OPINIÓN

La verdad de las mujeres negras cuenta

Ana María Ruiz le cedió su columna a líder social Clemencia Carabalí, bajo la campaña #UnLiderEnMiLugar, con ocasión de la presentación de su informe “Voces valientes” ante la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
15 de julio de 2019

“Haciendo resistencia hemos podido vivir, avanzando en los procesos de nuestra región. Mujeres de ASOM, caminamos con tesón, sanando las heridas que la guerra nos sembró”. Este es el coro de la canción Resistiendo a la violencia, que compusimos para el que fue un día histórico para nosotras. Esta semana, las mujeres de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca (Asom) presentamos junto a la organización internacional Women’s Link Worldwide el informe Voces Valientes a la Comisión de la Verdad. 

Para nosotras es muy importante que nuestras voces y, sobre todo, nuestra verdad sean escuchadas. Se ha hablado y se ha escrito mucho sobre el conflicto en el norte del Cauca, pero no sobre lo que nos pasó, y sigue pasando, a las niñas y a las mujeres negras del territorio, ni cómo hemos resistido al conflicto armado. Esta vez somos nosotras las que contamos nuestra verdad e historia porque tenemos derecho a ser negras y vivir en libertad. 

Voces Valientes es el resultado de un trabajo colectivo que comenzó hace tres años y que documenta y analiza los impactos que el conflicto armado colombiano nos ha generado a las niñas y mujeres  afrodescendientes de Buenos Aires (Cauca) entre 1985 y 2019.

En el Informe contamos nuestros testimonios sobre la violencia y acoso sexual del que hemos sido víctimas. Por ejemplo, durante la ocupación paramilitar del Bloque Calima de las Autodefensas, estos hombres se adueñaron de nuestras casas y nos exigían lavarles y servirles. Se referían a nosotras con insultos racistas y decían que las negras solo servíamos para la cama y la cocina. Vivíamos, además, con miedo de ser violadas.

Debido a la presencia de los paramilitares y a los enfrentamientos entre el Ejército y las Farc, muchas tuvimos que desplazarnos a las ciudades en busca de mejores oportunidades, pero no las encontramos. Éramos mujeres productivas que trabajábamos y ganábamos nuestro dinero con la agricultura y la minería ancestral, pero la única salida que encontramos fue en el trabajo doméstico donde sufrimos acoso y violencia sexual, racismo, discriminación y violación de nuestros derechos laborales. No es una casualidad, este es un oficio que ha sido asignado a las mujeres y, sobre todo, a las mujeres negras. 

La presencia de actores armados sumado al desplazamiento forzado también dificultó el que pudiéramos estudiar. Los paramilitares y las Farc iban a los colegios a molestarnos y a hacer reuniones. En el camino al colegio había retenes y nos preguntaban quiénes éramos y si habíamos visto a alguien del bando opuesto. El no poder estudiar es una situación que se repite generación tras generación y hace que las comunidades afrodescendientes sigamos excluidas de la educación y de buenos trabajos. Sin embargo, algunas no nos detuvimos: las mayores asistimos, arriesgando nuestras vidas, a la escuela nocturna o sabatina y las niñas íbamos a estudiar en medio de retenes y de combates. Algunas logramos graduarnos. 

Y es que siempre hemos resistido y encontrado formas para que, en la medida de lo posible, la guerra no entre a nuestras casas ni afecte a nuestros seres queridos. En el informe recogemos algunas de esas experiencias como la formación de un grupo musical llamado Avances, que crearon las mayoras para evitar el reclutamiento de sus hijas e hijos por los paramilitares; y para fortalecer y transformar nuestra organización ASOM que, entre otras cosas, visibiliza y reconoce el trabajo de las mujeres negras y su papel en el cambio social y desarrollo de la región. 

Aunque no podemos hablar de una guerra en pasado, pues en nuestro territorio el conflicto armado sigue vigente con la presencia de grupos armados y las amenazas que seguimos  recibiendo, tenemos la esperanza de que la Comisión incluya nuestra verdad en su informe final y que reconozca que en medio del conflicto tenemos unas afectaciones particulares por ser mujeres y por ser negras. Para nuestra comunidad sería reparador que el informe final tenga un capítulo étnico en el que se tengan en cuenta las experiencias de las niñas y mujeres afrodescendientes, porque sin nosotras la historia del conflicto armado en Colombia seguirá incompleta. 

* Es un honor ceder mi espacio semanal a Clemencia Carabalí, vocera de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca (ASOM), con ocasión de la conmovedora presentación de su informe “Voces valientes” ante la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad. Rodear estos cantos poderosos y proteger a estas mujeres valientes es una obligación del Estado y un deber para que no perdamos la esperanza en la verdad y la esquiva reconciliación en Colombia. 













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