OPINIÓN

La salud mental en Colombia ¿mejora o empeora?

La construcción de una sociedad basada en el “buen vivir”, exige alternativas innovadoras; con modelos de vida justos, inclusivos y armónicos.

12 de febrero de 2021

Quiero empezar dejando en claro, que mi intención al escribir esta columna no es solamente tocar el ya bastante utilizado concepto de salud mental, que muchos hemos venido debatiendo inclusive antes de la pandemia de covid-19; sino también seguir insistiendo en que invertir en salud mental, es rentable para todos. Pues ahora más que nunca sabemos que aspectos como el confinamiento obligatorio, la situación sanitaria y el impacto socioeconómico, son componentes subyacentes que han venido afectado de una forma drástica el bienestar individual y por ende la calidad de vida de los colombianos.

Pues bien, el escritor e investigador Richard Layard en su libro Hapinness (Felicidad), nos recuerda que el estar deprimidos, angustiados, estresados o con miedo; en pocas palabras: tener una salud mental deteriorada; nos hace muchas veces más infelices que la misma pobreza. Y a su vez explica muy coherentemente la correlación entre pobreza y felicidad; entendiéndose la felicidad como una emoción positiva que sirve de agente protector en la salud mental.

¿Pero qué tan felices y satisfechos emocionalmente vivimos los colombianos? ¿Cómo está nuestra salud mental? Revisando la última encuesta en Salud Mental realizada por el Ministerio de Salud y Protección Social (2015), se encuentra el reporte que un 52,2 % de los adolescentes encuestados tenían de 1-2 síntomas de ansiedad y respectivamente un 52,9 % era reportado en los adultos. No sobra mencionar que la ansiedad puede producir diferentes síntomas fisiológicos y conductuales tales como: sensaciones de tensión, inseguridad y niveles altos de preocupación.

Respecto a síntomas depresivos un 80,0 % de jóvenes presentaban de 1-3 síntomas y respectivamente un 80,2 % era reportado en los adultos. Vale la pena recordar que la depresión puede en muchos casos conducir al suicidio, y en afectaciones más leves altera la productividad laboral, escolar, familiar o social.

Otros reportes realizados recientemente en Colombia indican una correlación entre salud mental y aspectos como: la pobreza, crisis económicas, desplazamientos forzados, masacres y violencia intrafamiliar. Estos reportes también hacen referencia al impacto negativo de este trastorno en diferentes esferas de las personas, principalmente en la vida personal , familiar y en productividad laboral.

Al preguntarle a algunos colombianos sobre lo que piensan cuando escuchan el término salud mental; existen reportes donde las respuestas hacen alusión a buena salud física, dormir, descansar, sensación de paz, ausencia de estrés y de sufrimiento. Pero lo desalentador aquí es ver que sentimientos como miedo, tristeza, agotamiento, inseguridad y desesperanza; son los que vienen ocupando un innegable lugar en la cotidianidad de muchos.

Ante estas problemáticas de carácter psicosocial y cuando una gran parte de la población empieza a reconocer en sí mismo esas emociones negativas, hablamos en términos de una sociedad que no está saludable...que se está enfermando.

Pero como menciono anteriormente, el mismo Ministerio de Salud, reconoce el problema de salud pública asociado a la salud mental, así mismo como muestra en sus estadísticas el deterioro significativo de la misma; pero... ¿por qué siguen los colombianos sintiéndose mal? ¿Por qué la salud mental alcanza actualmente su pico? ¿Qué ha fallado? Son realmente suficientes las acciones de mitigación que se realizan en la actualidad? ¿Cuál es la hoja de ruta en salud mental más efectiva?

Soy consciente de que son muchas respuestas que quisiera escuchar. Al mismo tiempo prefiero tratar de reflexionar sobre lo complejo de esta problemática expuesta; que además se presenta en un país plural y diverso como lo es Colombia. En un país donde se vive el duelo constantemente; bien sea por los miles de colombianos que desafortunadamente han muerto a causa de covid-19, por masacres, desplazamientos forzosos,racismo, por exigir sus derechos o por estar en el lugar equivocado cuando un atentado sucede. Y es precisamente esta complejidad lo que hace indispensable el planteamiento de más lineamientos y estrategias que sirvan para orientar las ya existentes políticas públicas en salud mental; pero también se necesita que esas políticas públicas respondan a las necesidades reales y actuales de los diferentes territorios, para poder garantizar el acceso a la salud a todos.

Las políticas públicas también deben posibilitar acciones encaminadas a la promoción y prevención en salud mental y al fortalecimiento de las instituciones encargadas de velar por el bienestar de la salud integral, para que estas puedan asegurar el acceso a tratamientos y rehabilitación en trastornos mentales y emocionales entre otros.

Quiero terminar diciendo que la construcción de una sociedad basada en el “buen vivir”, exige alternativas innovadoras; con modelos de vida justos, inclusivos y armónicos; que den cabida a la esperanza, proyectos de vida, a sentirnos que somos tratados con justicia y equidad; pero, sobre todo: que permitan sentirnos felices y satisfechos; porque al final de cuentas es eso lo que nos ayuda a tener una buena salud mental y una calidad de vida.

*Psicóloga Clínica

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