Opinión
Las locas propuestas de Petro
Afortunadamente, las voces de los empresarios y de los líderes de los gremios empiezan a escucharse, porque no tiene sentido que Petro siga proponiendo disparates sin ser interrogado, y qué mejor que los empresarios lo hagan.
Al candidato Gustavo Petro no le importa decir mentiras con tal de ganar la presidencia. Con descaro, en la solapa de su libro Una vida, muchas vidas, dice haber participado en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, pero no aclara en calidad de qué estuvo en ese proceso político de trascendental importancia para el país. La verdad es que Petro no fue constituyente. Sin embargo, engaña, porque en su megalomanía no quiere quedarse por fuera de la historia y, por esta razón, deja ese dato impreso en la solapa de su libro en un claro ejemplo de cómo es que se “reescribe” la historia. En el afán de convertirse en un personaje relevante para la humanidad (porque en su egolatría Colombia se le queda muy chiquita), Petro ha adoptado un estilo político con el que posa de ser un hombre muy avanzado para los tiempos en los que vivimos. Bajo ese pretexto, disfrazado con una falsa humildad, señala a sus contrincantes de ignorantes y retrógrados.
Por eso se empeña en lanzar propuestas absurdas como la de dejar de producir petróleo, para que Colombia se abstenga de la extracción de la tierra y se convierta en una economía en la que “en lugar de azadón, se utilicen los cerebros”.
Al lograr la lógica oposición a sus disparatadas propuestas por parte de los economistas, políticos y la opinión pública, Petro contraargumenta que lo que sucede es que es un “incomprendido”, porque el establecimiento no está en la capacidad de entender su discurso “progresista”, que “la tierra está herida”, que “el hombre sustrae de ella algo que no le pertenece”, para terminar en que, por todo lo anterior, enfrentamos la desgracia del cambio climático. De nuevo, Petro cree que queda como un hombre de avanzada, y el resto, entre las cavernas.
¿Qué persona racional no quisiera que los humanos nos convirtiéramos en unos habitantes más empáticos con nuestro planeta?
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El mundo se mueve a punta de petróleo. Rusia, China, los países árabes, los nórdicos y, por supuesto, Estados Unidos. Pero Petro quiere hacerle creer al colombiano de a pie que, si el país deja de extraer petróleo, el mundo va a cambiar y, por ende, su vida en el campo va a mejorar. Y resulta que no. Lo único que cambiaría sería el empobrecimiento acelerado de la economía colombiana. El mejor ejemplo es Venezuela, que era uno de los principales productores de petróleo del mundo, y hoy, después de haber vivido el fracasado modelo de la “revolución del siglo XXI” de Hugo Chávez, exporta gente que camina muerta del hambre por la cordillera de los Andes, buscando entre la basura algo para comer.
Petro miente. Sin embargo, hay algo en lo que ha sido claro y es que, de ser presidente de Colombia a partir del 7 de agosto de 2022, iniciará el desmonte del Estado de derecho que hasta hoy conocemos. Eso significa, por supuesto, modificar la Constitución Política en la que dice en su libro que supuestamente participó. ¡Qué ironía!
Esta semana, en su discurso en Pitalito, Huila, continuó explicando su propuesta de terminar con la extracción de petróleo y afirmó que el primer decreto que emitirá como presidente será el de aumentar los aranceles de los alimentos entre un 35 y 50 por ciento. Petro nos va a matar de hambre, porque quiere lograr desde la Casa de Nariño que Colombia se vuelva un país tecnificado en la agricultura por el hecho de poner su rúbrica en un decreto. Esas transformaciones no se logran de la noche a la mañana en una economía de libre mercado, y en una dictadura a punta de decretos y órdenes en las redes sociales tampoco.
Petro le declaró la guerra al petróleo, así como también a los ricos, los empresarios, los banqueros, los finqueros, los ganaderos, los almacenes de grandes superficies y los sistemas de transporte público en las ciudades. Su objetivo es destruir, pero no logra explicar qué es lo que quiere hacer. Aunque sí ha sido muy claro en afirmar que lo que hará será a punta de decretos. ¿Y qué es lo que quiere Petro?
Dejar de extraer y exportar petróleo para que la economía se base en la agroindustria y el turismo. Para esto propone también “distribuir riqueza” imprimiendo billetes, comprando las cosechas de los campesinos y llevándolas a donde haya hambre. Habla de expropiar la propiedad privada y la tierra dedicada a la ganadería, empezando por el Ubérrimo, de propiedad del expresidente Álvaro Uribe Vélez, y entregándoles esas tierras a las campesinas. Y para que la tierra sea más productiva, ahora propone que el Estado se encargue de hacer investigación científica de las semillas. De pronto, a través de un decreto, las obligará a ser más productivas. Este es el resumen de un modelo socialista como el cubano y el venezolano.
Por todo esto, Petro es en extremo peligroso para Colombia. La economía del país está fundamentada en gran parte en la industria del petróleo. Dejarlo de producir afectaría la vida cotidiana de millones de personas, y encarecería los productos de la canasta familiar. Afortunadamente, las voces de los empresarios y de los líderes de los gremios empiezan a escucharse, porque no tiene sentido que Petro siga proponiendo disparates sin ser interrogado, y qué mejor que los empresarios lo hagan. En la personalidad de los narcisistas si hay algo que los saca de quicio es que les lleven la contraria. Tal vez ese sea el antídoto que nos salve del peligroso experimento al que nos quiere conducir Petro, y es que entre más lo confronten, más se empecinará en sus locas ideas, demostrando que, en lugar de “progresismo”, su realidad es la mentira.