OPINIÓN

La reconfiguración de las identidades políticas

La actual campaña electoral tendrá duraderos efectos en el cambio de las preferencias políticas de los colombianos y la reconfiguración de las identidades partidistas. En adelante tendremos una derecha más sólida y radical y una izquierda más fuerte y con perspectivas de poder real.

Julia Londoño, Julia Londoño
15 de mayo de 2018

Durante los últimos 50 años las identidades políticas se construyeron alrededor del centro, la razón principal fue el pacto frentenacionalista que garantizó el poder compartido entre liberales y conservadores y desdibujó  la confrontación ideológica pues ambos tenían el triunfo asegurado y no tenía sentido la confrontación de ideas con los adversarios.

En la medida en que la competencia entre programas perdió su capacidad para estructurar la dinámica electoral, la disputa al interior de los partidos se volvió el elemento más importante para la supervivencia política, estableciendo así las bases de la extrema personalización del sistema político que caracteriza la democracia en Colombia. Adicionalmente,  el clientelismo se convirtió en el factor principal para aglutinar a los votantes como remplazo de las ofertas electorales, generando al mismo tiempo una sociedad pasiva con gran abstención y unos partidos anclados en el usufructo del presupuesto público.

El Frente Nacional terminó formalmente en 1974, pero sus principales estructuras  tanto legales como culturales perduraron incluso después de la Constitución de 1991. Durante ese período volvió la competencia partidista, pero absolutamente permeada por la capacidad clientelar.  Y con un ingrediente adicional, el desafío de las guerrillas ahondó el consenso en el establecimiento sobre la naturaleza y alcance de las propuestas políticas que eran aceptables. Esos clivajes frentenacionalistas se mantuvieron incluso luego de la destrucción del bipartidismo que ocasionó la nueva Constitución de 1991,  pero que no logró cambiar la forma de hacer la política.

Quienes se alejaron del consenso centrista siempre fueron neutralizados, provenientes de la izquierda liberal de Galán, Samper o Serpa; mientras que la  izquierda, que no compartía el consenso frentenacionalista nunca fue opción real de poder. La naturaleza del consenso centrista tuvo cosas buenas, como el manejo responsable de la economía, que nunca ha tenido un episodio de hiperinflación o defaults. Para las élites era claro que una crisis económica era el único elemento que podría darle suficiente apoyo a la guerrilla para desafiar el estatus quo.

El consenso también tuvo cosas muy malas, por ejemplo, la renuncia de los civiles a manejar el orden público y la ausencia de políticas de redistribución de la riqueza. Ambos temas nos convirtieron en el Estado con más violaciones de derechos humanos y con peores indicadores de equidad económica y social.

La terminación del conflicto armado con las Farc quitó el principal elemento de aglutinación del establecimiento, la lucha contra el enemigo común. Y dividió a las élites entre quienes consideraban mejor un mal arreglo que un buen pleito (santismo) y los que hubiesen preferido continuar la guerra con tal de no hacer concesiones (uribismo). Como se ha señalado muchas veces, la guerra unió y la paz separó.

Sin la presencia del enemigo aglutinador no solamente se fracturó el consenso al interior del establecimiento sino que emergieron nuevas demandas y agendas represadas. Esto es lo que representan respectivamente los candidatos de derecha e izquierda que puntean hoy en día las encuestas. Duque, el establecimiento roto y Petro, las nuevas demandas. Ninguno de ellos cuenta con una mayoría sólida suficiente para ganar la Presidencia por sí solos, pero representan referentes políticos de opciones electorales claramente diferenciadas. Y esas propuestas marcarán el futuro de la política en Colombia.

Con el Centro Democrático, la derecha ha encontrado la vocería que el conservatismo había abandonado por andar dedicado al clientelismo. Y con la campaña de Petro, la izquierda logra iniciar la reconstrucción de su identidad en la época pos guerrillera.

El centro sigue siendo mayoritario, pero es una mayoría sin norte, sin líderes, sin identidad. Posiblemente los verdes tengan más opciones que el Partido Liberal de darle identidad a un centro político, pero eso está por verse. En todo caso, quienes conciben la política como un ejercicio de mecánica y maquinaria están condenados a la extinción.

La política de Colombia ha cambiado en esta campaña y es un cambio que llega para quedarse y quienes logren exitosamente ubicarse en esa política moderna e ideológica serán quienes protagonicen la lucha por el poder en el futuro, los demás podrán sobrevivir pero serán simples zombis políticos.

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