OPINIÓN
La verdadera paz total: ¿Por qué no pensar en un Nayib Bukele en Colombia?
En El Salvador sí es verdad que el Estado está sometiendo a los delincuentes, y no que los delincuentes estén sometiendo al Estado.
El ruido de la reforma tributaria está haciendo pasar de agache un tema todavía más preocupante para el futuro de Colombia. Para todos era claro que la política de seguridad de Colombia iba a cambiar con Petro al mando, pero lo que estamos viendo hoy es el inicio de la victoria total de los delincuentes por encima de los ciudadanos.
Son muchos los anuncios que hacen temer lo peor: “Regiones de paz”, similares a la Zona de Distensión del Caguán; desmonte del servicio militar obligatorio; barrida de generales del Ejército y de la Policía; modificaciones al mecanismo de la extradición; y, finalmente, la “paz total”, es decir, ese plan para que todos los grupos delincuenciales se desmovilicen a cambio de enormes beneficios.
Explicaré por qué es preocupante: hasta hoy, el derecho de las cosas es que los grupos armados ilegales se sometieran al Estado. El proceso de paz con las Farc hizo que ese principio empezara a invertirse, y fuera el Estado el que se sometiera a los violentos. Por eso vemos a senadores de las Farc que tienen delitos de lesa humanidad a sus espaldas, y, sin embargo, están libres sin pagar condena alguna: el Estado se arrodilló ante ellos.
La llamada “paz total” de Petro agudiza aún más este sometiendo del Estado. Detengámonos en el anuncio de modificar la extradición para “garantizar la verdad” a las víctimas. ¿No era esto lo que se prometía en el Pacto de la Picota, es decir, frenar la extradición de los más grandes delincuentes del país a cambio de no se sabe qué? Aquí están poniendo por encima los intereses de los criminales, pese a que se quiere enmascarar todo como supuestas garantías para la paz y las víctimas.
Algo similar sucede con las zonas de paz, el proyecto para despejar de fuerza pública nueve zonas del país y de darle facultares a los alcaldes para que dialoguen directamente con los delincuentes. ¿Acaso no recordamos todo el horror de las zonas de distensión de las Farc? Un solo milímetro del territorio nacional sin Fuerza Pública es una gran noticia para los delincuentes. En su momento, las Farc aprovecharon esta ventana para seguir narcotraficando y escondiendo secuestrados, sin mencionar que era una retaguardia táctica para su estrategia militar. Ese horror volverá, pero multiplicado por nueve ahora.
El proyecto de “paz total” será vendido como la única alternativa posible para pacificar a un país que todavía se sacude día a día con masacres, narcotráfico y secuestros. ¿Pero es verdad que es la única forma?
Quiero atraer ahora la atención sobre la figura de Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, quien llegó al gobierno de dicho país con la promesa de combatir el fenómeno de la Mara Salvatrucha, la pandilla más grande del mundo con más de 70.000 hombres y mujeres sembrando el terror en ese país.
Bukele no pensó en una paz total al estilo petrista: jamás prometió despejarle zonas de El Salvador a las pandillas, ni suspender los procesos judiciales en su contra, ni mucho menos ofrecerles impunidad, curules y dinero a cambio de que dejaran de violar la ley mediante el terror. Lo que hizo fue tener mano dura.
En su proceso de combatir de frente a las pandillas, Bukele logró la captura de más de 50.000 delincuentes, lo que de inmediato produjo una caída en todos los delitos que se reportaban en el país centroamericano. Por ejemplo, El Salvador ha llegado a reportar más de 100 días sin homicidios en el presente año, un récord envidiable para Colombia, pero que se ve lejano con el proyecto petrista a raíz del empoderamiento de los grupos armados ilegales ante un Estado complaciente, debilitado y arrodillado.
En El Salvador sí es verdad que el Estado está sometiendo a los delincuentes, y no que los delincuentes estén sometiendo al Estado.
Estas medidas de mano dura tienen un amplio respaldo ciudadano, pues el 89,3 % de la población de El Salvador considera que la campaña de seguridad de Nayib Bukele sí ha promovido la paz y la tranquilidad en dicho país al controlar la delincuencia. Llegará el punto en el que las pandillas terminen sometiéndose de manera total, sin condiciones, curules o impunidad frente a delitos de lesa humanidad.
¿Por qué es descabellado pensar algo así para Colombia? El país ha atravesado momentos complejos y su conflicto es incomparable respecto a fenómenos como el del pandillismo, sin embargo, cuenta con una institucionalidad fortalecida, una Fuerza Pública poderosa y también, de manera fundamental, la vigilancia de incontables ONG, activistas y verificadores de Derechos Humanos, para que un plan de seguridad con plenas garantías pueda hacerse. Lo único que falta es una voluntad política que claramente el presidente Petro no tendrá.
Colombia debe lograr de una vez por toda la pacificación de su territorio y puede lograrlo con un Nayib Bukele que enfrente con decisión, no con titubeos y de rodillas, a los grupos armados ilegales.