OPINIÓN

Luces y sombras

El desnudar este tipo de relaciones laborales, que no son pocas, obliga a la discusión de fondo sobre cómo debe operar el seguro de desempleo y reconocer que la remuneración por horas, con los seguros idóneos, protege más a la gente que lo que tenemos hoy en día.

Juan Ricardo Ortega, Juan Ricardo Ortega
10 de abril de 2020

En este naufragio estamos amarrados los unos a los otros. O nadamos hacia el mismo lado, o nos hundimos.

Las fisuras de una sociedad se hacen visibles en tiempos de crisis, y la covid-19 es una crisis que marcará la historia. Si algo nos ha mostrado esta situación es la fragilidad de nuestro sistema económico y el nivel de presión que el encierro, necesario para la preservación de la vida, ha generado en las relaciones laborales. Sectores como la hotelería, el turismo, el transporte aéreo, los restaurantes, bares y espectáculos se enfrentan a una situación insostenible; los costos son fijos y los ingresos se evaporan. 

Ante esta crisis humanitaria el Gobierno y los entes territoriales están haciendo todo lo posible para atender a la población. Gracias a ello, van a recibir ayuda quienes están en la informalidad, quienes trabajan sin contrato o trabajan por cuenta propia y no cotizan para pensión o salud. Este mes, por ejemplo, tres millones de hogares vulnerables van a recibir este Ingreso Solidario. Los programas sociales de Adulto Mayor y Familias en Acción cobijan a buena parte del resto de los informales, por lo que este segmento de la población está relativamente cubierto, con la excepción de nuevas poblaciones desplazadas.

Sin embargo, aún quedan miles de hogares sin ingresos fijos, sin ahorros y en condiciones de vulnerabilidad que, en el marco de nuestro defectuoso sistema laboral, están ahora en grave indefensión. Muchos trabajadores de sectores como el turismo son “independientes” como es la regla en el transporte público y los servicios de belleza, hasta los servicios de consultoría. Ninguno de ellos tiene el poder de dónde trabajan, ni qué ni cuándo hacen lo que les toque, ni cuándo toman vacaciones; un lujo que pocos pueden costear. Es decir, la relación de poder es idéntica a un empleado, pero las formas legales no.

Esta vulnerable y heterogénea población paga de su bolsillo la seguridad social, la mayoría gana poco y opta, por necesidad, por no pagar los parafiscales. Por eso están por fuera del radar, por el momento, de cualquier programa de ayuda del Gobierno y no tienen derecho a seguro al desempleo.

Por ejemplo, los conductores de taxi y vehículos especiales en ciudades turísticas como Cartagena llevan ya semanas sin ingreso alguno y el hambre los agobia. Sin embargo, ni ellos ni sus familias generalmente califican como beneficiarios del Ingreso Solidario, ni a ningún otro programa existente.

Sus formas de trabajo ejemplifican los abusos y desequilibrios que nuestro sistema laboral tolera. Lo llamamos empleo formal, pero la realidad es otra. Los dueños de estos vehículos especiales y taxis tienen patrimonios importantes, pero es bien poco lo que pagan en impuestos.

Mientras tanto, los taxistas tienen que pagar aproximadamente 120.000 pesos diarios en efectivo por arrendar el vehículo y los conductores de servicios especiales, 75.000. Estos últimos también tienen que pagar 260.000 pesos por costo de su seguridad social. En estos días los han estado presionando por la plata para que las empresas paguen la seguridad social, si no pagan no les vuelven a alquilar el vehículo. Estas relaciones no son contratos de arrendamiento entre iguales, son relaciones laborales abusivas y en tiempos de normalidad con el turismo creciendo se pueden ver como gana-gana, pero en estos momentos de crisis queda claro que son desequilibradas, injustas e insostenibles.

El desnudar este tipo de relaciones laborales, que no son pocas, obliga a la discusión de fondo sobre cómo debe operar el seguro de desempleo y reconocer que la remuneración por horas, con los seguros idóneos, protege más a la gente que lo que tenemos hoy en día.

Y el identificar estos sectores en los que hay mucho capital y gente adinerada que exige que todo se les pague en efectivo debería prender todas las alarmas sobre el origen de algunos de esos capitales y la evasión masiva de impuestos de estas actividades. No es justo que ni en estos momentos de calamidad estos segmentos no contribuyan en nada.

Y en el sector salud todo puede ser peor aún, no son pocas las médicas y enfermeras que trabajan como independientes. A las de ingresos altos se les pidió que crearan una SAS para que esta contratara sus servicios. Esa SAS, que son ellas, es la que paga la seguridad social y la EPS, en muchos casos cotizaron por valores bajos y con esta pandemia si se llegan a enfermar sus ingresos van a colapsar. Las relaciones laborales del sector salud requieren un estudio a profundidad. Lo que está en juego es la legitimidad y humanidad de nuestra sociedad. 

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