OPINIÓN
Los ministros de Petro que sí debieron salir
Ese giro hacia lo más profundo de la izquierda reemplazó a los ministros que más tranquilidad le daban al país en medio de la súbita intranquilidad diaria de este gobierno, para cambiarlos así por alfiles de Petro.
Son pocas las personas que no han interpretado la salida de siete ministros de Petro como un giro de este último hacia el radicalismo. La expresión sorprende, porque si hay un político radical en la historia reciente del país es él, una impresión que se compagina perfectamente con su ego desmedido y con la terquedad que ha caracterizado su paso por la Alcaldía de Bogotá y ahora por la Presidencia de Colombia.
Ese giro hacia lo más profundo de la izquierda reemplazó a los ministros que más tranquilidad le daban al país en medio de la súbita intranquilidad diaria de este gobierno, para cambiarlos así por alfiles de Petro que vienen de su alcaldía, cuando terminó con 32 % de aprobación y una Bogotá destruida en muchos frentes.
En aquella ocasión Petro tardó seis meses para empezar a sacar y poner fichas de su gabinete como un nervioso jugador de ajedrez; reconozcamos que en esta ocasión tardó ocho meses y va mejorando su promedio de inestabilidad.
Pero al margen de esto, el país debe entender que Petro no sacó a los dos ministros que hoy por hoy son los que tienen en sus manos las claves para llevar al país al abismo: Irene Vélez e Iván Velásquez.
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La salida de Carolina Corcho simboliza el traspié más grande que ha tenido el ego de Petro en estos casi nueve meses de turbulencias nacionales. El radicalismo de Corcho hizo carrera como uno de los más intransigentes jamás vistos, y todos esperábamos que Petro se obstinara en conservarla, pues dar su brazo a torcer en ese punto era indicar al mismo tiempo que la reforma a la salud era y es inconveniente. Increíblemente, Petro cedió. No sabemos si para moderar el discurso y lograr consensos más tolerantes que le permitan destruir el modelo de salud colombiano; no sabemos si como castigo a Corcho por no haber sabido maniobrar para sacar adelante su reforma.
Pero volvamos al punto: en esa hidra de tres cabezas cuya función es concretar el ingreso de Colombia a un abismo, aún quedan Irene Vélez e Iván Velásquez, ministros que por sus discretos méritos también merecían la ira despedidora de Petro, pero que el presidente conservó por encima de nombres realmente importantes, como Ocampo o la mismísima ministra Cecilia López.
Por un lado, Irene Vélez ha ocasionado múltiples quebraderos de cabeza a este gobierno por sus salidas en falso en medios: cifras exageradas, aceptación de su desconocimiento sobre la cartera, arrogancias y huidas de la prensa, son cosas que se suman a lo que ella representa: el fin del petróleo y del gas colombiano y el inicio de la costosa e inconveniente importación de estos productos desde Venezuela para salvar al régimen de Maduro.
Por otra parte, Iván Velásquez simboliza la inoperatividad de nuestra fuerza pública, la complacencia absoluta de este gobierno con las guerrillas de izquierda, el cinismo con los efectivos que comanda y la falta absoluta de moral en las tropas. Su misión es asegurar el escenario ideal para que las guerrillas lleguen fuertes a la mesa de negociación que este gobierno les regaló para darles la máxima impunidad jamás vista en la historia del país.
La razón de ser de este par de ministros es ser los némesis de sus carteras. Sabotear con gestiones incompletas la misionalidad de sus ministerios. Destruir desde adentro lo que merecía ser fortalecido.
Que Petro los haya conservado es más preocupante que la salida de los así llamados “ministros responsables”. Esa es la verdadera radicalización, pues Petro prefiere conservarlos y aguantar la tempestad que poner nombres frescos en esas carteras y recomponer el rumbo