Opinión
¡Libertad para Venezuela ya!
Los colombianos observamos con horror cómo el vecino país nos muestra en detalle hacia dónde nos puede conducir la paranoia, el odio y el delirio esquizoide del “cambio”. Ojalá que este nefasto ejemplo nos sirva como lección. ¡Ojo con 2026!
El Gobierno de Gustavo Petro es cómplice de la dictadura de Nicolás Maduro. Una dictadura aberrante que ha expulsado, hasta ahora, a más de 8 millones de personas, víctimas de las consecuencias del modelo “progresista” al que ha estado sometida Venezuela por más de dos décadas y que lo ha convertido en uno de los países con los peores indicadores de desarrollo del mundo.
El próximo 24 de julio, si al pueblo de Venezuela lo dejan movilizarse masivamente a las urnas, será imposible que se roben los resultados a favor del restablecimiento de la democracia y el Estado social de derecho para acabar de una vez por todas con el castrochavismo en el vecino país.
Petro y sus funcionarios guardan un indignante silencio con las atrocidades que ocurren en contra de María Corina Machado y el candidato presidencial Edmundo González. La semana pasada, este último denunció que en el municipio de Cojedes, de regreso a la ciudad de Caracas, el régimen de Maduro cerró el restaurante Asados Taguanes por haberles permitido a él y su familia comer ahí. ¿Qué ley violó el establecimiento por haberle prestado un servicio de alimentación a un político? ¿Ser de oposición?
En Venezuela rige una dictadura “democrática”. En efecto, desde que llegó Hugo Chávez al poder a finales del siglo XX, las elecciones que se han realizado han violado todo el catálogo de los principios democráticos: transparencia, oposición, participación de todos los ciudadanos en igualdad de condiciones, libertad de opinión y de información, solo por mencionar algunos. ¿No es un irrespeto a la tradición democrática de Colombia que el canciller de Colombia, Luis Gilberto Murillo, se preste como observador de estas “elecciones”, diga sin vergüenza alguna que son “democráticas” y calle todos los ataques a la pluralidad y a la libre participación que documenta la prensa?
No hay Estado social de derecho en Venezuela. Fue destruido por medio de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999 que, convenientemente, se inventó Hugo Chávez para perpetuarse en el poder. Hay que decirlo: Chávez era un dictador trastornado y que, apoyado en su mesianismo y en sus múltiples psicosis, construyó un Estado totalitario sobre la creencia de que él era la encarnación del “pueblo” y era el “elegido” para sacar a la gente de la pobreza y convertir a Venezuela en un paraíso. Si se analiza con cuidado, ¿no hay peligrosas y atemorizantes coincidencias entre el mesianismo de Chávez y un presidente que ha puesto su foto en un eclipse o que se ha declarado a sí mismo responsable de “expandir el virus de la vida por toda la galaxia”?
Para los comunistas como Chávez y Maduro, la mentira, la exageración, el dramatismo, la deformación de la realidad y la victimización son las herramientas para engañar y garantizar su perpetuidad y la de sus amigos en el poder. ¿Quién le lleva la contraria a un psicópata?
Pues Venezuela, después de años de experimento “progresista”, ocupa los peores lugares en indicadores de desarrollo humano, de crecimiento y desarrollo económico, de seguridad, de libertad y de respeto por los derechos humanos. Eso sí, lamentablemente, cuenta con el apoyo de muchos políticos en el mundo que los ayudan a ocultar y a lavar la verdad de la miseria en la que viven cerca de 30 millones de personas.
Un ejemplo de esta delirante nueva narrativa de los “progres” estuvo a cargo del presidente colombiano y de Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, quienes afirmaron que el éxodo de 8 millones de venezolanos se debía al cambio climático y que estas personas se habían ido a Estados Unidos en búsqueda del agua. ¡No solo absurdo, sino ridículo!
Hugo Chávez acabó con la propiedad privada a punta de expropiaciones. Desmanteló una de las industrias petroleras más prósperas del planeta para repartir dádivas entre sus amigos y familiares. También destruyó el aparato productivo, acabó con la libertad de prensa, cerró medios de comunicación, metió opositores a la cárcel y oprimió a la clase media con impuestos e inflación (¿aún siguen pensando que lo de Petro no se parece a lo de Chávez?). Eso sí, según Petro y sus progreamigos, todo es culpa del bloqueo económico de Estados Unidos. ¿La violación de todos los derechos humanos a los que han sido sometidos los venezolanos por parte de las autoridades y el narconegocio que sostiene Maduro son responsabilidad de Estados Unidos? ¡Sean serios!
Lo que sí es claro es que esta abusiva violación de los derechos humanos en Venezuela no le importa a Petro, quien está más preocupado por lo que sucede en Gaza.
Las “elecciones” que convoca el dictador Maduro, en donde aparece en el tarjetón 13 veces (Edmundo González, de la Plataforma Unitaria, solo aparece tres), son la última esperanza en contra de la opresión. Aun cuando la candidata presidencial debería ser María Corina Machado, la Libertadora de Venezuela del siglo XXI, en otro de los atropellos del régimen que tanto aplaude el “cambio”, la candidata fue inhabilitada por ser la más fuerte contrincante a vencer al dictador.
Las enormes movilizaciones ciudadanas han sido conmovedoras. Lo que sucede en Venezuela es histórico, porque los opositores no han usado la violencia (como sí lo hace el régimen) para acabar con esa pesadilla. Y, por el contrario, los venezolanos se aferran a unas instituciones que controla el dictador, confiando en que podrán alcanzar la libertad con el poder del voto en las urnas.
Mientras tanto, los colombianos observamos con horror cómo el vecino país nos muestra en detalle hacia dónde nos puede conducir la paranoia, el odio y el delirio esquizoide del “cambio”. Ojalá que este nefasto ejemplo nos sirva como lección. ¡Ojo con 2026!