OPINIÓN

Los oportunistas

Casi ningún líder político de los que reaccionaron inmediatamente al atentado lo hizo para decir o preguntarse lo que tocaba, sino para volver rentable su propio discurso frente a los recién muertos.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
19 de enero de 2019

Así, mientras más de una veintena de familias lloraban a sus cadetes muertos y se preguntaban por qué les había tocado vivir una situación tan dura como la del pasado jueves en la ciudad de Bogotá, nuestros dirigentes volvían a capitalizar convenientemente el terrorismo en pos de sus respectivas causas, sin detenerse en el dolor de quienes habían perdido a sus seres queridos.

Los unos, diciendo que la herencia del santismo fue la responsable de la explosión en la Escuela General Santander; los otros, pregonando que este era el precio de haber elegido a un presidente que no creía en la salida negociada del conflicto y que el atentado es más bien una “cortina de humo”. Poco les importó en sus primeras reacciones el sufrimiento de quienes lloraban sobre los cadáveres descuartizados, y, en las redes sociales –en las que cada vez más se confunde el verdadero foco de la discusión–, esos unos y esos otros se reprocharon mutuamente en claves discursivas que no eran precisamente las de la solidaridad con las víctimas.

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Casi ningún líder político de los que reaccionaron inmediatamente al atentado lo hizo para decir o preguntarse lo que tocaba, sino para volver rentable su propio discurso frente a los recién muertos. Ni los uribistas más críticos del acuerdo de paz dejaron de lado por un momento sus dardos contra el expresidente Santos; ni los amigos del pacto con las Farc hicieron una pausa en sus frases delirantes contra Uribe y Duque para detenerse en lo importante y no en lo conveniente.

¿Cuántos de ellos cuestionaron las fallas de la inteligencia policial y militar en Colombia o se preocuparon por corregir las posibles vulnerabilidades que quedaron en evidencia por cuenta de este hecho? ¿Cuántos analizaron las circunstancias de tiempo, modo y lugar antes de lanzar nombres de responsables o cuántos los lanzaron sin oír a las autoridades encargadas de la investigación simplemente para que se acomodaran a sus tesis personales? ¿Cuántos les dijeron a los colombianos en sus cuentas de Twitter que el repudio contra el terrorismo nos tiene que unir a todos en vez de buscar amañadamente precipitados culpables o cuántos les dieron un parte de confianza y tranquilidad a sus conciudadanos en vez de contribuir a sembrar un pánico generalizado que a nadie conviene?

Casi ningún líder político de los que reaccionaron inmediatamente al atentado lo hizo para decir o preguntarse lo que tocaba, sino para volver rentable su propio discurso frente a los recién muertos.

O el presidente Iván Duque se sobrepone a las veleidades de los políticos de su partido y de los otros y comienza a generar confianza en los ciudadanos a partir del propósito de construir y no de saldar viejas deudas personales, o los políticos de siempre lo entramparán en una agenda mezquina y polarizadora que en nada contribuye a los intereses de la nación y seguiremos en este círculo vicioso de acusaciones mutuas y ataques rastreros, mientras los terroristas se frotan las manos pensando en que estamos equivocando al verdadero enemigo para dedicarnos a pelear entre nosotros.

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Duque tiene la posibilidad de abrirse un camino en medio, trazar un estilo propio y redefinir el carácter y la templanza en la política que con frecuencia es confundida en Colombia con la matonería y el radicalismo sobre lo intrascendente. Tendrá que navegar entre los que le dirán después de este hecho que tiene que ser más ‘berraquito’ y los que, por el contrario, le sugerirán no dejarse marear por los cantos de sirena del guerrerismo e insistir en los diálogos con el ELN.

Sin embargo, esta dolorosa circunstancia debería ser una nueva oportunidad para que el Gobierno tenga su propia narrativa y no la que le quieran imponer desde ambos flancos. Los colombianos, entretanto, deberíamos castigar socialmente el oportunismo de nuestros dirigentes, venga de donde venga, y exigirles que dejen de hacer del terrorismo un asunto rentable políticamente. 

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