OPINIÓN

La fábrica de mentiras de 2016

Lo novedoso es que las noticias falsas hayan encontrado en Twitter y en Facebook el escenario perfecto.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
23 de diciembre de 2016

Según un informe que hizo el portal de noticias Buzzfeed, luego del triunfo de Trump en la pasada campaña electoral en Estados Unidos -en particular durante su tramo final-, hubo una serie de noticias falsas que saturaron Facebook sin que el logaritmo que las procesó y las compartió entre usuarios hubiese podido establecer que se trataba de una información incorrecta, proveniente de sitios falsos gestionados en Macedonia. De acuerdo con esta investigación, a esas noticias falsas les fue mucho mejor que a las verdaderas.

Entre las noticias falsas que terminaron convirtiéndose en virales están la de que el papa emitió un comunicado de apoyo a Donald Trump; que dos jóvenes negros mataron a un anciano simpatizante del millonario; la mentira de que Hillary Clinton vendió armas Estado Islámico; que había pruebas de que Barack Obama nació en Kenia; y la peor de todas: la mentira de que la candidata demócrata había contratado a un sicario para matar a un oficial del FBI. Según Buzzfeed, el número de mentiras virales provenientes de la campaña de Trump fue bastante más alto que las mentiras plantadas por la campaña de Hillary.  

Aquí en Colombia no se ha hecho el trabajo científico de mirar cuáles fueron las mentiras virales que más calaron, pero yo hice una primera pesquisa y este fue el resultado: tres bandos políticos se disputan ese palmarés: el petrismo, el uribismo y las Iglesias evangélicas.

El exalcalde Gustavo Petro ha desatado una campaña en la redes sociales contra Peñalosa que lo tiene bajo la amenaza de una revocatoria que es a todas luces exagerada, así haya muchas cosas de esta administración que no nos gusten. (En su momento me pareció igualmente desproporcionada la guerra que le declararon los medios tradicionales a Petro incluso antes de asumir la Alcadía).  Lo reprobable no es que Petro haga oposición, sino que tenga una estrategia en las redes tan radical y agresiva. Sus seguidores en las redes denotan una dosis de adoctrinamiento parecida a la que tienen las huestes uribistas. Cuando el Concejo aprobó la nueva Secretaría de Seguridad, Petro trinó: “Las mayorías en el Concejo, por instancia de Peñalosa han revivido las Convivir”. Sus huestes reaccionaron en las redes y pintaron a Peñalosa como a un paramilitar. El 11 de febrero de este año, en medio de las protestas que protagonizaron usuarios de TransMilenio, Petro colgó en su cuenta de Twitter una foto en la que se ve a la Policía golpeando a un manifestante. Sin embargo, las imágenes correspondían a una protesta ocurrida en 2013, cuando él era el alcalde. Esa mentira tuvo en pocos minutos 500 retuits. No obstante, esta cuestionable estrategia le está dando resultados: en las encuestas sigue muy bien posicionado en la tabla de candidatos presidenciales para 2018.

Entre las mentiras del No, que circularon por WhatsApp, las que más se compartieron fueron las siguientes: la apócrifa Ley Roy Barreras, que les imponía a los pensionados aportar el 7 por ciento de su pensión para el sostenimiento de las bases guerrilleras; la mentira de que Timockenko iba a ser el próximo presidente del país; la de que si se refrendaba el proceso de paz, todos los colombianos deberían adoptar a un secuestrado; y la última en guarachas:  la de que la extradición de Uribito se pactó en La Habana, amén de las que ya han hecho carrera, especialmente aquella de que Santos, que es un hombre de derechas, es castro-chavista y de las Farc. Como a Petro, a Uribe estas mentiras virales le han funcionado porque sigue teniendo una imagen favorable en las encuestas. Por último, están los que se inventaron haber visto al anticristo en el acuerdo de paz, y fabricaron la mentira de que allí encriptada aparecía  la ideología de género. Con esa mentira lograron sacar cerca de 2 millones de votos a favor del No.    

Santos a pesar de ser el presidente del país,  no fue exitoso a la hora de plantar sus mentiras virales, porque a diferencia de estos tres casos, carece de un ejército de santistas adoctrinado y combativo que salga a plantar esas mentiras en las redes sociales. Ni en Twitter ni en Facebook se percibe la fiebre santista como sí se siente en las huestes uribistas o petristas.  Eso no significa que Santos no mienta: de hecho nos prometió una reforma tributaria integral que por la forma en que ha sido peluquiada en el Congreso, va camino de convertirse en todo lo contrario.  

Las mentiras y la política siempre han ido de la mano. Lo novedoso es que las noticias falsas hayan encontrado en Twitter y en Facebook el escenario perfecto para manipular a los usuarios de las redes sociales, creando así una nueva forma de adoctrinamiento que amenaza con acabar con el pensamiento, la reflexión y el individuo, como lo preconizó Aldous Huxley en su mundo feliz. Eso sucedió en 2016, año en el que las  mentiras virales lograron tener un impacto demoledor en los sistemas democráticos, y en el que las noticias falsas alcanzaron con éxito saturar las redes sociales y convertirse en la fuente de información de una gran parte de la opinión pública que terminó votando en las campañas presidenciales y en los plebiscitos, influenciada por estas noticias falsas.  En las redes, la verdad no se puede diferenciar de la mentira. Eso nos enseñó este año que termina.

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