OPINIÓN
La verdad que nos debe la Farc
Que el próximo senador Iván Márquez explique qué pasó con la oferta de 300 millones de dólares de Chávez. Que divulgue el papel del régimen en apoyo a la organización.
A la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), no le fue nada bien en las elecciones del domingo 11 de marzo. Apenas 52.539 colombianos votaron por su lista de Senado. Confirma que el pueblo nunca se vio representado por el autodenominado Ejército del Pueblo. No sé quiénes estaban más sorprendidos: los dirigentes farianos que se imaginaban centenares de miles -¿millones?- de votos o quienes durante meses pronosticaban la toma del Congreso del nuevo partido Farc. El temido PC3, el partido comunista clandestino colombiano anunciado con bombos y platillos por alias Alfonso Cano en los años del Caguán, resultó un fiasco. En su momento de auge propagandístico -tanto por la guerrilla y la extrema derecha- al PC3 se le asignaba una presencia nacional significativa.
La Farc atribuye su debacle electoral a las dificultades que tuvo para hacer campaña en plaza pública. Pura carreta. Lo que les faltó de presencia física, la suplieron con publicidad pagada y gratuita. Tuvieron gran exposición mediática, mucho más que la mayoría de sus rivales. El problema fue otro. Elemental. Subestimaron al pueblo colombiano, que no ha olvidado ni perdonado aún décadas de terror y secuestros. Qué mejor manera de cobrarles su indiferencia y arrogancia, que castigarlos en las urnas.
En su prepotencia, los dirigentes de las Farc nunca entendieron el orden lógico de las cosas: pedir perdón, confesar sus crímenes, reparar, pagar la pena y luego participar en política. Ahora, el 20 de julio asumirán 10 curules en el Congreso, con un respaldo popular del 0,005 por ciento.
Antes de posesionarse como servidores públicos y comenzar en pleno su actividad política y proselitista, sería útil que develaran quiénes fueron sus patrocinadores, financiadores y aliados por tantos años. Sería un gesto mínimo de transparencia que conociéramos, por fin, cómo eran las relaciones de la guerrilla con el Partido Comunista Colombiano (PCC) y otras agrupaciones y sus vínculos con gobiernos extranjeros como Venezuela y la difunta Unión Soviética. En fin, la Farcpolítica y la Farcdiplomacia.
Según se desprende de cables diplomáticos de la embajada de Estados Unidos de los ochenta y noventa (revelados por WikiLeaks), no había separación entre las Farc y el Partido Comunista. Era tanta la influencia del segundo, que en 1989 evitó el fusilamiento de Carlos Enrique Cardona, alias Braulio Herrera, por masacrar a 100 de sus hombres. El partido intercedió ante el secretariado, dice el cable del 14 de noviembre de 1989, para que su pena fuera ser expulsado de las Farc. El partido habría enviado a Herrera luego a Moscú con una beca de estudiante.
En una serie de comunicaciones diplomáticas, el entonces embajador Morris Busby informa a sus superiores sobre el presente y las perspectivas de las Farc. En un documento del 12 de febrero de 1992, narra sobre los esfuerzos de los dirigentes del PCC de lograr un mayor control de la guerrilla. Y cita como actores clave a alias Raúl Reyes, miembro del secretariado, y a Miller Chacón, secretario del PCC. En otro cable del 23 de febrero de 1992, se dice que Reyes está “vinculado a la facción más radical e influyente del partido, liderada por Manuel (sic) Cepeda”. El Estado colombiano fue condenado posteriormente por los asesinatos de Chacón, por falta de protección, y del senador Cepeda, cuyo crimen fue declarado de lesa humanidad por la Fiscalía. En aras de la verdad histórica, sería útil que los exguerrilleros y futuros congresistas reconocieran cómo fue su relación con el PCC y otros movimientos. Y de paso explicaran por qué bautizaron un frente ‘Manuel Cepeda’.
Otra incógnita es cuál fue y es su relacionamiento con el gobierno bolivariano de Venezuela. Como honorables legisladores y representantes del Estado colombiano es su obligación contar todo. Lo contrario es traición a la patria.
La Farc sabe que los correos y los documentos encontrados en los computadores de Raúl Reyes, Mono Jojoy y otros son verídicos. Que la Corte Suprema no los valiera como prueba por una leguleyada, no los desmiente. Muchos de los datos e informaciones han sido corroborados por terceros. Es hora de que se sinceren. Que el próximo senador Iván Márquez explique qué pasó con la oferta de 300 millones de dólares de Hugo Chávez. Que divulgue qué papel ha jugado Ramón Rodríguez Chacín y otros hombres fuertes del régimen venezolano en apoyo a la organización.
La Jurisdicción Especial para la Paz abrió sus puertas al público el jueves. Ya no hay excusa para que los 10 privilegiados de ocupar una curul en el Capitolio no se presenten de inmediato. El tiempo apremia. n