OPINIÓN
Los tales amigos de la paz
Si fuera coherente, Cristo habría dedicado la misma frase tras la elección de una exguerrillera de la Teófilo Forero para dirigir la Oficina de Paz de Neiva.
Proclaman a los cuatro vientos que son los guardianes de la reconciliación nacional, que el perdón es su dios supremo y, sin embargo, a la mínima trampita pelan el cobre. Imposible hallar mayor incoherencia.
El espectáculo que dieron esta semana fue lamentable. Para esos tales amigos de la paz, la vida es como un embudo: muy ancho para ellos y los que consideran sus aliados, estrecho para los que piensan distinto.
Fui de las primeras que salí a criticar el nombramiento del hijo de Jorge 40. Aunque era pequeño cuando los crímenes del papá, resulta una afrenta innecesaria para los que padecieron las atrocidades del exjefe paramilitar y siguen esperando respuestas. Además, Jorge 40 no confesó casi nada en Justicia y Paz. Todavía esperamos que diga dónde enterraron a los siete miembros de la comisión del CTI que mandó asesinar en marzo de 2000. Una revelación que hubiera aliviado el dolor de las familias. Pero no le dio la gana. Así solo fuera por eso, ilógico escoger al joven Tovar para un cargo sensible.
Lo paradójico, lo hipócrita, lo irritante es que salgan a rasgarse las vestiduras alegando solidaridad con las víctimas, los mismos que defendieron las curules para autores de crímenes de lesa humanidad. No les preocupó que reclutaran niños, ordenaran asesinatos, ataques a poblaciones, secuestros, desplazamientos, extorsiones, atentados sangrientos y demás espantos. Y encima encuentran formidable que den lecciones de moral desde el Senado y Congreso. Ni siquiera rechazaron que mantuvieran para el partido unas siglas que chorrean sangre.
Si fuera coherente, Cristo habría dedicado la misma frase tras la elección de una exguerrillera de la Teófilo Forero para dirigir la Oficina de Paz de Neiva.
Ahí las víctimas no cuentan y, si alguna se atreve a manifestar que todo eso la trastorna y ofende, corren a declararla enemiga de la paz con ansias vengativas.
¿Y qué tal la actitud de personajes como Juan Fernando Cristo, que se iba lanza en ristre contra cualquiera que criticara las gabelas que concedían a las cabezas de las Farc? El exsenador, que nos recordó su perdón al ELN por asesinar a su papá, considera la designación de Tovar “cruel e inhumana con las víctimas”.
Si conociera la palabra coherente, habría dedicado la misma frase tras la elección de una exguerrillera de la Teófilo Forero para dirigir la Oficina de Paz y Derechos Humanos de la Alcaldía de Neiva. Smith Duarte lanzó un rocket contra el avión presidencial en 2005 y no debe estar muy arrepentida cuando bautizó ‘Manuel Marulanda’ a una cooperativa que creó.
¿Dijeron algo todos los que ahora patalean? Con el agravante, en ese caso, de que su presencia genera aún más resquemor entre las víctimas, puesto que el Paisa, que fuera su jefe, está de vuelta en las disidencias y ya desplaza y mata.
El también opita, mi colega Melquisedec Torres, publica que Carlos Roberto Sáenz, hermano del fallecido líder de las Farc, Alfonso Cano, firmó en abril un contrato de un año con la Defensoría del Pueblo, de 11 millones mensuales. ¿Será eso cruel con víctimas de la guerrilla que perdieron todo?
Lo que no entiendo es que Claudia López, que bastante tiene con la covid-19, se sume al orfeón de críticos: “¿Este es el trato y el respeto que le merecen al gobierno nacional las víctimas?”, escribió en Twitter.
Los senadores y congresistas de las Farc, aplaudidos por verdes, liberales y polistas, mataron niños, ancianos, embarazadas. ¿Darles impunidad y curules era el respeto que merecían quienes padecieron tanta barbarie?
Tampoco comprendo a María José Pizarro. Hija de guerrillero que secuestró y mató para alcanzar sus fines, y el país lo perdonó sin exigirle nada a cambio. Ella fue contratista de Memoria Histórica y no hubo quejas, pese al evidente sesgo que tendrían sus intervenciones. Y nunca armaron escándalo el día que Francisco Santos nombró a Carlos Franco, ex-EPL, director de Derechos Humanos en la Vicepresidencia. ¿No era insultante para los que sufrieron a manos de esa guerrilla?
Y ni siquiera un respingo en la designación, en el Gobierno Santos, como viceministro del Interior al hijo de Ernesto Samper. La mafia y la corrupción son cánceres tan corrosivos como paramilitares y guerrillas. Pero no importó.
No menciono la incoherencia de periodistas que se pasaron cuatro años tildando de guerreristas e indolentes a quienes no comulgábamos con la impunidad que otorgaban a las Farc, ni con seguir otro proceso idéntico con el ELN. “Entonces, ¿qué quieren, más guerra?”, nos increpaban con un tono de superioridad moral.
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Insisto, no veo la razón de irritar a las víctimas de Jorge 40 que aguardan la verdad. Y eso que, a diferencia de los jefes farianos, al menos lleva 13 años preso y todavía pagará más.
NOTA: La Corte Suprema notificó a Andrés Felipe Arias que lo clava porque lo clava. El honorable Santrich sí podía quedar libre. No era un peligro social.