Alejandro Cheyne

Opinión

Mala suerte en el 2024

Desde mi perspectiva, creo que debemos adoptar una actitud positiva, una visión prospectiva y una autoevaluación colectiva para transformar la “suerte” de Colombia en lo que resta del 2024.

Alejandro Cheyne
20 de julio de 2024

Aunque la “mala suerte” no tiene un fundamento científico, muchos colombianos, en diferentes grados y sin reconocerlo abiertamente, evitamos ciertas acciones consideradas de mal augurio, como abrir un paraguas bajo techo, mirarnos en un espejo roto, pasar por debajo de una escalera o cruzarnos con un gato negro.

Por el contrario, apreciamos símbolos de buena suerte como el “lucky bamboo” o la planta de albahaca y las pulseras de hilo rojo como amuletos de protección, y experimentamos una sensación de fortuna al encontrar un trébol de cuatro hojas o al ver una estrella fugaz para pedir un deseo.

El día extra en el calendario en el año bisiesto explica, para algunos, la desventura y los acontecimientos indeseados que ocurren durante dicho periodo. Expresiones como “Un año bisiesto será un año frío” o “Año bisiesto, año siniestro” pretenden encontrar explicación a eventos históricos desafortunados, como la muerte de Shakespeare en 1616, el hundimiento del Titanic en 1912, el asesinato de Gandhi en 1948, el terremoto de Valdivia en 1960 y, más recientemente, el inicio de la pandemia en 2020.

¿Habrá traído el 2024, siendo un año bisiesto, una ola de infortunios para Colombia? Algunos podrían afirmar que sí, señalando como “evidencia” el deterioro de la economía, la intensificación de los conflictos sociales, la crisis política, los escándalos de corrupción y el recrudecimiento de la violencia, e incluso podrían decir que la mala suerte no permitió que ganáramos la Copa América.

Por supuesto, debemos respetar las diversas creencias y percepciones sobre la suerte y los eventos adversos en nuestro país. Sin embargo, es importante recordar que correlación no implica causalidad y que estos eventos son el resultado de múltiples factores que no pueden atribuirse simplemente a la presencia de un día adicional en el calendario.

Desde mi perspectiva, creo que debemos adoptar una actitud positiva, una visión prospectiva y una autoevaluación colectiva para transformar la “suerte” de Colombia en lo que resta del 2024 y en los años venideros. Algunos puntos clave:

Actitud positiva ante la adversidad. Es cierto que algunos sucesos se presentan de forma inesperada y escapan de nuestro control, generando un impacto negativo. No obstante, una actitud positiva, como la de Nelson Mandela, quien pasó veintisiete años en prisión y afirmó: “La mayor gloria no es no caer nunca, sino levantarse siempre”, nos permite mantener el optimismo y descubrir la bondad incluso en la adversidad.

La resiliencia nos brinda la capacidad de recuperarnos y seguir adelante después de los fracasos. No se trata de ignorar o negar los problemas, sino de comprender las situaciones que no podemos cambiar para aprender de ellas.

La “mala suerte” se contrarresta también con gratitud, reconociendo y valorando las experiencias positivas vividas. Nos ayuda a cambiar nuestra percepción y a dejar de centrar nuestra energía en lo negativo para enfocarnos en disfrutar de todo lo bueno que la vida nos ofrece, comenzando por nuestra propia existencia.

Prospectiva y toma de decisiones. Si bien un ejercicio de prospectiva no garantiza el éxito absoluto, nos permite plantear diferentes escenarios y diseñar estrategias para tomar las mejores decisiones frente a las limitaciones presupuestales, de tiempo, de talento y otras. De esta manera, aumentamos las probabilidades de éxito ante los contratiempos.

Recordemos el llamado del francés Gastón Berger, creador del Centro Internacional de Prospectiva en 1957, a “observar lejos, amplia y profundamente”. Esto nos posibilita reducir los riesgos de efectos no deseados que algunos podrían atribuir a la “mala suerte”.

Aprendizaje continuo. La reflexión sobre las experiencias pasadas es fundamental para el aprendizaje continuo y requiere una autoevaluación valiente, tanto de nuestros aciertos como de nuestros errores, con la retroalimentación de quienes conocen nuestras competencias y la forma en que las aplicamos ante diferentes desafíos.

Identificar y reconocer patrones de comportamiento, manejo de emociones, respuesta al estrés y al cansancio, y la efectividad de nuestra comunicación, entre otros aspectos, nos ayudarán a comprender nuestros errores y tomar los correctivos necesarios sin culpar a la “mala suerte”.

Finalmente, “toco madera” para que no sigamos repitiendo nuestros errores como país y espero que, de manera individual, podamos enfrentar los desafíos complejos con trabajo, determinación y sin dejar nuestras decisiones —que siempre deben estar a favor del bien común— al azar de una moneda al aire.

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