OPINIÓN
Litigante feminista y magistrada moderada: implicaciones de la intempestiva muerte de Ruth Bader GInsburg
Quienes conocen bien su obra afirman que era una persona moderada, que creía en el cambio incremental. Esto no deja de ser una postura radical cuando uno está convencido de que tiene que pensar en la igualdad de las mujeres.
Murió el pasado domingo la magistrada Ruth Bader Ginsburg. Su muerte ha conmovido a muchos; por quien fue y todas las batallas que decidió dar a lo largo de su vida, pero también porque su muerte consolida un cambio político en la inclinación hacia la derecha de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos. Al contrario de lo que ocurre en nuestro país, donde los magistrados de todas las altas cortes tienen períodos limitados y no pueden ser reelegidos, en Estados Unidos, los magistrados de la Corte Suprema tienen posiciones vitalicias. Corresponde al presidente de turno nominar al Senado un candidato o candidata que reemplace al que falta. Trump ha declarado que sus favoritas son dos mujeres católicas que siguen la línea “originalista” que ha caracterizado a los conservadores en esa Corte.
Vi hace unos meses la película sobre la vida de Ginsburg. Cuenta cómo en los sesenta todavía era difícil para las mujeres estudiar derecho en los Estados Unidos, los sacrificios que hizo para estar junto a su esposo en cada momento, y la abierta discriminación de las oficinas de abogados y universidades: aunque tenía las notas más altas en las universidades más prestigiosas, no le daban un puesto porque tenía esposo o hijos o le ofrecían pagarle menos porque ella no necesitaba mantener a su familia. Finalmente, la recibió la Universidad y, aunque le pagaba menos, le permitió crecer a pesar de sus obligaciones familiares. Esa frustración la llevó a inventarse toda una línea de litigio en la que su objetivo central fue eliminar las normas que establecían diferencias entre hombres y mujeres. Escogía casos estratégicos para una idea de igualdad profundamente liberal: le interesaba tanto que autorizaran a las mujeres a hacer cosas que solamente los hombres podían hacer, como exigir que los hombres pudieran hacer cosas que se identificaban como femeninas. Así, el caso que presenta la película es el caso de un hombre que reclama al seguro reconocimiento por el cuidado que brindaba a su madre enferma y que la norma solamente reconocía si era una mujer la que lo hacía. El último caso que litigó, este dato no está en la película sino en otra fuente de cultura popular -Wikipedia-, fue el del carácter opcional del servicio de jurados para mujeres: exigió que, si el servicio de jurado en los procesos civiles y penales era obligatorio para los hombres, debía serlo también para las mujeres. Ginsburg ganó el caso.
Es interesante que una mujer que se dedicó a una causa tan poco popular como la de la igualdad de las mujeres hubiera sido nominada como juez por dos presidentes hombres. Dice mucho de ellos y también de ella. En 1980, Jimmy Carter la nominó como juez de la Corte de Apelaciones del Circuito del Distrito de Columbia y fue ratificada por el Senado. En 1993, Bill Clinton la nominó a la Corte Suprema de Justicia y también fue ratificada por el Senado. Lo que fue mucho más predecible fue el papel que jugó en la Corte Suprema. En todo el tiempo que sirvió en la Corte Suprema, Ginsburg solamente redactó la ponencia en un caso sobre la igualdad de las mujeres y fue un caso de 1996 en el que se pedía al Instituto Militar de Virginia aceptar mujeres. Ginsburg ganó con el argumento de que aún si el método de instrucción era poco convencional, las mujeres no podían ser excluidas solamente por serlo. En los dos casos de aborto en los que le tocó participar, salvó su voto, pero no pudo influir la ponencia. Tampoco logró ganar en un caso sobre discriminación salarial en el que la mayoría decidió que la solicitud de la demandante había prescrito por el paso del tiempo. Quienes conocen bien su obra afirman que era una persona moderada y que creía en el cambio incremental. Esto no deja de ser una postura radical cuando uno está convencido de que tiene que pensar en la igualdad de las mujeres primero, como lo muestra el que se viera avocada a salvar su voto con tanta frecuencia. Muestra también, sin embargo, que tal vez habríamos ganado más con Ginsburg la litigante de lo que ganamos con Ginsburg la magistrada.
Aunque el líder de la mayoría en el Senado de los Estados Unidos, Mitch McConnell, exigió a Barak Obama abstenerse de nombrar el reemplazo del magistrado Antonin Scalia cuando este murió, señalando que debía ser la ciudadanía la que decidiera la orientación de la Corte Suprema de Justicia con su voto en las elecciones presidenciales, en esta ocasión ha dejado claro que el presidente Trump puede, y debe, apresurarse a nombrar el reemplazo de Ginsburg. Este sería el tercer juez, de un total de nueve, nominado por Trump. Según la cadena de noticias CBS, además de la jueza cubana, Barbara Lagoa, Trump está considerando a Amy Coney Barrett. Interesantemente, la principal objeción a Barret es que por ser una católica devota pueda estar en contra del aborto y buscar cambiar el precedente que se estableció en los Estados Unidos en 1973 sobre la autonomía de las mujeres en decidir sobre su embarazo hasta el sexto mes de gestación. Dos de las senadoras republicanas más influyentes han señalado que no votarían por ella debido a esta sospecha. Lagoa también ha sido señalada por no haberse declarado impedida en casos relacionados con el derecho al voto.
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A unas pocas semanas de las elecciones en los Estados Unidos, es claro que los demócratas harán todo lo posible para no perder un escaño más en la Corte Suprema, donde ya habían perdido la mayoría cuando se retiró el magistrado Anthony Kennedy. No tener las mayorías en el Senado y la posible reelección de Trump como presidente, sin embargo, no hace que el escenario sea muy alentador. Lo cierto es que la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos dejó de ser un referente para las Cortes comprometidas con la protección constitucional de los derechos. Esta sería apenas una estocada final, pues los conservadores pasarían de tener una mayoría de cinco a tener una mayoría de seis. Lo que no hace que la situación sea menos trágica.