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La reforma a la salud: como Corcho en remolino

La mejor alternativa no es acabar con las EPS, sino lograr que los entes territoriales se articulen con ellas y les hagan control a los procesos de los ciudadanos.

Federico Gutiérrez
12 de noviembre de 2022

Nos ha hecho demasiado daño ese discurso –con el que se montó el actual Gobierno– que dice que nada puede estar peor. Vendiendo esta idea nociva se hicieron al poder y, al parecer, ese será el punto de partida de todas las catástrofes disfrazadas de reformas que veremos en su mandato. En Aracataca, Magdalena, el presidente Petro calificó el sistema de salud como “uno de los peores del mundo”, afirmando que la atención a los colombianos durante la pandemia fue una de los peores del planeta. Sin embargo, en el último índice en salud de la publicación The Economist, que cuenta con 37 indicadores sobre inclusión y reducción de inequidades, Colombia se ubicó en el sexto lugar, posicionándose entre los diez más inclusivos del mundo y ocupando el segundo lugar del continente americano, solo superado por Canadá. Esta es solo una muestra de que el sistema de salud colombiano es reconocido internacionalmente por su solidez.

Con la Ley 100 de 1993, el sistema de salud colombiano se transformó, eliminando el Seguro Social y creando las EPS e IPS. Esto significó un cambio positivo, soportado por cifras que evidencian que, contrario a lo que dice el Gobierno, sí podríamos estar peor –de hecho, lo estábamos antes del cambio de modelo–. La cobertura en ese entonces era del 23,5 por ciento de la población; hoy es del 96 por ciento (45 por ciento en el régimen contributivo, 45 por ciento en el subsidiado y 6 por ciento en regímenes especiales). Asimismo, se pasó de un alto endeudamiento por parte de los usuarios para pagar tratamientos en salud (4,1 por ciento de la canasta familiar) a tener uno de los menores gastos de bolsillo de América Latina y el Caribe (1,7 por ciento para 2019). Esto se evidenció también durante el momento más crítico de la pandemia: aquí las familias no tuvieron que pagar cuentas millonarias por los gastos en servicios en salud como sí ocurrió en otros países.

Sería testarudo decir que el sistema de salud colombiano es perfecto. Claro que hay retos y claro que puede ser mejor. Sin embargo, Petro y su ministra corchada pretenden acabarlo, creando la tormenta perfecta para una crisis social sin precedentes. Hoy las entidades promotoras de salud (EPS) son el actor dentro del sistema encargado de realizar la gestión del aseguramiento de los ciudadanos. Las EPS corruptas deben ser liquidadas y sus directivos deben ir a la cárcel, en eso estamos de acuerdo. ¿Pero acabarlas? No son perfectas, repito, como no es perfecto el sistema. Pero es la mejor alternativa con la que contamos.

La gestión del riesgo en salud, a cargo de las EPS, es fundamental para que el sistema no colapse. Estamos hablando de cuidar la vida. Gracias a las EPS que funcionan bien, los niños pueden ir a vacunarse de manera gratuita; las mujeres pueden hacerse exámenes para la detección temprana del cáncer de mama; los adultos mayores tienen acceso a controles regulares, en fin… Son tantas cosas, que el Estado sencillamente no puede hacerlo solo. La red pública no tiene suficiencia.

Cuando fui alcalde de Medellín, nuestra prioridad en salud fue articular al sistema; trabajar desde los entes territoriales, las EPS y las IPS públicas y privadas en la promoción y prevención. Así logramos la disminución y control del embarazo en adolescente, mejoría en las cifras de presión arterial, coberturas útiles en salud bucal, etcétera. La mejor alternativa no es acabar con las EPS, sino lograr que los entes territoriales se articulen con ellas y les hagan control a los procesos de los ciudadanos. Un plan de intervención colectiva en salud sin el seguimiento de una entidad que gestione el riesgo no cumpliría su objetivo. Desde la nación, entonces, el reto es liderar un esquema de alianzas para la articulación de los prestadores, los aseguradores y los Gobiernos locales alrededor de metas de servicio y estándares de calidad en la atención. No es eliminar actores del sistema. Es articularlos. Además, es vital trabajar por un sistema que proteja el talento humano de la salud, garantizando condiciones laborales dignas. El agradecimiento que muchos expresamos en la pandemia debe materializarse en mejores condiciones laborales a todo el talento humano de la salud.

Presidente Petro, reconocer lo bueno que se ha hecho y construir sobre lo construido es mucho más sensato y efectivo para seguir sumando logros a los propósitos del país. La impertinencia de descartarlo todo, criticar injustamente a quienes tanto han trabajado desde distintos sectores y creerse poseedor único de fórmulas salvadoras (que deberían ser mejor planes concretos) es una actitud muy peligrosa. La historia está llena de ejemplos de aquello en lo que se convierte una sociedad cuando es liderada con arrogancia. La humildad y la escucha son ingredientes esenciales en los liderazgos que necesita el país y el mundo en estos momentos.

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