Llanto y sangre

El artículo les recomienda a los que sufren que, en vez de fiestear, como los otros, como nosotros, lloren

Antonio Caballero
6 de enero de 2003

Este sera un articulito breve, de Año Nuevo. Porque estamos todavía los lectores de SEMANA, y los más privilegiados de entre quienes la hacemos, en las fiesta de fin de año y de principio de año, enguayabados y exhaustos. Las borracheras de diciembre, las de enero, las cabalgatas, las corridas de toros, la pólvora de nuestro júbilo. A los otros, a los que no me leen -porque estarevista cuesta 6.500 pesos, que es más o menos el don que les acaba de hacer nuestro gobierno a los asalariados colombianos: y, por supuesto, no se lo van a gastar en tonterías- sólo encuentro para consolarlos un artículo que leo en El Tiempo, que es el único periódico que circula todavía en este país en el que ya no circula ni siquiera la sangre derramada. Viernes 3 de enero de 2003, página 2-5, debajo de unas fotos de fiestas estupendas saludadas con un gran titular de "¡Feliz año!". Unas modelos preciosas, unos políticos contentos, una monja, una 'nueva fragancia'. Un anuncio de paños importados, pura lana super 100/110 y fabriseda y vicuña, y el artículo de consolación para los demás de que les hablo. Se titula "Llanto, excelente medio". Me atrevo a suponer que el título original decía "excelente REmedio", y que al final le mutilaron el RE para que cupiera el anuncio de los paños: "PURA LANA, alpacas, britilanas, gran surtido, precios económicos". Porque un anuncio vale más que un remedio, pero equivale a un medio. En fin. El caso es que el artículo este de que hablo, basado en informaciones fechadas en París y respaldadas por la agencia de prensa española Efe, les recomienda a los que sufren que, en vez de fiestear, como los otros, como nosotros, lloren. Aconseja su autor, entre anónimo y múltiple: "Es importante dejar que las lágrimas rueden y salgan de su escondite". (No puedo estar seguro. Pero me parece recordar que la foto de una mujer llorando que ilustra el artículo, atribuida al 'archivo fotográfico' del periódico y cuyo 'pie' aconseja que "no se debe temer al reconocer que se ha llorado", corresponde a la madre de un detenido-desaparecido). Leo al lado de esa foto: "Parqueo gratis para compradores". Pero el artículo no habla para nada de las madres de los detenidos-desaparecidos, ni de las de los secuestrados, ni de las de los muertos, ni de las de los enfermos o los hambrientos. Habla de gentes tan diversas, pero tan poco desgraciadas (al menos en principio) como el rey Luis XIV de Francia, el ex presidente norteamericano, Bill Clinton, y Harry Potter. Dice que "recurrir al llanto" es muestra de una "filosofía ancestral" por lo visto hoy olvidada, pero a la cual debemos todos volver cuando se cometen atentados en los Estados Unidos o cuando muere en medio de una juerga la princesa Diana de Gales. El llanto puede "reparar rabia, cansancio, frustración o miedo, gracias a la catecolamina, proteína que transportan las lágrimas cuando salen de lo más hondo del ser humano". Suena bonito. Pero hay que ser pragmáticos. Y como en este país necesitamos mucho llanto, le sugiero al gobierno que empecemos a importar mucha catecolamina, y a pagarla con sangre. Estoy seguro de que todos los asesores económicos del presidente Uribe Vélez, cuando despierten de su coma etílico-posnavideño, me darán la razón.

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