Opinión
Lo que faltaba: Petro, en contra de la bienestarina
La solución no es acabar con la bienestarina y dedicar todos los esfuerzos a los alimentos de producción local, lo que llevaría años en lograrse.
La súbita arremetida de Petro en contra de la bienestarina debe entenderse más allá del escándalo. Para empezar, hace parte de su habitual estrategia de generar distracciones mediáticas para tapar realidades más preocupantes. En este caso, horas antes de que el presidente enfilara baterías contra este superalimento, se conoció que tres niños acababan de fallecer en La Guajira a causa de desnutrición, lo que elevaría a 33 la cifra de menores muertos por estas causas durante el mandato de Petro en esta región del país.
Para distraer a la opinión de la gravedad de estos hechos, el presidente decidió apuntar sus dardos contra la bienestarina por causas que aquí vamos a desmentir: dijo que hacía parte de un “concepto neoliberal” al contener ingredientes importados; además, no se quedó corto y aseguró que “cuando el ICBF entrega bienestarina, está cometiendo un grave error”.
Petro logró su cometido y aquí nos tiene, desmintiendo sus afirmaciones: siempre dice falsedades para que la comunicación de nuestra parte sea desmentir cosas sin importancia.
Para empezar, la bienestarina no es “neoliberal”: es producida en Colombia, y los productos importados que necesita son los mismos que se usan para producir pan o arepas. ¿Alguien se atrevería a decir que la arepa es neoliberal y que venderla es malo?
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Seguido, la bienestarina es consumida por 2,5 millones de niños en Colombia. Sus nutrientes han salvado de la desnutrición y la muerte, literalmente, a millones de niños en el país. ¿Cuál es el problema con que tenga ingredientes importados? Como si el hambre de los niños distinguiera un producto nacional de uno que no lo es…
La solución no es acabar con la bienestarina y dedicar todos los esfuerzos a los alimentos de producción local, lo que llevaría años en lograrse. Hay factores a considerar, como la corrupción que no diferencia productos, las zonas apartadas del país, la oxidación de los alimentos y los procesos de cocción.
Yo mismo como concejal denuncié en abril de este año cómo, en Bogotá, hogares comunitarios del ICBF recibían mercados podridos por parte de operadores privados, hechos que se extendían además a Cundinamarca. Fruta descompuesta, hígados en mal estado, tomates pasados, todos de producción nacional como anhela Petro: el infierno está lleno de buenas intenciones.
Si me preguntan, el drama de la niñez en Colombia no se soluciona politizando su situación como pretende el presidente: satanizar a la bienestarina como “producto neoliberal” y declarar a la producción nacional como infalible es algo que no le hará ni medio rasguño a los verdaderos problemas de los niños en el país, y que tiene causas más bien culturales.
En nuestra nación, otras formas de vida como los animales o los ríos generan más compasión que la niñez. Cada hora tres niños son abusados sexualmente, por ejemplo, y no es tema de escándalo tanto como un caso de maltrato animal.
Toda corrupción es repugnante, pero aquella que se enfoca en la comida de los niños es la peor. A los delincuentes que se roban los recursos de la niñez les dará exactamente igual si la mafia debe tejerse con bienestarina o con tomates de producción local. Los corruptos se aprovechan, precisamente, de la falta de indignación moral que hay en este país con el tema de los niños. Si no se produce un cambio cultural antes, cualquier medida caerá en el vacío.
Y es que este no ha sido un gobierno que haya mandado los mensajes correctos a favor de los derechos de los niños. Petro ha sido alguien que ha porfiado con mayores fuerzas a favor de los terroristas del ELN o de los criminales de la primera línea, que a favor de los derechos de la niñez. La designación de Concha Baracaldo en la dirección del ICBF, y esta arremetida delirante en contra del único alimento que sostiene a 2,5 millones de niños en el país, es prueba de que el de la niñez es un tema secundario para el presidente.