Opinión
Lo que perderemos
Hoy, los colombianos tenemos que evitar, de alguna manera, la hecatombe que implicaría la destrucción de nuestro sistema de salud.
Es muy importante que los colombianos sepan qué están a punto de perder, por la obsesión del gobierno de reformar el sistema de salud, con el único objetivo de echarle mano a los 90 billones de pesos que es el presupuesto anual del sistema de salud.
Los sistemas de salud se evalúan, al final, por los resultados sobre la población, en términos de extender la vida y generar salud y bienestar. No es fácil de medir, porque esos desenlaces no se dan en el corto plazo. La Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo recientemente publicó su informe 2023, lo cual es afortunado ya que contiene un capítulo especial sobre el estado de salud de la población en los países de Latinoamérica. Arroja muchas luces sobre lo que los colombianos hemos logrado gracias a nuestro sistema de salud. https://www.oecd-ilibrary.org/docserver/532b0e2d-en.pdf?expires=1693146317&id=id&accname=guest&checksum=082EC7F2AC18D74FDB678EA5DB8EC605
Primero, somos un país que envejece. A pesar de nuestra histórica alta mortalidad por violencia, la expectativa de vida de los colombianos creció en más de siete años desde 1990. El primer resultado sorprendente en el informe OCDE es que hoy nuestras mujeres pueden esperar vivir saludables más de 18 años, después de los 65 años, y los hombres más de 16; sobrevida igual a la de los países desarrollados y dos años más que el promedio de Latinoamérica. El acceso a los servicios de salud es el componente más importante de ese avance. Pero se puede perder por un deterioro del sistema que reduzca el acceso a servicios y medicamentos.
La tasa de mortalidad en niños menores de cinco años es cuatro puntos inferior al promedio latinoamericano y desde el año 2000 la mortalidad materna se ha reducido en un 27 %, lo que nos ubica en el grupo de países que más ha avanzado, superando a Brasil y México, países con ingreso per cápita superior. Colombia es el país de Latinoamérica con menor mortalidad cuando se agregan todas las causas, superando incluso el promedio de los países ricos de la OCDE. Antes de 1990 el perfil de mortalidad de Colombia estaba entre los más altos de la región.
Ocupamos el cuarto lugar en la región en menor mortalidad por enfermedad cardiovascular, superando el promedio de los 36 países ricos de la OCDE y estamos entre los tres que más ha reducido esa mortalidad desde el año 2000. Colombia está en el segundo lugar de Latinoamérica en menor mortalidad por cáncer con una tasa inferior en 30 puntos al promedio OCDE y al de los 33 países de Latinoamérica y el Caribe. Nuestro perfil de tipos de cáncer está entre los más complejos, después de México y Panamá, lo que sugiere capacidad de detección y manejo de los diferentes tipos de cáncer.
Como era de esperar, estamos por encima del promedio de la región en defunciones por diferentes tipos de trauma y ocupamos un triste primer lugar en mortalidad por violencia. Muy por encima del promedio de la región y por supuesto del promedio de países OCDE. Esto principalmente refleja una situación de la sociedad donde la intervención de los servicios de salud es limitada.
Los riesgos de salud mental son muy preponderantes y crecientes a nivel global. Sin embargo, Colombia tiene la menor carga de discapacidad por problemas de salud mental en la región -medida en años de vida con discapacidad por problemas mentales-. A pesar de ser alta, nuestra mortalidad por suicidio está por debajo del promedio de la región y menos del 50 % del promedio de la OCDE.
A pesar que estamos por encima del promedio en prevalencia de diabetes, nuestra mortalidad por esa grave enfermedad es la tercera menor en Latinoamérica y al mismo nivel de los países desarrollados. Este resultado es muy importante porque hay un indudable efecto directo entre el acceso al tratamiento de la diabetes, con la sobrevida que puedan obtener los pacientes.
Colombia es un país con altos riesgos de enfermedades tropicales. Sin embargo, la incidencia de dengue es de 104 casos por 100,000 habitantes; 16 casos menos que el promedio de los países de Latinoamérica y el Caribe. Nuestra incidencia de zika, otra enfermedad tropical que llegó al país en 2015 y productora de microcefalia en niños, es menos del 3 % del promedio de la región.
En cuanto al acceso a servicios de salud, Colombia es el país con mejor acceso a anticonceptivos entre los 30 países estudiados en Latinoamérica. Notable que seamos el país con mayor acceso a los denominados anticonceptivos ‘modernos’, que aseguran a la mujer mayor seguridad en su uso y menores efectos negativos. En lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, también nos encontramos entre los mejor posicionados en la región. Apenas logramos el promedio en retraso en el crecimiento de los niños menores de cinco años; sin embargo, nuestra prevalencia de sobrepeso es la quinta menor en la región para ese grupo de edad. En sobrepeso en adultos estamos en el promedio OCDE y el tercero menor en la región.
El panorama de salud de Colombia que presenta la OCDE indudablemente sitúa al país entre los mejores de Latinoamérica, con muchos indicadores similares e incluso superiores a los países desarrollados. Resultados logrados con un gasto per cápita en salud que apenas llega al promedio de Latinoamérica y que representa, para los ciudadanos, el segundo menor gasto de bolsillo (14.1 %) después de Cuba. Muy inferior al promedio de la región (32.4 %).
Todo eso es lo que podemos perder si el gobierno persiste en destruir el sistema. Los datos de la OCDE también muestran que somos probablemente el país más eficiente en el uso de limitados recursos humanos, tecnológicos y de infraestructura. Eso se ha logrado a través de un modelo de aseguramiento muy eficaz que, incluido una gestión eficiente de los riesgos de salud y el fortalecimiento de la mejor red hospitalaria de alta complejidad en toda la región, a pesar de las dificultades que ha atravesado en su financiamiento.
Hoy, los colombianos tenemos que evitar, de alguna manera, la hecatombe que implicaría la destrucción de nuestro sistema de salud.