OPINIÓN

Mi solidaridad con José Obdulio

Paradigma de la cultura criolla, el doctor Gaviria es una gran autor, es una gran intelectual. O, como sintetiza un amigo, es un gran autor intelectual.

Daniel Samper Ospina
23 de octubre de 2010

El excelso filósofo José Obdulio Gaviria denunció con una valentía conmovedora la campaña de desprestigio que los enemigos de la patria están montando en contra suya, de César Mauricio Velásquez y del ex presidente Uribe.

Me duele el país. Me duele mi sangre colombiana. Es urgente que aprueben cuanto antes la ley de víctimas para que se acojan a ella el ex presidente Uribe y otros baluartes del uribismo, conspicuos personajes desvalidos que padecen tantos acosos.

Pobres. Los periodistas de la oposición, los campesinos desplazados, los jueces, los sindicalistas, los indígenas: todos, todos esos terroristas atentan contra el indefenso ex presidente Uribe, que se duele ante el silencio infame de la patria mientras se resguarda en un cuartel de la Policía como un preso, hace comentarios en Twitter a todas horas y obliga al 'Pincher' Arias a que lama de primeras la bandeja paisa, por si está envenenada.

No permitiré que el silencio me haga cómplice. Salgo en defensa pública del doctor José Obdulio. Es de los pocos colombianos que tienen la frente limpia. (Salvo aquella vez, lo reconozco, que le tiraron un huevo en la cabeza).

Paradigma de la cultura criolla, el doctor Gaviria es un gran autor, es un gran intelectual. O, como sintetizaba un amigo, es un gran autor intelectual.

En emocionante entrevista a La W, confesó que su misión en Palacio era pensar y escribir, pese a que a veces trabajaba medio tiempo y escribía sin pensar.

Pero ahora los infames de siempre quieren enredarlo. Les parece sospechoso que un simple contratista del Estado, como él, se hubiera reunido con Jorge Alberto Lagos, el jefe de Contrainteligencia del DAS. Amigos: no hay nada que temer. José Obdulio ya lo aclaró satisfactoriamente. En esas reuniones solo hablaban de libros. Esos eran los trabajos de inteligencia que él ordenaba hacer: poner a leer a los detectives del DAS, porque leer desarrolla la inteligencia.

Pero este país abandona a sus mejores hombres. Ojalá existieran más gendarmes como Juan Lozano, egregio uribista que esta semana criticó a los ministros del actual gobierno. Hombre de gran olfato, no necesitó darles un compás de espera: sabe que lo que no se hizo en estos dos meses ya no se hizo.

No había terminado de hablar el doctor Lozano y ya algunos elevaban sus plegarias a San Julio Nava para que lo pusiera en su lugar.

Sépanlo de una vez: después de observar la reconstrucción de nariz de la mujer afgana, el doctor Lozano ya no le teme a Julio Nava ni a nadie. No hay crítica que lo detenga. Ni siquiera la de quienes dicen que el senador es un pobre lagarto. No, señor, no es un pobre lagarto: es un lagarto muy especial. Ya quisieran otros reptiles pasar del salto pusilánime como método de locomoción a esta bonita forma de arrastrarse para avanzar de la que ahora hace gala.

Tiene razón. Ministros decentes los de antes: un 'Pincher' Arias, un Andrés Uriel, un Sabas. Incluso Diego Palacio, ese orfebre, ese relojero que desmontó la seguridad social de este país para rehacerla desde el comienzo. No le alcanzó el tiempo y por eso la dejó toda desparramada, cada pieza regada por el piso. Pero quién le manda a esta nación de leguleyos no permitir la reelección eterna del gobierno del doctor Uribe.

Pido al senador que defienda ahora a José Obdulio, cuya integridad física está en riesgo: parece que las autoridades encontraron un plan terrorista para lanzarle otro huevo, esta vez un huevo duro.

Lo que pasa es que los de la bigornia no resisten ver a un pensador de la talla de este Rousseau paisa que cita en latín y ama la música clásica de Ray Conniff y Richard Clayderman, y al que la cultura le brota por cada poro (y al hablar de poros recuerdo a Valencia Cossio: otro gran ministro, no como el de ahora, que ni siquiera es capaz de tener un hermano en la lista Clinton).

Obsesivo por esparcir en los demás la semilla del conocimiento, cuando estaba en Palacio el doctor Gaviria gozaba leyéndole títulos al ex ministro Fernández; títulos de tierras, en su mayoría, que la doctrina clamaba para que fueran asignados a terratenientes millonarios. Eran otros tiempos, como recordaba el senador Lozano: cuando en el gabinete había presidenciables de la talla de un Andrés Fernández, y no aparecidos de los que nadie recuerda el nombre, como Juan Camilo Restrepo.

Amigos: es un irrespeto que haya personas interesadas en desprestigiar al uribismo. El uribismo, sépanlo bien, sabe desprestigiarse solo. No necesita de la ayuda de nadie.

Por eso, ofrezco toda mi solidaridad a José Obdulio Gaviria y otras víctimas indefensas. Clamemos por una reparación para el general Rito Alejo. Oremos para que a César Mauricio le den el cilicio por cárcel. Exijamos al Icbf que proteja a Pachito. Aboguemos unidos para que no asedien al pobre doctor Uribe: que no le 'chucen' el teléfono, que no monten un complot en su contra en un garaje, que no lo obliguen a salir del país. Y leamos todos la obra de José Obdulio, cuyas memorias sobre el gabinete de Uribe serán llevadas al cine por Víctor Gaviria e interpretadas por los mismos actores de La sociedad del semáforo. Si alguno falla, puede reemplazarlo Juan Lozano, que esta semana demostró una gran habilidad para aprenderse libretos y decirlos de memoria.

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