OPINIÓN
Leer en voz alta para nutrir el alma
La ciencia llena de certezas la esperanza para identificar que la nutrición infantil, tanto la del cuerpo como la del alma, es eje del desarrollo humano.
En medio de la explosión permanente de nuevos y atractivos inventos, como adultos responsables de la crianza de la niñez nos debatimos entre el asombro y la inquietud sobre qué hacer con tantos estímulos y cómo lograr ponerlos a favor de los más pequeños.
Buscar el origen y privilegiar lo que nuestra propia naturaleza nos provee, siempre será una salida salvadora. Es el caso del poder esencial de las palabras en su más pura presentación: pronunciadas de forma directa en un encuentro cara a cara entre padres e hijos, con la complicidad incondicional de un libro.
El mejor de los inventos, aliado de hace siglos, corredor de fondo, como lo describe la escritora española Irene Vallejo en su magistral recorrido histórico a través de su invención, el libro, tiene que gozar de espacio en el hogar para ser usado. Con la práctica de la lectura en voz alta para niños y niñas en primera infancia, se puede lograr un blindaje protector capaz de disuadir las más temibles distracciones.
“Un relato leído en voz alta nos atrapa la mente, haciendo que prestemos una atención intensa y sostenida. El lenguaje de los cuentos ayuda a los bebés a desarrollar el andamiaje lingüístico para el habla temprana y predispone a los niños pequeños al dominio de la lengua”, sostiene Meghan Cox Gurdon en su libro La magia de leer en voz alta.
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La ciencia llena de certezas la esperanza para identificar que la nutrición infantil, tanto la del cuerpo como la del alma, es eje del desarrollo humano. Los numerosos hallazgos que reafirman el inmenso poder que ejercen los estímulos esenciales durante los primeros mil días de vida, deberían ser también leídos en voz alta, no solo en los hogares, sino en escuelas, colegios y más aún en las oficinas de los administradores públicos y gobernantes que esperan realmente marcar alguna diferencia en la niñez.
No deberíamos permitir como humanidad que se sigan creando brechas dolorosas y perfectamente evitables desde que la vida comienza. Retomo la voz reveladora de Irene Vallejo para resaltar lo que debería ser un derecho de todos los niños y niñas del mundo: “Mi madre me leía libros todas las noches, sentada en la orilla de mi cama…nos sentíamos muy unidas, mi madre y yo, juntas en dos lugares a la vez, más juntas que nunca pero escindidas en dos dimensiones paralelas…”.
Se trata de la única actividad capaz de reunir a varias estrellas únicas en la misma función. La voz adulta, viva, cercana, amorosa, rescata de la inercia algo escrito que solo al ser leído puede brillar. Así las palabras llegan al más abonado de todos los terrenos: un cerebro que en sus primeros dos años logra el 85% de su desarrollo, lo que significa que es capaz de absorber con una destreza superior el cien por ciento de este estímulo para almacenarlo y disponer de él en cualquier momento de la vida.
Tenemos mucho que esperar de la lectura con positiva expectativa pero sin indiferencia. Meghan Cox dice con razón que “…millones de bebés y de niños pequeños están creciendo, en este momento, en desventaja. Aunque no sea culpa suya, se están perdiendo el alimento emocional e intelectual que los otros niños reciben a diario”.
Por eso debemos activar todas las posibilidades a nuestro alcance para lograr que en Colombia muchos más niños y niñas reciban este estímulo esencial, otro ingrediente de la nutrición para el alma. Justamente en esta Navidad las Goticas de la Fundación Éxito se visten con la película de Disney Encanto para apoyar los programas de lectura y de iniciación musical que estimulan el desarrollo integral de la niñez más vulnerable del país.