Opinión
La petrada de los Juegos
Sea cual sea la realidad, el único responsable de nombrar no una, sino dos ministras incompetentes es el propio Gustavo Petro. No tenemos Juegos por su ineptitud, venganza política e incumplimiento. Toda una petrada contra Barranquilla y la costa.
Era muy pequeño, pero tengo muy fresco el sentimiento de enorme decepción cuando me enteré de que Colombia no sería la sede del Mundial de fútbol en 1986. Como fanático del fútbol y ciudadano de una recóndita nación en la punta de Suramérica en principios de los ochenta, me cayó como un baldazo de agua fría cuando el presidente Betancur renunció a que nuestro país recibiera a las mayores estrellas de mi deporte favorito.
Aún me duele pensarlo: en El Campín pudo haber salido campeón Argentina y, tal vez, por qué no, en el Atanasio de Medellín hubiéramos podido ver el mítico gol de mano de Maradona contra Inglaterra. Pero no, en un acto de supuesta responsabilidad, Belisario prefirió decirle no a esa distinción internacional por, según él, construir casas y escuelas, algo que, por supuesto, en esta nación de la burocracia, corrupción y verborrea política nunca ocurrió.
La acción de Belisario fue de una infinita carencia de visión. El derrape económico que hubiera vivido Colombia tras la cita mundialista hubiera sido mucho mayor a la inversión en el evento. Pero no, nada ni nadie pudo convencer al presidente de lo contrario. Tremendo oso.
Aunque pensábamos que teníamos la lección aprendida, la semana que acaba de terminar nos confirma que todo siempre puede ser peor gracias a esta administración, que parece no tener norte a la hora de la ejecución.
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Luego de hablar con varias partes comprometidas en las conversaciones relacionadas con la firma Panam Sports, la conclusión es una sola: nos quedamos sin Juegos Panamericanos por una mezcla de ineptitud, revanchismo político e incumplimiento sistemático de tiempos y compromisos. Mejor dicho, en Barranquilla no habrá competencia porque el Gobierno ha sido permeado de las mismas características que el propio mandatario. Qué tragedia.
Varias fuentes me aseguran que la ministra siempre tuvo buena voluntad para sacar adelante los Juegos, pero su falta de experiencia y distancia con el mandatario no le permitieron avanzar. Hay relatos de personas involucradas en las conversaciones que aseguran que no fueron pocas las veces en que la encargada de la cartera de deportes del país le pidió al alcalde de Barranquilla que fuera él quien llamara directamente al presidente para recordarle los compromisos adquiridos, porque ella no tenía “línea directa” con el jefe de Estado.
Pero hay más. Varias fuentes, que prefieren guardar silencio públicamente, ya que prevén que se vendrán investigaciones de los entes de control, aseguran que la organización Panam aguantó hasta más no poder la falta de seriedad colombiana. Hubo momentos, aseguran a este reportero, en que la ministra Urrutia no contestaba el teléfono y, a pesar de los cambios de condiciones propuestas por Colombia, el grupo internacional deportivo aceptó seguir adelante con Barranquilla como sede.
Pero tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Dos gotas llenaron la copa de la gente de Panam: la falta de pagos en los momentos acordados y las exigencias de que la sede no sería una ciudad, sino varias por pedido del propio presidente de la república.
Lo de los pagos fue simplemente vergonzoso y expone claramente que la administración Petro está llena de activistas y personajes que mucho saben de trinar y poco de cómo gobernar y funcionamiento del Estado.
La historia es así. El Gobierno nacional tenía que pagar 8 millones de dólares, cuatro en diciembre y cuatro en enero. Así quedó claro en el acta del comité organizador de noviembre, en la que expresamente se compromete el Ministerio del Deporte a hacerlo. Mindeporte hizo la gestión en Minhacienda para la asignación presupuestal y se la concedieron. Pero nadie sabía cómo pagarle a Panam, que es un ente internacional de derecho privado, y mucho menos tenían conocimiento de cómo realizar el desembolso en dólares. Argumentaban que no lo podían hacer directamente porque existía una comisión correspondiente a la concesión de derechos. Así las cosas, determinaron pasarle los fondos al Comité Olímpico Colombiano. El problema fue que esa vuelta, que diseñaron en medio de la presión del tiempo y a las patadas, significaba el pago adicional de 6 por ciento del valor por gastos de fiducia, financieros e intermediación, por lo que nuevamente decidieron que lo mejor era pagar directo. Pero no, nadie lo hizo, nadie supo cómo operar y se acabó el tiempo.
Pero hay más. Varias fuentes me aseguran que el presidente Petro no soportaba la idea de darle tremendo regalo a la Barranquilla de los Char, el grupo político con el que tiene una guerra abierta desde hace décadas, por lo que buscó una manera de diluir la atención del evento con otras ciudades como San Andrés e incluso Bogotá. Mezquindad.
Desde Palacio salen otras versiones y aseguran que el presidente quiere hacer los Juegos; que le ha dado la orden a su gabinete a fin de “hacer todo lo posible” para que se recupere el evento y que se va a investigar a quien cometió el error de no pagar a tiempo.
Sea cual sea la realidad, el único responsable de nombrar no una, sino dos ministras incompetentes es el propio Gustavo Petro. No tenemos Juegos por su ineptitud, venganza política e incumplimiento. Toda una petrada contra Barranquilla y la costa. Creíamos que el mandatario era un Samper, pero este episodio muestra que también suma lo peor de Belisario. Y lo que falta.