MADURA PERO NO BOBA

Semana
30 de julio de 1984

Quizás consciente del costo social y político que habrla implicado asumir una actitud diferente, la opinión pública colombiana recibió "como quien no quiere la cosa" el memorando enviado por el Ejército al gobierno, detallando las violaciones cometidas por las FARC contra el tratado de La Uribe.
Pero una opinión pública madura no implica, necesariamente, una opinión pública boba.
Oir decir a través de noticieros de radio y televisión, como se escuchó de boca de miembros de la Comisión de Verificación, que las FARC habían violado la ley, pero no la tregua, es dispararle a la opinión pública balas de nitrógeno del mismo calibre de las que se utilizaron recientemente para bombardear las nubes y provocar fuertes aguaceros sobre los embalses de la sabana. Y si la opinión pública no granizó la semana pasada no fue porque ignorara que la tregua se habla violado, sino más bien porque sabia que la tregua puede violarse sin que ello implique que la tregua haya fracasado.
Lo que hay que tener presente, de ahora en adelante, es que el acuerdo de La Uribe evidentemente puede llegar a fracasar si no se toman medidas para corregir algunos aspectos prácticos de su puesta en ejecución.
En primer lugar, la paz con las FARC no debe implicar la guerra entre los ministros. Un amago tácito de ella se presentó la semana pasada, cuando el ministro de Gobierno salió a desmentir al de Defensa en relación con las denuncias sobre el rompimiento de la tregua. En el futuro, para que este tipo de posiciones desobligantes en el seno del gabinete ministerial dejen de producirse, deberá evitarse que los memorandos dirigidos por el Ejército al gobierno hagan peligrosas paradas en la estación de la opinión pública, pues entre otras cosas, nó es a esta última, sino al propio Presidente, al que le corresponde declarar rota la tregua, cuando de datos enviados por el Ejército o proporcionados por la Comisión de Verificación surjan elementos suficientes para entender que se ha producido dicho rompimiento.
En segundo lugar, la Comisión de Verificación será una comisión inoperante hasta tanto no la integren representantes de ambos bandos. Y la urgencia de ello debe escribirse con mayúsculas.
Entre otras razones porque si las FARC continúan haciendo paseos domingueros a los pueblos colombianos armadas y disfrazadas de soldados, el Ejército, cuyo deber es apoyar la tregua pero defender la ley, no tendrá más remedio que disparar el día en el que se tropiece con algunos de estos excursionistas domingueros. Básicamente porque existe una gran diferencia entre salir a pasear con un arma o con una olla de papas saladas, pues mientras la primera se lleva indiscutiblemente por la eventualidad de usarla la segunda se lleva por la posibilidad de comerse su contenido. La única manera de ponerse de acuerdo sobre esta vital diferencia es a través de una Comisión de Verificación integrada por ambas partes interesadas, que intercambien ideas sobre la conveniencia de que las FARC se paseen por los pueblos colombianos en trajes más informales y sin tanto cacharro peligroso al cinto.
Pero ni aún modificando su indumentaria o dejando las armas "en casa" constituye garantia de que el temido choque con el ejército no llegará a producirse, o de que las autoridades municipales de Policia no les echaran mano a estos caminantes, presionadas por el cumplimiento de su deber.
Sucede que lo pactado en el acuerdo de cese al fuego no puede derogar la ley, y si muchos de estos guerrilleros están llamados por la justicia, significa que pueden reunirse semi-clandestinamente en La Uribe pero no pueden, por el momento, bajar a Villavicencio, donde si las autoridades de Policia están moralmente autorizadas por la tregua para ignorarlos, jurídicamente están obligadas a capturarlos.
De ahí la importancia de concederles el indulto, que es quizás la pieza del rompecabezas que aún está rodando. ¿Por qué no colocarla en su sitio, cuando todos sabemos lo aburrido que es armar un rompecabezas y descubrir, a última hora, que le faltaba una pieza?
Mientras aspectos como los aquí enumerados no se corrijan la opinión pública, madura pero no boba, deberá cruzar los dedos para que el Ejército y la guerrilla no resuelvan bañarse el mismo dia, en el mismo río, en el mismo pueblo.
Porque será ésa la oportunidad en la que se violará la tregua, pero en cambio no se violará la ley.
Mi última columna, "Barco y el Opus Dei", debió dejar muy contentos tanto a Barco como al Opus Dei. Pues a juzgar por la avalancha de cartas dirigidas contra la mencionada columna (una muestra de ellas aparece publicada en esta misma edición), puede afirmarse que en este país el que no es barquista pertenece al Opus Dei. -

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