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Luis Carlos Vélez Columna Semana

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Las distracciones de Petro

Ese discurso de cambiar las reglas de juego es digno del mal perdedor y una confirmación de que el presidente desconoce el concepto de lo que es realmente gobernar.

Luis Carlos Vélez
23 de marzo de 2024

En el universo del presidente Gustavo Petro nada es lo que parece y por eso el análisis de lo que pasa en el Gobierno debe pasar más por lo que no se dice que por lo que realmente se dice. Me explico.

Para empezar a entender lo ocurrido en los últimos días, hay que dejar algo en claro: bajo las actuales condiciones de popularidad y gobernabilidad, sumado a los tiempos, es imposible que Gustavo Petro logre la constituyente que está proponiendo. No hay un solo especialista o analista serio que hoy crea que hay espacio político y tiempo suficiente para que el presidente saque adelante un cambio de Constitución. ¿Entonces para qué lo hace? Ese es el tema.

La verdad es que Gustavo Petro pasa por el peor momento desde el inicio de su administración y con estos casi dos años de trabajo es claro que es mucho mejor político que gobernante. Los verdaderos titulares de esta semana que acaba de pasar son tan terribles como reveladores: El alto comisionado de paz aceptó que el proceso de paz con las disidencias de las Farc no funcionó; la Asociación de Pacientes de Colombia denunció que no hay medicamentos en el país; el clan Torres, supuesto financiador de la campaña presidencial, acumula contratos por más de 180.000 millones de pesos, e Iván Mordisco dio a entender que las Farc apoyaron a Petro en campaña. Tremendo.

La muy difícil situación de orden público y económica por la que atraviesa el país habría llevado al presidente a buscar un tema tan grande y escandaloso que pudiera opacar la gravedad de la realidad nacional y su muy pobre desempeño. Y, para eso, qué mejor que poner en duda la estructura del funcionamiento del Estado: la Constitución.

Gustavo Petro es experto en política; es, tal vez, el político en ejercicio más efectivo que actualmente tiene el país. Nadie como él sabe qué hacer para mover los sentimientos de las masas y cómo llamar la atención de los medios de comunicación que cada vez tienen menos coherencia editorial y más dependencia de las redes sociales.

Petro es el rey de los señuelos y los sentimientos, pero al mismo tiempo sus virtudes en los menesteres de la política son inversamente proporcionales a su capacidad de administración de la política pública. Para eso solamente vale la pena ver la ejecución del presupuesto nacional, que el año pasado fue de 86 por ciento, según el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana; es decir, 4 puntos porcentuales menos que el promedio histórico. El presidente es un gran candidato y un muy cuestionable mandatario.

La discusión sobre una constituyente tiene la virtud para el jefe de Estado de ponerlo en el terreno de la discusión sobre lo divino y lo humano, y lo aleja de rendirles cuentas a los colombianos sobre lo que realmente está haciendo. El inerte debate de cambiar las reglas de juego le permite crear la narrativa de que vivimos bajo un sistema corrupto que no permite adelantar los cambios que el pueblo exige. En el terreno de la indignación, él es campeón.

Pero hay que entender que ese discurso de cambiar las reglas de juego es digno del mal perdedor y una confirmación de que el presidente desconoce el concepto de lo que es realmente gobernar, que se define como la capacidad de lograr acuerdos en las diferencias, de avanzar en las concesiones, el diálogo y la democracia. Evidentemente, Gustavo Petro prefiere la autocracia, que es la forma de gobierno en la cual la voluntad de una persona es la suprema ley.

Lo mejor para el país entonces es no caer en ese debate inerte de la Constituyente. La discusión que el presidente propone es a todas luces un megaglobo para distraer la atención nacional de los fracasos y consecuencias nefastas que las acciones e inacciones de esta administración, plagada de activistas y manipuladores de redes sociales, que no saben gobernar. Entrar en ese espacio es jugar a lo que Gustavo Petro quiere y es anticipar la campaña presidencial desde el púlpito y el presupuesto del Gobierno para aprovechar una atomizada y desfinanciada oposición. Así de claro: así el presidente hoy no hable de reelección en su constituyente, su verdadera intención es mantenerse directa o indirectamente en el poder.

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