OPINIÓN

¿A quién importan los policías muertos?

Los paros en Bogotá opacaron un atentado que evidencia el poder de las nuevas Farc-EP, con el sanguinario Mayimbú a la cabeza, y el absurdo de señalar a Duque como el culpable de los crímenes de líderes sociales entre las razones para marchar.

Salud Hernández-Mora, Salud Hernández-Mora
30 de noviembre de 2019

No merecía una muerte así. Era un hombre bueno, respetuoso, trabajador. Me voy a morir adorándolo”. El asesinato de José Norbey Muelas en el salvaje atentado de Santander de Quilichao, el pasado viernes 22, unido a la pérdida de otro amigo del alma y de la grave enfermedad que padece, han sumido a Lina en una espiral depresiva que amenaza con aniquilar sus exiguas fuerzas. Ya siente que no puede sobrellevar sola el dolor. Le hiere, además, la indiferencia general, que la tragedia de “Muelas”, como todos le conocían, y los otros dos policías asesinados, enseguida caiga en el olvido y apenas concite solidaridad.

Lo conoció en 2013, en El Bordo, un polvorín caucano. Ella llegó de  subcomandante de la estación y él era el conductor. Alguien reveló en el pueblo que la nueva oficial había pertenecido a la Guardia Presidencial de Uribe y las Farc la convirtieron en objetivo militar. La recibieron con un bombazo, vivió otros dos atentados y le mataron tres policías. Trasladada después a Medellín, viajaba por carretera cada 15 días, jugándose la vida, con tal de visitar a Muelas. “Me enamoré perdidamente de ese hombre. Hicimos planes de casarnos, tener hijos, hasta que llegó el cáncer. Y después la bomba”.

Le extirparon un riñón y el útero. Ya no podía desplazarse por carretera ni instalarse en Popayán para estar más cerca de su novio, por el severo tratamiento que requería. Poco a poco se evaporaron los sueños de una vida en común y debieron conformarse con ser grandes amigos.

“José Norbey es el segundo hijo que pierde su mamá a manos de la guerrilla. También las Farc le mataron al esposo. Solo le queda un hijo vivo. Está destrozada”, comenta. “Y a mí me está matando la depresión, me tiene consumida en una tristeza infinita”.   

José Norbey Muelas nació hace 33 años en Morales y deja huérfano a un niño de 10 años. Policía de vocación, conocía su Cauca natal como la palma de su mano, siempre al volante. En sus últimos años de vida manejaba las camionetas del comandante y subcomandante de la Policía Nacional del convulso departamento.

“Le gustaba mucho su trabajo, era un hombre leal, discreto, valiente, no conocía el miedo, se le medía a todo”, rememora Lina. “Estaban esos días en Santander de Quilichao, con el coronel Roberto Moreno, por el paro del 21. Temían que cortaran la Panamericana y debían evitarlo”.

Los paros en Bogotá opacaron un atentado que evidencia el poder de las nuevas Farc-EP, con el sanguinario Mayimbú a la cabeza, y el absurdo de señalar a Duque como el culpable de los crímenes de líderes sociales entre las razones para marchar.

La misma razón por la que enviaron a un contingente del Esmad, que permaneció diez días durmiendo en carpas en el patio de la estación. Si no deciden mandarlos a Cali el 20 por la noche, con la misión de contrarrestar los brotes de violencia que todos anticipaban, habríamos lamentado una masacre más espantosa de las disidencias de las Farc-EP, bajo el mando de Mayimbú. Es la única banda terrorista, en el norte del Cauca, con capacidad de ejecutar una barbarie semejante, a solo 45 minutos de Cali.

Planearon la venganza contra la Policía por los golpes que les han propinado. Cortaron la energía del pueblo y lanzaron cinco tatucos. Solo estallaron tres, suficientes para asesinar a los policías Muelas, Danilo Canacuán y Roy Fernández, y herir a una adolescente y siete uniformados.

Los paros en Bogotá opacaron un atentado que evidencia el poder de las nuevas Farc-EP, con el sanguinario Mayimbú a la cabeza, y el absurdo de señalar a Duque como el culpable de los crímenes de líderes sociales entre las razones para marchar. El grave problema no solo viene de décadas atrás sino que ha seguido vivo y coleando por los innumerables errores del proceso de paz.

Lo que no puede negar la JEP es su responsabilidad en la excarcelación de Mayimbú, pese a las voces que advertían de su peligrosidad. Culpable de las matanzas de la candidata Karina García, su mamá y cuatro acompañantes, y de la líder Cristina Bautista y cuatro guardias indígenas, que causaron una ola de indignación tan estruendosa como fugaz, jamás tuvo intención de abandonar las armas.

Guerrillero desde los 14 años, secuestrador y asesino de gatillo fácil, fue instructor de Fuerzas Especiales de las Farc y parte de su familia ayuda en sus vueltas criminales.

Aunque secuestró después del acuerdo de paz y lograron capturarlo, le abrieron las puertas de la cárcel, donde penaba 35 años de condena por el plagio. Resulta irónica una foto donde aparece con otros guerrilleros presos, sujetando una pancarta que reza “Paz con justicia”, cuando exigían salir en libertad por el pacto Gobierno-Farc.

En un reciente comunicado, su grupo declara no aceptar el mando de Iván Márquez, al que bautizan como el “Judas de la revolución”, lo que puede suponer más asesinatos por el control del narcotráfico.

Y luego culpan a Duque de los crímenes de las nuevas Farc. Descarados.

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