OPINIÓN
A mis amigos venelozanos…
Maduro no solo se ha llevado de calle lo que queda de la democracia venezolana, sino que la ha convertido en una Nación atravesada por el hambre.
La decisión del Tribunal Superior de Justicia venezolano de cercenar el Poder Legislativo y usurpar sus funciones para que Nicolás Maduro concentre en sus manos más poder del que ya tiene es un golpe de Estado que deberíamos repudiar todos los demócratas.
Lo dramático es que esta decisión de fracturar de manera tajante la ya horadada institucionalidad venezolana no es lo único repudiable de este régimen, que ya ni siquiera se interesa por guardar las formas a la hora de imponer sus arbitrariedades. Maduro no solo se ha llevado de calle lo que queda de la democracia venezolana, sino que la ha convertido en una nación atravesada por el hambre.
Según un impresionante informe de Prodavinci, titulado ‘El hambre y los días’, publicado en marzo de este año, desde 2013 los venezolanos registraron una histórica disminución en el consumo de alimentos de la que no van a poder recuperarse fácilmente. Esa escasez de alimentos se derivó según ese análisis de las políticas impuestas por el chavismo, que, lejos de mejorar los índices sociales y productivos, redujeron sustancialmente la oferta de alimentos y desataron un proceso inflacionario que su gobierno no pudo controlar y que terminó menoscabando la capacidad de compra de los venezolanos. De acuerdo con el informe de Prodavinci, la inflación de Venezuela en 2015 fue de 180,9 por ciento -la más alta desde 1950-.
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¿Pero por qué se redujo la oferta de alimentos bajo el chavismo en un país rico como Venezuela? Ciertamente no fue por el fantasma de la ‘‘guerra económica’’ de la que tanto habla el presidente Nicolás Maduro cada vez que tiene que explicar la falta de alimentos básicos en los supermercados de Caracas. Esta debacle alimentaria, como lo recuerda el informe de Prodavinci, se remonta a los primeros años del gobierno de Chávez cuando decidió “reducir sustancialmente el rol del sector privado y expandir la intervención estatal en todas las áreas de la economía mediante un proceso de expropiación y nacionalización de empresas”.
Sin embargo, la revolución del siglo XXI no solo fue incapaz de producir la oferta de los alimentos básicos que el país demandaba, sino que afectó la producción del sector privado, cifra que también decreció.
Para los analistas de Prodavinci, lo más delicado está por venir ya que esta caída en la oferta nacional no ha sido compensada con importaciones: el gobierno de Maduro ha decidido hacer un recorte en las compras al exterior y por eso “hoy no solo hay menos productos elaborados en el exterior en Venezuela, sino más plantas paralizadas por falta de materia prima e insumos”, dice el informe.
Mientras el barril de petróleo estuvo a 100 dólares, todas estas decisiones económicas no afectaban directamente a los venezolanos de a pie, pero desde que se desplomaron los precios del petróleo –el precio del barril en diciembre de 2014 bajó en un 50 por ciento, y de los 100 dólares que costaba pasó a costar 53 -, la vida de los venezolanos se ha convertido en un infierno.
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“Mi país padece de una hambruna”, aseguraba hace poco el escritor Ibsen Martínez en su columna de El País de Madrid. “Una interminable y apocalíptica calamidad que lleva a miles de venezolanos no solo a hurgar en los vertederos en procura de alimento, sino a ver morir a sus hijos por enfermedades agravadas por la desnutrición”.
Es hora de solidarizarnos con nuestros vecinos y decirles a Ibsen y a tantos otros amigos venezolanos que no están solos y que los acompañamos en sus tristezas y en sus denuncias. Así Maduro insista en echarles la culpa de sus errores a sus enemigos imaginarios y le endilgue la escasez de alimentos a la “guerra económica” o intente culpar a las casas de cambio de Cúcuta por la crisis cambiaria que vive Venezuela, la realidad es que el fracaso del socialismo del siglo XXI ha ido de la mano de su desprecio por la democracia.
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