OPINIÓN
Los tres villamizares
Para entender a Puentes basta decir que considera a Santos agente de las Farc, al Canal Caracol lo percibe como Caranncol y afirma que en los jesuitas predomina la sangre judía.
Esta semana, por tercera vez, cambió su versión el llamado testigo clave del Palacio de Justicia. Se llama Édgar Villamizar Espinel y es un exsuboficial de inteligencia militar a quien algunos recuerdan como un experto en la técnica del disfraz. Villamizar en algún momento se ganaba la vida como instructor de seguridad y enseñaba -entre otras cosas- técnicas urbanas para mimetizarse.
Este maestro de camaleones fue el mismo que en agosto de 2007 se apareció en la Escuela de Caballería mientras la fiscal Ángela María Buitrago buscaba si había cuerpos sepultados en las inmediaciones de las famosas caballerizas.
En esa ocasión brindó una declaración asegurando que había visto al coronel Alfonso Plazas Vega durante la recuperación del Palacio de Justicia en 1985, dando una orden en la Casa del Florero. Según el testimonio de Villamizar, Plazas señaló a un grupo de civiles e indicó: "Cuelguen a esos hp".
Villamizar había empezado su carrera en el Batallón de Inteligencia Charry Solano, unidad repetidamente mencionada en el caso de los desaparecidos del Palacio de Justicia. Existen indicios claros de que los vínculos del cabo Villamizar con la inteligencia siguieron después de su retiro del Ejército.
Por eso y por varias inconsistencias en su testimonio pensé que era un hombre plantado por alguien para desviar el proceso, perjudicando a Plazas Vega y favoreciendo a otros militares implicados.
La columna 'Un culpable conveniente', publicada en febrero 16 de 2008, es muestra irrefutable del tiempo que llevo investigando el tema.
Lo que no creí, y sigo sin creer ahora, es que se tratara de un montaje de funcionarios judiciales contra Plazas. Entre otras cosas, porque los que han hecho montajes en Colombia son otros. (Cito como ejemplo el caso de Alberto Jubiz Hasbún).
Pues bien, Villamizar se esfumó del mapa y volvió a aparecer cuatro años después en la Procuraduría y de la mano de un llamativo personaje. Allí lo llevó Ricardo Puentes Melo, un caballero que dice ser periodista, pero que realmente es un activista de derecha -sin fuente conocida de ingresos- que se hace presente en manifestaciones de apoyo a militares acusados de violaciones a los derechos humanos y en contra de las ONG que los denuncian.
Para que ustedes entiendan el mundo del señor Puentes basta decir que está convencido de que Juan Manuel Santos es un agente de las Farc. Lo llama el 'camarada Santos'. El canal Caracol, de acuerdo con su percepción, es Caranncol y asegura que "los jesuitas fueron fundados por judíos y también en sus altos rangos domina la presencia de sangre judía".
En la sensata compañía de Puentes, Villamizar llegó hasta la Procuraduría en mayo de 2011 para decir que lo habían suplantado y que él nunca había declarado contra Plazas Vega. Sostuvo, entre otras cosas, que "la firma que aparece al final no es la mía".
Sin embargo, en la misma diligencia de 2007, cuya presencia niega, Villamizar escribió su nombre en un papel. La caligrafía que usó en esa ocasión es idéntica a la que utilizó años antes en su folio militar como miembro del Batallón Charry Solano.
La asombrosa coincidencia, revelada por esta columna, puede verse abajo.
Pues bien, esta semana el mismo Villamizar -o quizás otro que suplantaba al primero y al segundo- fue a declarar ante el juez 55 penal de Bogotá. Despojado por las evidencias del bonito argumento de la falsificación de su firma, cambió nuevamente su hipótesis.
Él, que antes decía "la firma que aparece al final no es la mía", ahora sostiene que un funcionario de la Fiscalía lo engañó para que firmara el papel que luego usaron: "Yo sí me acuerdo que firmé un papel, pero como estaba sin bajar bandera (sin trabajo) no miré qué era lo que estaba firmando".
Con la firma falsa que se volvió verdadera terminó el más reciente episodio: Villamizar III. Esperemos qué nuevas sorpresas nos depara esta superproducción, que ya lleva cinco años al aire.