Opinión
Los viajes de Gulliver
El célebre libro de Jonathan Swift, publicado en 1726, nos aporta ideas para entender la coyuntura política.
Déjenme recordar lo que leyeron de niños y deberían leer de nuevo si conservan la mente abierta y la capacidad de asombro. Swift tuvo el propósito de escribir una parodia de la sociedad británica de su tiempo. Fue tan eficaz su relato que se convirtió en un modelo adecuado para entender la sociedad humana, sean cuales fueren las circunstancias históricas.
Para estos fines imaginó que, por el azar de un naufragio, Gulliver arriba a las playas de un extraño país, Liliput. Sus habitantes eran minúsculos, tanto que cinco o seis de ellos cabían en un bolsillo de su chaqueta o en la palma de su mano. Habiendo ganado la confianza del gobernante del país —y no pocos enemigos, como suele suceder— pudo conocer a fondo la sociedad de los liliputienses, que estaba, como la nuestra, profundamente dividida.
“En todas partes se admite que el modo original de cascar los huevos es hacerlo por el extremo más ancho, pero el abuelo de su Majestad, cuando era niño, al romperlo a la antigua usanza, se cortó un dedo. Ante este hecho, su padre, el emperador, dictó un edicto ordenando que los huevos se rompieran por el extremo más estrecho so pena de sufrir grandes castigos.
A pesar de que los adversarios de esta medida advirtieron que los textos sagrados estipulaban “que todos los verdaderos creyentes rompan los huevos por el extremo adecuado”, lo que daba un amplio margen de interpretación, se mantuvo la prohibición y fue inevitable una funesta guerra civil. La democracia, que en su versión moderna comenzó con la expedición de la Constitución de Estados Unidos en 1787, abrió un camino alterno para resolver los conflictos sociales distinto a la tiranía y la guerra. No es perfecto.
Tendencias
Gulliver, prevalido de su descomunal fuerza física y del poder político que había logrado acumular, quedó involucrado en aquella contienda; tuvo que huir para salvar su pellejo. En un viaje posterior, arribó al país de los gigantes, que lo excedían en estatura en la proporción de uno a doce. Entonces descubrió, aterrado, que, en esa nueva situación, su poder se había desvanecido. Terminó convertido en atracción de feria, exhibido a cambio de unas cuentas monedas.
¿Transita Petro después de las elecciones hacia la misma condición de invalidez política de Gulliver? Él no lo cree así. Sus primeros movimientos indican que su estrategia consistirá en huir hacia adelante.
Por esa razón ha decidido segmentar, en grupos diferentes, a los gobernadores y alcaldes que le resultan afines de los demás. Un uso perverso e inconstitucional del poder presidencial. Las transferencias a las entidades territoriales están minuciosamente reguladas. La imparcialidad, no la afinidad, tendría que ser la regla que se aplique. Cabe igualmente imaginar que insistirá en un acuerdo nacional para la aprobación de la agenda legislativa, entendiendo por tal el respaldo irrestricto a sus propuestas. El corolario de esta postura es profundizar la negociación con los parlamentarios de cargos, contratos y subsidios para quienes voten sus iniciativas. Funcionarios de pasados gobiernos lo hicieron; algunos terminaron en la cárcel…
Es difícil hacer pronósticos certeros sobre los factores que esos políticos tendrán en cuenta en las circunstancias poselectorales. Sin duda, tomarán nota de la caída de popularidad del gobierno, de los beneficios que pueden obtener de los gobernadores y alcaldes que ayudaron a elegir, de la necesidad de obtener avales para retornar al Congreso en el 2026 y también del barril de los puercos, que así se denomina en Estados Unidos al mecanismo para financiar el clientelismo rampante. Sin embargo, si esa estrategia fue ineficaz antes de elecciones, es difícil que tenga éxito de ahora en adelante (o que los precios suban).
El otro factor de la estrategia gubernamental es la movilización popular. En este campo, el margen de acción de Petro luce reducido. Tal vez más que la ideología presidencial, lo que le restó votos es su manera de actuar, que es irremediable porque está arraigada en su personalidad autoritaria y con frecuencia errática. Además, la mazorca de los respaldos callejeros está menguando. El movimiento sindical no es suyo sino en parte. Puede movilizar algunas comunidades indígenas, pero no a todas. Las negritudes no dan la vida por él, la gente que vive en la economía del rebusque nada tiene para agradecerle.
Los expresidentes Gaviria y Uribe han expresado en recientes documentos su disponibilidad, como directores de dos partidos importantes, para suscribir un acuerdo sobre la agenda legislativa. Sin embargo, la lectura de esos textos demuestra que están lejísimos de las posturas gubernamentales. No vale la pena perder más tiempo a la espera de un acuerdo imposible en las circunstancias actuales. La tarea tendría que ser otra: consolidar las fuerzas de la oposición para hacer emerger unas nuevas mayorías políticas.
Convencido de la necesidad de contar con un sistema sólido de gobierno y oposición para fortalecer la democracia, el presidente Barco, al iniciar su mandato en 1986, rompió con la tradición de los gobiernos compartidos del Frente Nacional. Forzó al Partido Conservador a salir del gobierno para hacer oposición con el anhelo de que este actuara de manera leal y constructiva. Los gobiernos siguientes al suyo volvieron al esquema tradicional: podemos odiarnos, pero, eso sí, dormimos en la misma cama. Quizá Petro puede estar en disposición de transitar aquel camino promisorio abandonando años atrás. Le prestaría al país un gran servicio si se comprometiera en ese ejercicio de civilizada confrontación democrática.
El acuerdo que creo necesario no sería, entonces, con el Gobierno, sino en contra suya. Unas nuevas mayorías tomarían el control de la agenda parlamentaria para expedir unas reformas que se requieren con urgencia. Es posible que, ya en evidente condición minoritaria, el petrismo adopte posiciones más constructivas.
Briznas poéticas. La poesía atormentada de Raúl Gómez Jattin: “Yo tengo para mi buen amigo / un corazón de mango del Sinú / oloroso / genuino / amable y tierno. / (Mi resto es una llaga / una tierra de nadie / una pedrada / un abrir y cerrar de ojos / en noche ajena / unas manos que asesinan fantasmas. / Y un consejo: / no te encuentres conmigo”.