OPINIÓN
¡Las mujeres, las culpables!
Porfirio Barba Jacob en la 'Canción de la vida profunda' retrata la cambiante naturaleza humana: “Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos, -niñez en el crepúsculo, laguna de zafir- Que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza Y hasta las propias penas nos hacen sonreír…”
No estaba en modo plácido el Bolillo Gómez cuando al salir de un centro de diversión nocturna levantó a trompadas a una señora, presuntamente amante suya. La reacción de todos los feministas y de todas no se hizo esperar. Al entrenador le costó el cargo de director técnico de la Selección Colombiana de fútbol. Pero tuvo una defensora, la entonces senadora del Centro Democrático, Liliana Rendón:
“Nosotras (las mujeres) para provocar estamos solas. Somos muy necias y, cuando decimos a fregar, no nos para nadie y provocamos reacciones como la desafortunada que tuvo el Bolillo. Si mi marido me casca, sería porque yo me lo gané. Tendría que haberlo jodido mucho”. (Las2orillas, Julio 02, 2015)
En otras palabras, la mujer víctima de la golpiza, era la responsable de la agresión.
Sigue al rojo vivo el debate sobre el alcance del concepto de violencia sexual contra las mujeres.
Del abuso sexual dice el Diccionario de la Real Academia Española: “Delito consistente en la realización de actos atentatorios contra la libertad sexual de una persona sin violencia o intimidación”. Quizá acariciar un seno sin consentimiento. El a.210 de nuestro Código Penal eleva a la categoría de delito los “actos sexuales diversos” del acceso carnal.
De otro lado, la misma obra se refiere al acoso en los siguientes términos: “El que en beneficio suyo… y valiéndose de…su… posición laboral, social, familiar o económica, acose, persiga, hostigue o asedie física o verbalmente, con fines sexuales no consentidos, a otra persona, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años". (a.210 A).
El Diccionario de la Real Academia Española dice sobre el acoso: “Tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre”. Superioridad social o económica, o ambas.
Al señor Donald Trump, acusado de agresión sexual por un sinnúmero de damas, le ha aparecido a este respecto un defensor, el erudito escritor y periodista Antonio Caballero, quien en su artículo de SEMANA, ‘Acoso‘, formula la siguiente alegación:
“Dieciséis mujeres, y ya deben ser más, están acusando a Donald Trump de abusos sexuales porque alguna vez les tocó el culo o les pellizcó una teta: grosería, sí, pero no hay que confundir la vulgaridad con el abuso sexual, que es una cosa grave. No hay que equiparar un manoseo con una violación. ¿Van a tumbar al presidente de los Estados Unidos por haberse jactado de que muchas mujeres, al saberlo rico y famoso, se dejaban “agarrar por el coño”, lo cual sin duda es cierto? El presidente de los Estados Unidos merece ser destituido por motivos más importantes que la falta de decoro sexual: por genocidio, por ejemplo. Pero es que los abusos sexuales de los que se le acusa ni siquiera son eso: son simple grosería y matonería”.
Dentro de la lógica de Rendón, cuando a las mujeres alguien “les tocó el culo” sin su consentimiento, la culpa fue del culo; y cuando ese alguien “les pellizcó una teta”, la culpa fue de la teta, y cuando le acarician “la rodilla por debajo del mantel, sentados a la mesa”, caballeros “expeditivos y largos de manos”, la culpa fue de la rodilla.
Vuelve y juega Barba Jacob:
“Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
Que nos depara en vano su carne la mujer:
Tras el ceñir un talle y acariciar un seno,
La redondez de un fruto nos vuelve a estremecer”.
Este estremecimiento no justifica ni el acoso ni el abuso sexual. Una cosa es la seducción, el galanteo, “la fina coquetería”, el cortejo, la picardía, la insinuación, la invitación, la acción consentida tácita o explícitamente, y otra la agresión contra las mujeres, que en Colombia al menos, no son, por lo que hemos visto, “pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas”. En otros términos, ni puritanismo ni violencia.