OPINIÓN
La restitución, Cabal y Kafka
Ni la jurisdicción de restitución de tierras, ni los reclamantes a quienes Cabal tilda de “vagos, bandidos que no les gusta trabajar”, ni mucho menos los campesinos vulnerables que ocupan los predios solicitados.
La semana pasada, la representante a la Cámara María Fernanda Cabal promovió un debate ante sus colegas de cámara cuyo objetivo principal fue ambientar la reforma a la Ley 1448 de 2011, en su componente de restitución de tierras. De acuerdo con la ponente, este programa de reparación, en sus condiciones actuales, está causando una de las peores crisis humanitarias, pues está sacando de sus tierras a los campesinos vulnerables que hoy son propietarios de los predios que otros reclaman.
Cabal, que se rasga las vestiduras en el Congreso durante una hora y media por esta situación, llega tarde al debate en tiempos de ejecución de la restitución, pero muy temprano en tiempos electorales. Y digo que llega tarde, porque la Unidad de Restitución, los jueces y magistrados especializados, así como todas las organizaciones que acompañamos la ejecución del proceso, hemos trabajado desde el año 2013 el problema de los campesinos vulnerables que se apropiaron de predios solicitados en restitución. Gracias a este trabajo, la Unidad ha implementado el Acuerdo 21 de 2015, a través del cual les asigna a estos campesinos otras tierras y/o proyectos productivos. Asimismo, los jueces de restitución han ordenado en sus fallos otra serie de medidas para campesinos vulnerables que no pueden superar altos estándares probatorios para hacerse a una compensación, teniendo en cuenta sus obligaciones constitucionales de atención a población vulnerable.
Sin embargo, más que la tardía pero oportunista reacción, una de las cosas que más me llamó la atención de lo dicho por Cabal, fue su tajante afirmación: “Si Kafka viviera hoy, no tendría palabras para describir la locura que están haciendo”. Me sorprendió tanto que alguien osara decir que Kafka no tendría palabras para describir algo, que revisé algunos apartes de su libro “El Proceso”, y encontré que no habría un relato inconexo más exacto para describir esta situación.
En el capítulo quinto, el autor describe una escena en la que el personaje Josef K., debe ver cómo “el apaleador” va a golpear a unos guardianes (Franz y Willem), por mala conducta durante la notificación de captura de K. En palabras cortas, la conversación da cuenta de que Josef nunca quiso ni supo que los guardianes se verían afectados con su legítima denuncia sobre lo ocurrido en su casa, aun cuando los guardianes no se portaron bien. De otro lado, los guardianes, que reconocen que no hicieron las cosas bien, explican que sus paupérrimas condiciones de vida los llevó a comportarse de esta manera. Esto es, en esencia, el problema de la restitución: campesinos que adelantan trámites judiciales para recuperar sus predios, y que como efecto, sin saberlo, están afectando la propiedad de otros campesinos vulnerables se vieron obligados –por las circunstancias- a ocupar o apropiarse de los mismos.
Por esto, ni la jurisdicción de restitución de tierras, ni los reclamantes a quienes Cabal tilda de “vagos, bandidos que no les gusta trabajar”, ni mucho menos los campesinos vulnerables que ocupan los predios solicitados, son los causantes de la injusticia relatada en el debate.
La restitución ha sido tan solo una lupa que ha permitido visualizar con mayor claridad qué es lo que ha venido sucediendo en el campo con ocasión del conflicto, pero también con ocasión de las fallidas reformas que han pretendido dotar de tierras a los campesinos. La restitución no es la que ha puesto a dos campesinos a diputarse media hectárea, como lo pretende hacer ver la representante. Lo que ha fomentado esta absurda disputa, es el empobrecimiento del campesinado que se deriva en gran parte, del acaparamiento de tierras por parte de latifundistas ganaderos, a quienes no les duele limitar la disponibilidad de tierras para campesinos, subutilizando 17.2 millones de hectáreas que en realidad deberían estar destinadas para la agricultura campesina, según lo ha reportado esta revista.
Lo peor para Cabal, es que Kafka no solo describió esta “locura”, Willem al final de esta parte del diálogo afirma: “nos castigan porque nos delataste. Si no, no nos harían nada, así lo supieran. ¿Puede eso llamarse justicia?” La respuesta es ¡sí! Al menos, la justicia transicional está procurando sacarnos de la ceguera colectiva que mantiene la inactividad estatal y deja intacta la pobreza de los marginados.
*Investigadora del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad. @lagbaquero