Opinión
La ministra Mojica y su sainete cafetero
La ministra Mojica busca con desespero mediocres mecanismos para desbaratar y dividir al gremio cafetero y detener las justas protestas del 17 de abril.
El 15 de marzo, dos días después del plantón de la Unión de Caficultores en la Federación de Cafeteros en Bogotá, apareció como por encanto la citación del Ministerio de Agricultura a una Asamblea Cafetera para el 3 y el 4 de abril.
Fue en el teatro Antonio Nariño de la Gobernación de Cundinamarca y anunciaron, sin ruborizarse, la asistencia de 1.700 delegados, lo que no fue cierto, pues debe saberse que la capacidad del recinto, que apenas se veía casi lleno, es de 900 personas y sin descontar los muchos funcionarios presentes.
(https://www.minagricultura.gov.co/noticias/Paginas).
¿Por qué el montaje? La apresurada convocatoria en la que, con premeditación, se excluyó a la “cuestionada” Federación de Cafeteros, tenía como primer objeto frenar la inconformidad con lemas como: “Reforma Agraria Cafetera, comercialización, fertilización, agroindustrialización para la cadena y diversificación de mercados”, “bases de un Gran Acuerdo” y “lograr 100 años más de caficultura”.
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Inflar la asistencia fue parte del plan. En efecto, los 13 puntos del Acuerdo, publicados en papel oficial, sin firmas de ninguna autoridad ni de ninguna organización, son, en su mayoría, el compendio de lo que se planeaba concluir. Por tanto, era primordial presentar caras cafeteras que lo “validaran” y de ahí la entrega de viáticos de 400.000 a 650.000 pesos a cada asistente, pagados por la Agencia Nacional de Tierras (ANT) y la disposición de buses para movilizar a algunos a la prefabricada reunión.
Vale entonces mirar los puntos “para 100 años más de caficultura”, aunque la verdad son 154, desde el inicio de la exportación de café, si nos atenemos al primer ciclo de expansión que va de 1870 a 1910 (Palacio M., 1979).
Aparte de este segundo yerro, un recorrido por el elaborado Acuerdo deja ver preceptos como “actividad solidaria”, “fortalecimiento social”, “agroindustria innovadora”, “democratización del crédito”, “proceso de comercialización”, “extensión diferenciada”, “viveros de semillas”, “asociatividad”, “turismo”, “servicios ambientales” e “incentivos para el Pacto Verde”, recetario de cualquier programa para cualquier renglón agrícola, llámese papa, maíz o frutales, cacao y hasta banano. Propios del agro y dichos tantas veces que son lugares comunes.
Solo el tercer punto compete en propiedad a la caficultura: activar el Fondo de Estabilización de Precios (FEPC), “en un acto de justicia y equidad” del “Gobierno Nacional en cabeza de Gustavo Petro”.
Urge aclarar que, fuera de la genuflexa referencia a la magnanimidad de Petro que está sujeta a los parámetros de la ley 1969 de 2019, en términos prácticos agilizar el FEPC es permitir la distribución de los recursos de los propios ahorros de los caficultores entre ellos mismos.
Es un globo de 365.000 millones de pesos, que vienen de un capital semilla que puso el Gobierno Duque y el resto del destino de cuatro años de 0,5 centavos de dólar de la contribución parafiscal por libra exportada. El Acuerdo tiene un apartado impreciso, sin montos ni tiempos, que dice que “el Gobierno dispondrá los que hagan falta”.
Así se propuso al Comité Nacional de Cafeteros el 5 de abril, día siguiente de esa Asamblea, la entrega de 79.000 pesos por carga, cuando lo admita el disparador del precio, que está bien lejos todavía de lo que hoy reciben a pérdida los caficultores; es decir, cuando estén en agonía. De repartirse con prioridad a los del Sisbén, como se prescribe, sería solo la décima parte de lo que necesita la mayoría para no quebrarse y en el caso de los de menores costos, en el sur del país, un ínfimo 7 por ciento de sobreprecio.
A sabiendas de que es una suma exigua y que el valor de entrada en operación del mecanismo se fija a la hora de la bancarrota, denota la indolencia con un paciente grave en cuidados intensivos, con crisis respiratoria y saturación por debajo de la supervivencia, al que se le cierra el oxígeno, se ventila con un abanico para ahorrar la plata del tratamiento, pero en una parodia de terapia de recuperación de moribundos. ¡Sin escrúpulos!
El FEPC y el Fondo Nacional del Café no son “del pueblo”, como dijera Petro. Tienen destinación específica para apoyo a la caficultura y el Estado, que debe aportar en caso de insuficiencia, ahora no pone un peso. Eso y la negligencia con las importaciones y el contrabando y demás factores negativos no tocados en la citada Asamblea, motivarán la resistencia cafetera, la que quiso aplacarse con un agrio sainete, cuyo libreto parece de Gustavo Bolívar.
La ministra Mojica busca con desespero mediocres mecanismos para desbaratar y dividir al gremio cafetero y detener las justas protestas del 17 de abril, motivadas por una paciencia ya agotada, que se sentirán por la geografía nacional.