OPINIÓN

Las decapitaciones del Bajo Cauca

El país ha visto asombrado una serie de decapitaciones y masacres que viene ocurriendo en el Bajo Cauca antioqueño. La primera sucedió a finales de diciembre de 2019, en Zaragoza, sobre el río Nechí. Luego, hace unas horas ocurrieron otras dos en Caucasia. La última decapitación en el Bajo Cauca tuvo lugar en la vereda El Toro de Caucasia.

Ariel Ávila, Ariel Ávila
22 de enero de 2020

Esta vereda ha estado bajo control de las AGC o Clan del Golfo, que se encuentra en una disputa con los Caparrapos, el ELN y las disidencias de las Farc en diferentes lugares del Bajo Cauca. Los Caparrapos tienen control en Piamonte, a tan solo 15 minutos del Toro. De hecho, en Piamonte se dice que está toda la comandancia de los Caparrapos.

La madre de uno de los asesinados, desde la desaparición de su hijo manifestó que dos hombres se movilizaban en una moto con destino al casco urbano de Caucasia con el fin de adquirir repuestos para su moto. En dicha vereda existe una restricción impuesta por el Clan del Golfo que prohíbe el tránsito de personas entre las 6 pm y las 6 am de la mañana, por lo que el móvil, asume su madre, podría estar relacionado con la violación del toque de queda por parte de los jóvenes, que emprendieron su ruta a las 5 am, una hora antes de lo permitido.

Sin embargo, las comunidades que están sobre la vía que de Caucasia conduce a El Bagre (entre ellas las del desvío hacia el caserío del Toro, donde se encontraron los cuerpos esta semana), hablan de una posible disputa por esta vía entre AGC y Caparrapos, por lo que la muerte también podría haber sido ejecutada por los Caparrapos, quienes serían también responsables de la decapitación en las afueras del Bagre.
Tanto el Clan del Golfo como los Caparrapos eran socios y desde 2017 estalló una guerra, la cual ha sido de las más duras que ha vivido la región. En 2019, sobre mediados de año, se llegó a un pacto, pero desde diciembre, la guerra nuevamente comenzó. Esta vez, como dijo un miembro del Clan del Golfo “vamos hasta el final”. No habrá pactos, será una guerra hasta que maten al último.

Cabe resaltar que los cuerpos estuvieron expuestos un día sin que la fuerza pública hiciera el levantamiento. Tres fuentes confirmaron que existe una alianza entre sectores de la fuerza pública en la zona y las AGC, atacando a Caparrapos, este último está aliado con disidencias y ELN en algunos lugares.

Actualmente, el Clan del Golfo tiene control absoluto en el sur de Córdoba, excluyendo cuatro veredas de San José de Ure en límites con Antioquia, específicamente las que limitan con la Caucana. En concordancia, la Caucana está en disputa. Por su parte los Caparrapos mantienen control en algunas veredas de Tarazá y Cáceres, donde tiene su base principal en la isla del río Cauca, cerca de Piamonte y Riosanto. Caucasia, capital del Bajo Cauca, está en su mayoría en disputa, de hecho, las investigaciones confirman que en el casco urbano aún se mantiene la doble tributación. Es decir, los comerciantes y en general hasta funcionarios públicos les pagan a ambos grupos. Todo el mundo está extorsionado.

Existe una alianza de ELN y disidencias de Farc con Caparros. Las disidencias serían reductos de lo que fue el frente 18 de las Farc y harían presencia en el Bajo Cauca por la entrada de Ituango hacia Tarazá, zona donde se presentaron las denuncias de reclutamiento finalizando diciembre de 2019.

Pero esta no es una guerra normal, tres hechos nos muestran uno de los peores escenarios del crimen organizado. Por un lado, es una guerra donde los indicadores de homicidios no son tan altos. A eso se le llaman homicidios ejemplarizantes. Ya no matan 30 o 40 personas, sino más bien dos o tres, con una gran sevicia. Con ello, causan el mismo efecto: someten la población a través del miedo. En la siguiente gráfica se ve el homicidio en la subregión del Bajo Cauca, nótese cómo el homicidio bajó en 2019 comparado con 2018. Esto significa que el crimen racionaliza la violencia.

La otra particularidad es que las decapitaciones son una práctica bastante común en México, de hecho, en esa zona hay presencia de emisarios de carteles mexicanos, existe la posibilidad, por ende, que se estén copiando algunas prácticas criminales.
Por último, los niveles de corrupción son increíbles. La institucionalidad trabaja para uno u otro bando. Es tal el descontrol que el martes 21 de enero, un día después de que en la zona estuvieron el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, y el presidente Duque, se presentó un combate en el corregimiento de El Guarumo municipio de Tarazá. No hay control de nada.

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