar de que el acuerdo no existe de manera física, en el medio en que se nutre esa manguala sí es un secreto a voces. Y por la forma como esta complicidad se ha ido comportando no se necesita tener un papel firmado para advertir que las cosas están saliendo como ellos quieren.

Para acabar con la parapolítica se acordó descabezar al magistrado auxiliar Iván Velásquez, quien se les había convertido en una piedra en el zapato por cuenta de su decisión inquebrantable de llegar hasta el meollo de las relaciones entre congresistas y paramilitares. Las razones que han dado para su sorpresiva salida han sido tan contradictorias que levantan aún más suspicacias: primero el presidente de la Corte, el doctor Zapata, dijo en la carta en que nos amenazaba con demandarnos a Cecilia Orozco y a mí, que lo removían porque no había cumplido con su labor. Sin embargo, en otra declaración afirmó que era porque había que permitir que los demás magistrados auxiliares pudieran tener esa misma posición. Lo cierto es que el magistrado Álvaro Pastas, que reemplazó a Iván Velásquez, llega a ocupar ese puesto siendo más famoso por sus inhibitorios que por sus aperturas de investigaciones.

En el caso de la DNE la investigación está prácticamente congelada en la Corte Suprema, en la Fiscalía y en la Procuraduría. Desde hace unos meses los magistrados salientes de la Sala Penal de la CSJ dejaron listo el proyecto para abrir investigación previa contra tres congresistas: dos conservadores, Miriam Paredes y Luis Humberto Gómez Gallo, y Rufino Córdoba del grupo de Mario Uribe, pero hasta el día de hoy siguen en la gaveta para no hablar del inhibitorio a favor del congresista conservador Eduardo Enríquez Maya en momentos en que se estaba aprobando el orangután de la reforma a la Justicia, del cual él era ponente. Otro tanto pasa con las investigaciones sobre Cajanal en la Procuraduría, a la cual está vinculado Hernán Andrade, quien salió hace unos días a anunciar su apoyo a la reelección del procurador.

En cuanto a esta reelección la manguala le está funcionando a Ordóñez como un reloj suizo. Detrás de esta campaña están el Partido Conservador, el Partido de La U y el Partido Liberal, así de dientes para afuera insistan en que no están. Esta coronación del procurador puede llegar a convertirse en el más grande obstáculo para el proceso de paz que el presidente Santos ha iniciado. La manguala no quiere justicia, la manguala no quiere la verdad, la manguala está haciendo añicos el régimen de impedimentos y se mueve como un pez en el agua turbia del conflicto de intereses, y todo lo anterior va en contravía de cualquier proceso de reconciliación.

El único que la puede desactivar es el presidente Juan Manuel Santos, quien hasta el momento ha guardado un silencio que comienza a ser parecido al que tuvo en el episodio desastroso de la reforma a la Justicia. Desde aquí le pedimos que salga de su silencio y por el bien del país impida que los que están amangualados se tomen la Justicia y la conviertan en una prenda hecha solo a su medida.

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