OPINIÓN
¿Y qué esperaban?
Luego de la posesión del presidente Iván Duque, al menos, quedan tres cosas bastante claras.
Por un lado, el Centro Democrático aplicó la misma fórmula de siempre, una de las personas hace un discurso incendiario, violento, lleno de odio y luego el otro suaviza, habla de unidad, de no mirar el retrovisor y de reconciliación. Lo hicieron por años en el Congreso de la República, por un lado el senador Uribe hablaba duro y el ahora presidente Duque suavizaba. Paloma Valencia arremetía y María del Rosario Guerra hablaba más suave. Pero para quienes conocen la política y han estudiado al Centro Democrático, esto no fue una cosa inesperada o del azar, fue algo planeado. El senador Uribe, máximo dirigente de esta colectividad, conocía el discurso de Macías y nada fue cosa del azar.
Algunos analistas han dicho que este hecho confirma un secreto a voces, y es que en el Centro Democrático hay dos líneas, una radical de ultraderecha y otras más moderada de centro derecha. Por tanto esto fue lo que se vio en la posesión presidencial, dos discursos diametralmente opuestos. En todo caso estos análisis son equivocados. En la vida real este partido funciona con la famosa “disciplina para perros”, allá se hace lo que diga Uribe. No hay tal división.
Así las cosas, la tensión no se vive dentro del partido, sino dentro de la coalición de gobierno. Es decir, el sector moderado lo representa la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, que necesita dejar sello propio y crear un camino para su candidatura presidencial en 2022, por ende, debe desmarcarse del Centro Democrático, quienes también aspiran a la presidencia en el 2022 y todo parece indicar que Paloma Valencia es la nominada hasta el momento. Es decir, la disputa no es dentro del Centro Democrático, sino entre este partido y una línea de los conservadores.
Lo segundo que queda claro, son las líneas generales del gobierno, donde, como se esperaba, van por el acuerdo de paz, se enfocarán en seguridad y seguramente en dar algunos golpes a jefes de disidencias o de Grupos Armados Organizados para subir la popularidad del gobierno. También además del tema paz y seguridad, están los asuntos de justicia. Lo que no se sabe es si la reforma a la justicia se hará en la parte de abajo, donde en realidad se necesita, o se tocarán las altas cortes y la parte alta de esta rama. Aún hay dudas.
Pero tal vez el tercer hecho notorio se refiere a la consulta anticorrupción. Por un lado, el presidente Duque habló del tema de la corrupción, hubo cosas que dijo que son similares a las que hay en la consulta, pero no se refirió a ella directamente. Además, en el video de Noticias Uno, filtrado, en el momento de la celebración el propio senador Uribe manifestó que “siquiera el presidente Duque no se metió en eso de la consulta anticorrupción” y a reglón seguido la senadora María del Rosario Guerra criticó la actitud de la senadora Angélica Lozano cuando le reclamó al presidente Duque el no haber nombrado la consulta.
Este hecho confirma lo que ya era un secreto a voces y es que el Centro Democrático se opone a la consulta anticorrupción. Algunos analistas cercanos al nuevo gobierno dicen, que no es nada raro que eso ocurra, simplemente, el nuevo gobierno quiere pasar las mismas reformas que la consulta pero llevándose el crédito de las reformas. Pero la realidad es un poco más complicada.
Hay una mezcla entre mezquindad política y cálculo electoral. La mezquindad se basa en que el Centro Democrático tiene la visión de que la consulta anticorrupción favorecería al partido Verde y principalmente a Claudia López, una de las principales críticas del expresidente Uribe. Por ende prefieren no apoyar la consulta. Pero lo que hay de fondo es el cálculo político. En lo fundamental el Centro Democrático, no tiene alcaldías ni gobernaciones, su participación política en 2015 les dejó un saldo negativo, apenas una gobernación y unas cuantas alcaldías.
Hace unos días se supo de una reunión del senador Uribe con dirigentes políticos del Valle del Cauca, en la cual se dijo: “Le vamos a meter toda a las locales”, para ello necesitan alianzas con algunas élites regionales, por ello no las pueden atacar con temas de anticorrupción. De hecho, esta alianza avanza a pasos agigantados en varias regiones del país, y la idea es destruir al Partido de la U y Cambio Radical, es decir, arrebatarles estas élites regionales. Por ende es mejor tolerar la corrupción pero ganando alcaldías y gobernaciones.