CONTRA LA INTUCIÓN
Las redes sociales y los políticos: una columna de Sandra Borda
Una cosa es cuando la información falsa afecta a otros, y otra muy distinta cuando lo afecta a uno, sobre todo si “uno” es la mujer más poderosa de Estados Unidos.
Hace unos días, a alguien se le ocurrió alterar un video de Nancy Pelosi, la líder demócrata en la Cámara de Representantes estadounidense. El truco que usaron fue simple: redujeron un poco la velocidad y eso la hizo sonar como si estuviera hablando bajo el efecto del alcohol.
El video lo publicó Politics WatchDog en su página de Facebook y pronto se hizo viral.
La ira santa de Pelosi se sintió: muy pronto YouTube removió el video arguyendo que violaba sus estándares de funcionamiento. Pero ante la misma solicitud, Facebook se negó rotundamente y Pelosi ha entregado declaraciones duras y enojadas como respuesta. De hecho, sugirió que el episodio solo confirma que Facebook fue efectivamente cómplice del intento ruso de alterar el resultado electoral en la pasada contienda presidencial y que es preciso, ahora sí, hacer algo al respecto.
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El debate es uno de gran envergadura. Facebook ha estado sometido a cuestionamientos graves, especialmente desde el manejo que le dio a la información de las personas que tienen cuenta en la plataforma durante las elecciones pasadas. Sin embargo, si bien Facebook ha accedido a implementar controles, ya se había llegado a la conclusión de que era imposible pedirles a las redes sociales que le prohíban a sus usuarios publicar información falsa. Las razones fundamentales son dos: una logística (si se tiene en cuenta el volumen de usuarios que tienen cuenta en Facebook y la frecuencia con que la usan), según la cual establecer un control efectivo sería prácticamente imposible; y una ética, pues ello vulneraría abierta y claramente el derecho a la libertad de expresión.
Imagen del video (original y alterado) de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
Y claro: una cosa es cuando la información falsa afecta a otros, y otra muy distinta cuando lo afecta a uno, sobre todo si “uno” es una de las mujeres más poderosas en Estados Unidos. Facebook ha intentado encontrar un punto medio en su negociación con Pelosi diciendo que ha hecho un esfuerzo por reducir la distribución del video, pero se ha negado a removerlo –aunque es cada vez más difícil encontrarlo–. La compañía tiene claro que comprometerse ahora con quitar información falsa de su plataforma, justo cuando se acercan las próximas elecciones, puede generar un precedente imposible de manejar: no tiene la cantidad de gente ni la tecnología que se requiere para identificar y remover todas las instancias de falsedad que se publican en la red social. Y en casos de calumnia, no cuentan con autoridad judicial para determinar las mentiras y cerrarle el espacio al autor. La red social se encuentra entre la espada y la pared.
El mensaje que está enviando el episodio de Pelosi no es el mejor: calumnia sí, falsa información sí, pero no cuando se trata de políticos poderosos. Si usted es lo suficientemente poderoso para emprender una batalla legal o política contra la red para tratar de salvar su reputación, entonces tiene las de ganar. Pero si es cualquier mortal y no tiene esas herramientas a su disposición, no le queda más remedio que apañar.
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Ante esta injusta selectividad, creo que es mejor regresar al consenso inicial y proteger el derecho a la libertad de expresión; incrementar los mecanismos de respuesta que le permitan a los usuarios tener pistas sobre cuándo se enfrentan a información potencialmente falsa y cuándo no, y tratar de educar a los usuarios para que puedan descifrar la calidad y veracidad de la información que consumen.
El otro camino es uno en que las redes sociales dejarían de cumplir con el papel más importante que yo, personalmente, les reconozco: el de darles voz a aquellos que cuestionan las figuras de poder y que no tienen acceso al altoparlante que eran los medios de comunicación tradicionales. El de las redes no es un cuestionamiento perfecto, y muchas veces produce información falsa que tiene consecuencias políticas graves. Pero siempre es preferible un mundo que se burle de un video falso en que Nancy Pelosi suena como si estuviera borracha a un mundo en que Nancy Pelosi sea intocable.
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