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¿La política exterior, de simpatías o antipatías personales?

Las relaciones internacionales deben caracterizarse por el pragmatismo y la objetividad.

Julio Londoño Paredes
15 de diciembre de 2023

Mucho se ha hablado sobre el nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, así como del efecto de las expresiones del jefe del Estado colombiano sobre el mandatario argentino cuando era aún candidato, y de su vicepresidenta, cuando aquel ya se había posesionado.

Las relaciones internacionales deben caracterizarse por el pragmatismo y la objetividad. No es conveniente que, por antipatía o por ideología personal o lo que es peor, por imitar a terceros, un mandatario rompa relaciones con un país como Cuba, como sucedió en 1962, con funestas consecuencias para Colombia. De igual forma que el gobierno anterior se puso a la vanguardia del derrocamiento del régimen de Maduro, con complejos efectos, entre ellos, los tres millones de migrantes en nuestro territorio.

Mucho menos es acertado, por simpatía personal o afinidades políticas, estar incondicionalmente al lado del Gobierno de Venezuela, que no escatima esfuerzos para neutralizar a toda costa a la oposición y lograr su permanencia indefinida en el poder.

Las relaciones son con los estados, no con sus mandatarios. Si no fuera así, la dimensión territorial de Colombia hubiera sido totalmente diferente. Basta mencionar algunos casos.

La extensa frontera con el Perú fue establecida en un tratado en 1922, que incluyó la renuncia del Perú a sus pretensiones hasta el río Caquetá, y además el reconocimiento a Colombia de una salida al río Amazonas. Se concertó gracias a la buena disposición del dictador Augusto B. Leguía, que fue derrocado y encarcelado por la firma del tratado.

Con Venezuela, el tratado de 1941, que finiquitó para siempre los pleitos sobre la frontera terrestre entre los dos países, abrió la libre navegación de los ríos comunes y aceptó un ventajoso acuerdo para Colombia en el Catatumbo; se concertó con el gobierno del presidente de facto, general Eleazar López Contreras. El mandatario recibió fuertes críticas y tuvo que defenderse desde las páginas de El Tiempo de Bogotá.

Con Panamá, la ventajosa delimitación de la frontera marítima y la devolución de los derechos de Colombia sobre el canal de Panamá fueron concertados por instrucciones del general Torrijos, “hombre fuerte” de Panamá, en contra de los puntos de vista de sus asesores.

El tratado de delimitación marítima con el Ecuador, que consolidó la proyección de Colombia hacia el Pacífico, se concertó con el presidente de la Junta Militar, general Rodríguez Lara. López Michelsen viajó para la firma a Quito en medio de fuertes críticas domésticas en Colombia por tratar con dictadores.

Con Nicaragua, se suscribió el tratado Esguerra-Bárcenas en 1928, bajo la dictadura de Adolfo Díaz, sostenido por los Estados Unidos y calificado de traidor por la firma del acuerdo.

Con Honduras, el tratado de delimitación marítima se firmó cuando los que detentaban el poder eran los militares, aunque el presidente era José Azcona. Nicaragua, en retaliación por la aprobación del tratado con Colombia, se dispuso a invadir a Honduras. La intervención de la OEA evitó la catástrofe. La lista es interminable.

En el caso de Argentina, se puede o no estar de acuerdo con Milei. Sin embargo, fue elegido por un pueblo hastiado de los abusos de poder, de las corruptelas de familia, de la incompetencia, del populismo y de la improvisación del sistema peronista. Pero debe tener cuidado.

En todos los países, los que se sienten ahora virreyes, están condenados a seguir la misma suerte de aquellos.

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario.

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