Opinión
Más allá del marcador en octubre
El juego bonito que deseamos observar y practicar es la democracia.
¿Valioso empate? ¿Se viene un partido difícil? Cuando el árbitro dé por terminado el partido con tres pitazos consecutivos, oiremos frases como: “Conseguimos un empate muy importante, pero tenemos que aprender de todo esto. Nos espera un partido muy duro”; “dejamos todo en la cancha y esta victoria es gracias al trabajo de todo el equipo y al apoyo de la afición”, o “fue un partido muy disputado, lamentablemente no se nos dieron las cosas”.
Dichas declaraciones se repetirán en las ruedas de prensa y en las redes sociales, y nos harán reflexionar sobre lo que ocurrió en la cancha. Como en todas las eliminatorias, será frecuente escuchar:
1. Los jugadores fueron víctimas del juego sucio y sufrieron lesiones durante el partido, sin mencionar el lenguaje inapropiado o los ataques personales que no fueron sancionados. Incluso, en momentos previos a la competencia -sobre todo durante el último mes- parecía que no existían reglas mínimas de juego.
Las expulsiones no pudieron faltar -recordemos que la primera tarjeta roja en la historia de los mundiales fue en Alemania 1974- y dejaron a algunos jugadores fuera del campo. Por supuesto, tampoco faltaron los reclamos por la injusta salida de figuras del equipo.
Tendencias
2. Los porteros jugaron un papel destacado en ambos equipos, evitando varios goles que parecían estar destinados a la red -difícil debate entre los seguidores sobre la habilidad de la ‘Araña Negra’ soviética, el español Iker Casillas o el alemán Oliver Kahn-. ¿Mérito del portero, sólida defensa o mala suerte de los goleadores? ¿Falta de definición?
Pudieron darse autogoles, incluso más de uno durante el partido, tal vez intentando superar historias en Colombia como la de Mario Sanclemente o Enrique Ferrari con dos autogoles en un mismo encuentro. También estuvo siempre latente la posibilidad de un gol olímpico como el de Marcos Coll en Chile 62, el sueño dorado de cualquier futbolista.
3. ¡Un clima extremo durante el partido! El público sintió el calor de la contienda y, especialmente, los jugadores, que en algunos momentos no lograron gestionar sus emociones en un clásico que exige el máximo esfuerzo y atención, y que no es apto para cardiacos -recordamos clásicos memorables como el añejo, el popular o el capitalino, que han marcado la historia del fútbol nacional-.
En los aficionados hubo diferencias, no solo entre rivales, sino también entre amigos y familiares que antepusieron sus colores a sus vínculos afectivos. El público estuvo dividido, pero, aunque se presentaron algunos altercados en las tribunas, es de resaltar que hubo un rechazo generalizado a la violencia de las barras bravas.
4. No se esperaba este resultado. Las encuestas y pronósticos apuntaban a un resultado completamente distinto, lo que conduce a un análisis para entender el por qué de la diferencia. Quedaron dudas sobre el nivel de varios jugadores, esperábamos más.
Aunque hubo momentos de ovación por el talento de algunos, también quedó claro que otros no estaban en condiciones para jugar el duelo completo. Mientras tanto en el banquillo, muchos jugadores deseaban una oportunidad para demostrar su valía.
Además, se notó en varias ocasiones la falta de trabajo colectivo, con jugadores que no se hablaban entre sí o que no soltaban el balón y parecían más interesados en un protagonismo individual que en colaborar en beneficio del equipo.
5. Lo que todos los colombianos anhelábamos era disfrutar de un juego bonito, estratégico y de alto nivel, de esos que nos han hecho vibrar en otras ocasiones. ¿Quién no recuerda el 5-0 de Colombia a Argentina en 1993, el 4-3 de Italia a Alemania en 1970 o el 0-1 de Holanda a España en 2010?
Pero lo más importante, queríamos ver un buen juego, uno en el que los equipos mostraran su preparación, su técnica y su físico, y ofrecieran un espectáculo digno del fútbol. Un juego sin faltas innecesarias, sin agresiones de ningún tipo, con propuestas ofensivas y defensivas interesantes y bien ejecutadas, y con un respeto absoluto a las reglas.
Para algunos lectores aficionados al fútbol, estas reflexiones podrían aplicarse a los partidos de Eliminatorias Sudamericanas, que tanta emoción nos producen en la ruta hacia el próximo Mundial de fútbol. Sin embargo, en esta ocasión hago referencia a las elecciones regionales del 29 de octubre, que tendrán también sus goles, sus victorias y derrotas. Es una contienda que los partidos y movimientos políticos se juegan a fondo, con la mira puesta en los comicios de 2026 y el sueño de alcanzar la tan anhelada estrella de la Presidencia de la República.
En este escenario futbolístico-electoral, recuerdo al maestro Gabriel Silgado con su programa Fútbol y Valores, en el que conceptos como el bien común, la solidaridad y la equidad son realmente importantes. En su clase, dictada durante más de 20 años en la Universidad del Rosario, Silgado desarrolla estrategias pedagógicas a través del fútbol promoviendo el juego limpio en toda la competencia, no solo en saludos, actos protocolarios o campañas publicitarias.
Para ello, sugiere una serie de estrategias basadas en el conocimiento de las reglas y la aplicación de valores como la honestidad, la responsabilidad, el respeto, la justicia, la solidaridad y el autodominio, entre otros. Así mismo, propone una serie de entrenamientos técnico-tácticos que enseñan a los estudiantes a jugar bien, es decir, con fundamentos futbolísticos, que les permitan evitar faltas innecesarias o peligrosas, realizar anticipaciones o despojos efectivos, y desarrollar fintas y regates que hagan del deporte una actividad agradable y entretenida.
Silgado nos muestra que el juego limpio y la alta competencia son perfectamente compatibles y deseables. Tal vez estas estrategias pedagógicas que enaltecen la competencia en el fútbol podrían llevarse a cabo también en la política, de manera que los ganadores seamos todos los colombianos.
¿Qué equipo saldrá victorioso? ¿Quién se quedará en el camino? ¿Quién tendrá el mejor técnico, la mejor defensa, el mejor ataque? Todos recordamos aquel empate heroico frente a Alemania en el Mundial del 90 o aquel triunfo contundente sobre Uruguay en el de Brasil 2014. No solo porque nos acercaron a la gloria, sino porque nos llenaron de orgullo por nuestra camiseta y nuestro país.
Ojalá todos los candidatos, en lo que queda de campaña, nos muestren -con su ejemplo- que la política debe ejercerse siempre a favor del bien común y que, aunque el resultado es importante, como en el fútbol, lo que realmente llega al corazón de los colombianos, sobre todo de los jóvenes, es la habilidad para “jugar con valores”.
El juego bonito que deseamos observar y practicar es la democracia.