Opinión
Las víctimas invisibles
Ojalá este pequeño “recorderis” no deje dormir una noche tranquilos a los de las Farc que dieron la orden de violar y asesinar a los pequeños.
La instrucción era gritar cuando llegaran los militares, hacerlo tan fuerte como fuera necesario. Era una orden precisa de guerra. Sandra y sus compañeros sabían que las voces inocentes de niños desconcertarían a los uniformados, los sacarían de quicio, y generarían una tensión adicional en el eventual momento de un contacto. Pero, lo peor, también recuerda claramente Sandra, es que si no lo hacía, alguien la delataría y su fusilamiento sería seguro.
Aunque ya pasaron más de 15 años de haber desertado de las Farc, a Sandra todavía le sacan lágrimas los momentos que estuvo sometida por esa organización guerrillera. No se va un día en que no se presenten por su mente, así de la nada, imágenes como fotografías de asesinatos, abusos, insultos y golpes a ella y sus compañeros de frente. Es como si los momentos de la guerra estuvieran permanentemente ahí, en una esquina de su cabeza, listos para emboscar cualquier instante de alegría. Pensamientos fríos y desalmados actuando de la misma manera mezquina con la que actuaron los líderes de esa guerrilla, que acabaron con su vida así su corazón siga palpitando.
Sandra fue reclutada cuando tenía solo 12 años. Junto a ella, otros 45 menores fueron obligados a unirse a las filas de ese grupo, entonces guerrillero, durante la época de los diálogos del Caguán. De ese comando, 42 murieron fusilados por otros guerrilleros. Mejor dicho, 42 niños fueron fusilados por otros pequeños que a duras penas tenían fuerza para cargar sus fusiles. Menores que actuaron presos del terror por las consecuencias que les podría acarrear no cumplir las órdenes de sus superiores. Sandra recuerda eso y aún mientras camina por Bogotá, lejos de la manigua, la remembranza la descompone.
La lógica del reclutamiento sistemático de menores, ha encontrado un estudio que pronto publicará el Instituto de Ciencia Política de Colombia, pasa entre otras, por la frialdad de las economías de escala. Sí, ahorrar plata en medio de la guerra. Para las Farc y sus líderes, muchos de ellos ahora pavoneándose en el Congreso de la República y otros forajidos parapetados en Venezuela, los niños eran un activo barato: comían poco en comparación que los adultos; usaban menos ropa que personas más grandes y no cuestionaban las órdenes superiores. Eran simplemente mano de obra barata, rabiosa, inconsciente y fácilmente manipulable.
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El problema de relatos como este es que, de tanto repetirlos, se han convertido en paisaje para el país. Y, lo peor, la carga política que ha traído el proceso de paz a la mesa hace que cualquiera que los ponga a valor presente sea catalogado como un enemigo del proceso o un paramilitar de extrema derecha. Algo que desconoce que precisamente las premisas de verdad y no repetición son ejes fundamentales de lo firmado en La Habana.
Hoy es importante hacer memoria de todo esto. La JEP acaba de publicar un auto sobre el caso 07 referente al “Reclutamiento y utilización de menores en el conflicto armado” y tiene el objetivo de confirmar concluyentemente si estos relatos como el de Sandra son ciertos. Su deber es el escuchar a las víctimas, incluso con más ahínco y dedicación que con los que recibe las versiones voluntariamente imprecisas que presentan los autores materiales de esta masacre de menores de edad.
Ojo a los datos. Según la JEP, son cerca de 18.000 los casos de víctimas de reclutamiento de menores de 18 años por parte de las Farc y hay estudios serios que aseguran que por lo menos 65 por ciento de ellos corresponden a niños menores de 15. Entonces, si las Farc no niegan haber reclutado a niños mayores de 15, como convenientemente ajustan su versión a lo admitido por estándares internacionales, significa que aún guardan silencio sobre la mayoría de los eventos. Muy grave.
¿Serán lo suficientemente varones los señores de las Farc para admitir que su estrategia de guerra era la de ser violadores de la vida de los niños? Si son coherentes con su accionar durante la guerra, se seguirán comportando como cobardes y lo negarán. Digo cobardes porque solo uno de ese tipo tiene las agallas de meterse con un menor de edad para convertirlo en un arma de guerra.
Señores, recuerden que ustedes aceptaron decir la verdad. Si los atrapan en la mentira tendrán que enfrentar la justicia tradicional y pagar lo que hicieron bajo penas ordinarias. Ante la evidencia abundante de este accionar asesino y criminal de las Farc, poco será lo que podrá enterrarse si de verdad este caso se concentra en las víctimas y no en los victimarios.
Paradójicamente, este episodio significa una oportunidad de reivindicación para la JEP. Si logra demostrar que las Farc sistemáticamente reclutaron niños como sus hijos o los míos, y acepta solamente la verdad, habrá hecho lo que hasta ahora la justicia tradicional nunca ha hecho y es lograr condenar a los autores intelectuales y materiales de estos crímenes y por fin acabar con la impunidad.
Ojalá este pequeño “recorderis” no deje dormir una noche tranquilos a los de las Farc que dieron la orden de violar y asesinar a los pequeños. Y que sus gritos de guerra los acompañen como pena cada vez que cierren los ojos, así sea para parpadear. Y que, al mismo tiempo, mueva los focos a lo que está por pasar en la JEP que, aunque imperfecta, para estos casos es lo único que tenemos.
P.D. Sirva esta nota también para la llamada Comisión de la Verdad, que según nos cuentan, no ha recibido la documentación pertinente a estos episodios. Valdría la pena recordarles a sus miembros que el centro de todo esto son las víctimas y sus familias, a las cuales, poco o nada les importa la política.