ESTEBAN PIEDRAHITA

OPINIÓN

Las lecciones de Esther Duflo

Duflo aporta evidencia sobre cómo los migrantes, al aportar nuevas capacidades e impulsar la demanda, más que fomentar el desempleo, lo reducen, sobre todo cuando se les brindan facilidades para trabajar.

23 de febrero de 2021

Un aspecto positivo de estos complejos meses de pandemia fueron las “visitas” virtuales a Colombia de la economista Esther Duflo, quien fue conferencista en el congreso de la Andi en agosto y en el Hay Festival de Cartagena (de acceso gratuito) en enero pasado. Duflo, profesora del MIT, es hoy una de las estrellas más brillantes del firmamento económico. En 2019 recibió el Premio Nobel de Economía—en conjunto con su colega y marido Abhijit Banerjee y Michael Kremer, profesor de la Universidad de Chicago—, convirtiéndose en la galardonada más joven de la historia y la segunda mujer con esa distinción.

El mayor aporte de Duflo y sus colegas al avance del conocimiento económico es la utilización de ensayos controlados aleatorios—como los que se usan para comprobar la eficacia de las vacunas contra la covid— para verificar el impacto de medidas de reducción de pobreza. La aplicación de estas herramientas experimentales ha contribuido a esclarecer muchas de las cuestiones que rodean a este enorme y apremiante desafío, e incluso a comprobar los errores y limitaciones de la teoría económica convencional una vez aplicada en el terreno.

Con los grandes retrocesos en pobreza y equidad que ha ocasionado la pandemia en Colombia y el mundo, las lecciones de Duflo resultan particularmente pertinentes. La más importante quizás es que se yerra cuando se da prioridad al crecimiento del PIB a expensas de otras variables socioeconómicas. Aunque útil para sintetizar aspectos clave del desempeño económico, el PIB no deja de ser una abstracción (“no se puede comer PIB”) sobre cuyo crecimiento la disciplina económica no ofrece demasiadas luces, más allá de generalidades como la necesidad de un manejo macroeconómico responsable. La noción de que reducir impuestos conduce a mayor crecimiento, por ejemplo, tan difundida en nuestro medio, no está validada empíricamente. Sí lo está, en cambio, que causa mayor desigualdad.

Duflo cree que haríamos mucho mejor en concentrarnos sobre medidas de bienestar más concretas y medibles como son la expectativa de vida, la mortalidad infantil, el logro educativo, etc., que no solo reflejan de mejor manera lo que las personas consideran más importante, sino sobre las que sí pueden los economistas y expertos hacer recomendaciones eficaces. Además, mayores niveles de bienestar, capacidades y capital humano activan el crecimiento económico.

Otra perspectiva valiosa de Duflo, especialmente oportuna en momentos en que los gobiernos están realizando giros monetarios sin precedentes a sus ciudadanos más pobres, es que no hay ninguna evidencia de que estos giros desincentiven el trabajo. Incluso en países como EEUU, donde en ciertas regiones los giros han sido significativamente superiores a los salarios promedio, la gente no ha buscado salir del mercado laboral. El sentido de dignidad que aporta el trabajo va mucho más allá del ingreso. No obstante, como la sabiduría convencional indica que este tipo de ayudas sí generan estos desincentivos, desde épocas victorianas todos los países han diseñado redes de protección social excluyentes y que generan un estigma a quienes se beneficien de ellas.

Duflo también aporta evidencia sobre cómo los migrantes, al aportar nuevas capacidades (los que han llegado a nuestro país desde Venezuela, por ejemplo, tienen un año más de escolaridad que el colombiano promedio) e impulsar la demanda, más que fomentar el desempleo, lo reducen, sobre todo cuando se les brindan facilidades para trabajar. A la luz de la evidencia, la decisión del Gobierno Duque de normalizar a los venezolanos en Colombia constituye un enorme acierto, no solo moral, sino también económico.

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