Opinión
La muralla de Colombia será siempre el liderazgo y el carácter
Necesitamos en estos momentos tan aciagos de nuestra historia que, en medio de esta carencia de líderes, salgan hoy con mucha fuerza y amor patrio nuevos líderes revestidos de carácter.
Después de 40 años como soldado, custodio de una gran Nación como lo es Colombia, y solo en momentos tan difíciles como los que hoy transitamos, puedo traer a la memoria de mis conciudadanos una historia que sé sobre una antigua nación que, para vivir en paz, decidió construir una “gran muralla”. Esta gran muralla, físicamente, les garantizó su seguridad y el estar blindados de cualquier ataque o vulnerabilidad. Pensaron que nadie podría escalar esta muralla debido a su altura y robusta arquitectura. Sin embargo, durante los cien primeros años de su existencia, fueron invadidos tres veces. Cada vez que lo hacían, las hordas de infantería enemiga no tenían necesidad de penetrar o escalar la muralla, porque sobornaban a los guardianes de esa nación y entraban por sus puertas.
Entonces, podemos decir que esa nación construyó en vano esa “gran muralla”. La escribo entre comillas porque para el ser humano absolutamente nada será un obstáculo para traspasar barreras, límites o fronteras, siempre y cuando tenga la convicción de hacerlo. Por esta razón, una nación que quiera ser grande tendrá que pensar siempre en jamás olvidar o dejar de lado, cimentar en sus ciudadanos el liderazgo y el carácter, ya sea para traspasar fronteras o protegerlas. Con lo anterior, nada en este mundo nos puede llevar a subestimar la superioridad del carácter humano. La mejor defensa contra cualquier amenaza, sea cual sea o provenga de donde provenga, no será jamás contra un muro fortificado, sino contra un carácter fortificado. Por lo tanto, la edificación del carácter humano viene antes que la edificación de cualquier cosa.
En el libro El honor del deber cumplido, una vida construyendo país, dejo ver la importancia de educar desde pequeños el fortalecimiento del carácter en las escuelas primaria, secundaria, universidades y a lo largo de nuestras vidas. Es esta la razón que nos obliga para que esos líderes que llevan implícito dentro de sí su capacidad de ser asertivos, su capacidad de empatía, su capacidad de escucha activa, su actitud negociadora, su credibilidad o respeto, entre tantas otras capacidades, también maduren y fortalezcan su carácter.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta la reflexión realizada anteriormente, quiero expresarles mi decepción como general de la República de Colombia. Aprovecho este espacio para quitar el velo de la ignorancia a quienes nos llaman “exgenerales”, porque los generales jamás dejamos de serlo, solo dejamos de ocupar los cargos a los cuales se nos destinó a lo largo de nuestras vidas en servicio activo. Me siento decepcionado al ver todo lo que hoy los colombianos estamos leyendo, escuchando y viviendo, y más aún, cuando se supone que debemos dejarles un legado a las actuales y futuras generaciones. Me refiero a la insistencia de la criminalidad en mantener la guerra contra la ciudadanía. Me refiero a los múltiples escándalos de corrupción que se presentan en los espacios de poder. Me refiero a las propuestas contrarias a la moral por conservar la identidad como nación.
Necesitamos en estos momentos tan aciagos de nuestra historia que, en medio de esta carencia de líderes, salgan hoy con mucha fuerza y amor patrio nuevos líderes revestidos de carácter. Que inicien a marcar un nuevo derrotero con ejemplo, dignos de ser emulados por quienes vienen a su retaguardia construyendo un futuro profesional y que sean ellos los reemplazos de los que con mucho valor hoy defendemos lo más sagrado de una nación: su Constitución Política, sus leyes, su soberanía, la independencia, la integridad del territorio, el orden constitucional y la independencia de poderes.
¡Sí! Necesitamos de hombres y mujeres jóvenes, con la firme convicción de defender con carácter los principios éticos y valores morales. Los mismos valores con los que nuestros antepasados nos formaron y educaron. Con los valores que nuestros abuelos educaron a nuestros padres y nuestros padres a nosotros. A ellos les agradecemos y, a su vez, podemos devolverles su sacrificio, sumándonos a seguir construyendo el país que nos dejaron por herencia y que, hoy, estamos viendo padecer.
No está de más decirles a todos que hoy nuestra nación nos requiere y nos pide que seamos sus más leales y fieles custodios y guardianes. Que no existe muro alguno y que no existe fortaleza alguna, que sea más fuerte y resistente que los hombres y mujeres revestidos de carácter y con un marcado liderazgo diferencial. Ese carácter de quienes hoy ocupan cargos sensibles en nuestro país y que, con ellos, podamos garantizarles los derechos fundamentales, buscando que, desde las instancias legislativas, judiciales y desde los entes de control, se sigan teniendo unos cimientos de concreto rígido más fuerte. No como el famoso muro o muralla, con la que inicié motivando esta columna, sino materializada en una ética y moral inquebrantable, insobornable, innegociable e incorruptible. Es decir, Colombia hoy les pide a gritos a todos sus hijos ser personas íntegras, honradas, rectas, pulcras, probas, honestas, dignas, virtuosas y sin duda alguna: líderes que arrastren con su ejemplo y con su carácter.
A los empresarios de Colombia quiero decirles que ustedes son soldados que van a la vanguardia, abriendo caminos de esperanza y que tienen una responsabilidad muy grande: seguir dando luz a quienes ven en ustedes la única oportunidad de cumplir sus sueños y la de sus amados hijos. Ustedes son líderes en los negocios que abren empleos. Abren oportunidades para todos. Desde los jóvenes hasta las madres cabeza de hogar que día tras día despiertan con la esperanza de brindarle un futuro mejor a sus familias. No es una pequeña tarea la que ustedes desempeñan y que son el motor económico de nuestra sociedad.
Quiero, también, dejar este mensaje a las Fuerzas Militares de Colombia. ¡Sí! A las Fuerzas Militares más capacitadas, entrenadas y profesionales del mundo: creo en ustedes, así como creen en ustedes todos los colombianos. Estoy seguro del inquebrantable juramento hecho ante nuestro tricolor nacional de ser los guardianes de nuestra carta magna y de la vida de todos y cada uno de los colombianos. Jamás defraudaremos a quienes por más de 200 años han depositado su confianza en nosotros. Hoy, en uso de mi buen retiro y como soldado y general de esta nación, les expreso que sigo más activo que nunca y prometo ante Dios y nuestra bandera seguir firme defendiendo lo que moralmente nos corresponde defender por amor a nuestra patria, a nuestra nación. ¡Sí! A nuestra amada Colombia y, de esta manera, poderla seguir viéndola grande, respetada y libre.
Para finalizar, hoy, al escribir esta columna de opinión, pretendo que después de leerla, cada uno haga un examen de conciencia sobre todo lo que aquí propuse dejar como enseñanza o reflexión. Lógicamente, lo hago con todo el respeto de quienes hoy se consideren los verdaderos guardianes de esta gran nación. Colombianos, los animo, motivo y exhorto a seguir creyendo en lo nuestro. A seguir creyendo en Colombia, porque Colombia somos todos.