Luis Carlos Vélez Columna Semana

Opinión

Las novelas

Hoy más que nunca la democracia está en riesgo, pero no por los sospechosos de siempre, sino también por aquellos que desde el curubito de una supuesta autoridad moral llevan años diciendo que la defienden.

Luis Carlos Vélez
6 de julio de 2024

Un presidente que se inventa un autogolpe para levantar su popularidad, un mandatario con problemas cognitivos que busca la reelección, pero que sus copartidarios muestran como un líder en pleno control, y un hombre que se pavonea con una mujer que no es su esposa en el centro de una capital latinoamericana que se parece exageradamente a un mandatario en ejercicio enfrascado en una pelea gigantesca con la prensa y en medio de innumerables escándalos decorrupción en su país. Tres novelas, tres historias con el aparente objetivo de engañar.

El primer caso lo encarna el presidente de Bolivia, que, en medio de una inmensa crisis de popularidad, se habría inventado de la nada un golpe de Estado por parte de los militares de su país. Luis Arce dice que el intento de derrocarlo por parte de los soldados de su nación fue real, pero el propio jefe de las FF. MM. ha dicho que todo en realidad fue una treta para animar a las masas a respaldar a un débil jefe de Estado que, cuando se ve al espejo, ve el reflejo de un luchador incansable de la democracia. La historia es tan vieja como predecible y tan pobremente ejecutada que da grima. El mismo día del escándalo salieron a la luz pública fotos que mostraban cómo los tanques militares se habían quedado varados a cuadras del Palacio. El engaño habría salido tan bien como las películas de bajo presupuesto. Título de la novela: Golpe reblando.

El segundo caso es más complejo. Después del debate presidencial con Donald Trump, el Partido Demócrata y los medios de Estados Unidos descubrieron que Joe Biden está muy viejo para otros cuatro años en el trabajo más demandante del mundo y que aquellos que afirmaban que se le veía perdido, desconectado y deteriorado no estaban mintiendo ni eran ultraderechistas, sino personas que estaban haciendo observaciones de una realidad ahora inevitable de opacar. ¿En serio?, ¿recién se dieron cuenta? Peggy Norman, del WSJ, dice: “Es obvio que la profundidad de su declive ha sido escondida sistemática y deliberadamente del pueblo americano. Las historias serán escritas y los villanos serán nombrados”. Y The Economist sentencia: “Joe Biden y su partido se muestran como los salvadores de la democracia. Sus acciones dicen una cosa diferente”. Mentirle a la gente sobre las capacidades del presidente es igual de grave que lo que hace Trump al sustentar sus argumentos con mentiras. Título de la novela: Este muerto está muy vivo.

Y el tercer caso, porque no nos podríamos quedar atrás, es el de lo que pareciera sacado de una serie de engaños, señuelos, trampas y mentiras. Las imágenes salen por redes sociales. Tomas complementarias desde diferentes ángulos que muestran la escena de un hombre que se parece a Gustavo Petro acompañado de una mujer que no es su esposa, agarrados de la mano y tomándose fotos. El video es elocuente, miran la calle y señalan lugares. No tienen miedo, pasa la gente, se ríen y van acompañados de supuestos escoltas. Al día siguiente, una modelo trans da una declaración ambigua a la prensa internacional y por la noche niega ser ella y denuncia amenazas. Al tercer día, el presidente envía un trino que no hace referencia directa a los hechos y dice que su vida privada es su vida privada, que es heterosexual y que rechaza los ataques a la comunidad LGBTI. Y al cuarto día, un congresista, amigo de la primera dama, escribe un mensaje sin sujeto que habla de lo importante que es levantarse de una derrota y una humillación. ¿Una película para entrampar a la prensa?, ¿una cortina de humo para desviar la atención de los escándalos actuales? Título de la película: El entrampamiento 2: el momento de la prensa.

Hasta hoy, nadie puede corroborar al 100 por ciento si el hombre del video es el mandatario colombiano, y nadie en la prensa seria le dio el despliegue tipo Monica Lewinsky o Stormy Daniels que algunos en la derecha hubieran querido para fustigar al mandatario o que tal vez la izquierda hubiera deseado para luego tal vez desmentir a los medios, destrozarlos y empujar su narrativa de que la prensa en Colombia está comprada, es desprolija y no confiable.

Las tres películas son tan burdas como preocupantes, tan graves como peligrosas y tan bajas como repudiables. Hoy más que nunca la democracia está en riesgo, pero no por los sospechosos de siempre, sino también por aquellos que desde el curubito de una supuesta autoridad moral llevan años diciendo que la defienden. Tienen razón, no son iguales, sino peores.

Pareciera que tienen más lealtad al poder y al cargo que al pueblo y las verdaderas responsabilidades de lo que les corresponde.

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