OpiNión
Mi verdad
Mi vida cambió con mi secuestro y la libertad es, desde entonces, mi lucha diaria. Sea Venezuela y la dictadura, el ciudadano y su seguridad, el periodista y su opinión, o Colombia y su democracia. Seguiré en esa lucha sin contemplación, con entrega y asumiendo los riesgos que se vienen con esa tarea.
Sé que nada va a cambiar. Y en un país donde la credibilidad de un asesino, narcotraficante, es amparada y equiparada –por una supuesta justicia transicional– a la de un periodista, víctima de Pablo Escobar y de las Farc, pues poco se puede esperar. Pero el ejercicio hay que hacerlo, quizás más por los hijos, como me dijo una amiga, y por eso escribo estas palabras.
Lo primero, es que nada de lo que dijo Mancuso es nuevo. Incluso confunde temas y fechas. Pero, esencialmente, dijo lo mismo que en 2007 y que ha sido investigado durante 16 años por la Justicia colombiana, sin esta poder obtener un ápice de evidencia que confirme lo dicho por este criminal condenado. Es más, cuando los hechos iban a prescribir, un beneficio legal al que tenía derecho, renuncié a la prescripción para darle a la Fiscalía dos años más para investigar, que es lo que la ley permite. Eso fue hace 13 años. Finalmente, el que nada debe, nada teme.
En el proceso conté todos los detalles de mis dos encuentros con Carlos Castaño, como periodista y activista de derechos humanos. Es más, de la primera de estas reuniones, el señor Mancuso, quien me recogió en el aeropuerto de Montería y, por lo tanto, no estaba imputado/acusado de ningún delito, salió la visita a El Tiempo a reunirse con la unidad de paz que se conformó años antes, precisamente para explicar mejor toda la violencia que vivía Colombia en esos momentos y que tenía acceso a todos los grupos armados ilegales de entonces. Otty Patiño, Carlos Franco, Álvaro Jiménez, entre otros, nos asesoraban en esa unidad para entender y explicar mejor esa violencia.
Conté también cómo en las marchas contra el secuestro de finales de 1996, en la de Valledupar, teníamos al sobrino de Simón Trinidad, líder de las Farc, listo para hablar en tarima sobre el secuestro de su madre por parte de Carlos Castaño y exigir su liberación. Al final, la familia lo impidió por ser él un menor y para no aumentar el riesgo de la familia.
Al finalizar la marcha en Valledupar y ante la petición de innumerables víctimas en la plaza a donde habíamos llegado después, busqué al líder del grupo paramilitar que allí actuaba. Mi sorpresa fue inmensa, pues estaba liderado por Mancuso, a quien le pregunté con nombre y apellido por esas personas que habían secuestrado. La mayoría los habían desaparecido, pero a las familias les pude dar por lo menos esa triste razón. Desde que creamos con mi esposa País Libre, la fundación apoyó a las víctimas de secuestro y a sus familias sin importar quién era el victimario. Nuestra labor humanitaria, la libertad, nunca tuvo color político.
Ante la falta de pruebas, el proceso se cerró en 2008 y se dictó un auto inhibitorio. Pero como me lo dijo el mismo fiscal general de entonces, se tuvo que reabrir por la presión de las organizaciones de derechos humanos en 2009. Después de este hecho arbitrario fue que con mi abogado decidimos renunciar a la prescripción, para que no quedara duda de mi compromiso con la justicia y la verdad. Qué ingenuo.
No interesa ni siquiera hacer la mínima investigación sobre el bloque Capital y su fundación, que se dio en 2001, cuatro años después de la reunión con Castaño. Tampoco que quien lo fundó fue Miguel Arroyave, líder paramilitar de los Llanos, y que se había creado para controlar el negocio de la droga y otros negocios ilícitos en Bogotá. Es más, hay procesos en los que se preguntó a los verdaderos miembros sobre este tema y claramente desmienten a quien desapareció campesinos, asesinó inocentes y fue extraditado por ser narcotraficante. No, ahora es un honesto ciudadano al que hay que creerle.
Y viene, por pura “coincidencia”, la versión libre de la JEP, sin contrapreguntas, frente a un auditorio de periodistas que ciertamente no habían hecho la tarea de investigar al personaje, su historia y sus denuncias. Parecen tanto la JEP como los periodistas igual de informados sobre un delincuente de esta magnitud. ¿Poner en la picota pública sin derecho a réplica a una persona, cualesquiera que él o ella sean, forma parte de esta justicia restaurativa, o es otro tipo de victimización? Lo cierto es que la JEP no tiene el mismo rasero con los distintos victimarios y con las víctimas de los distintos grupos.
Por eso, de manera pública, le pido a la Fiscalía General de la Nación y al fiscal general, Francisco Barbosa, que por favor levante la reserva del sumario de mi expediente y se la mande a la JEP para que vean que este delincuente no es serio y los está engañando. Así no sirva de nada, no importa.
Sé que nada va a cambiar con este escrito. Así puedan leer hasta la última palabra del expediente, las bodegas de Petro y la izquierda que lo sigue no van a cambiar de opinión. Solo les interesa su verdad, su paz y sus víctimas. Solo creen en su justicia, de ahí la salida de madre del presidente con Barbosa, quien no se pliega a sus peticiones, y lo que no esté en sus creencias o en su narrativa pues no existe y se elimina. Así la evidencia muestre lo contrario.
Por eso titulé este escrito ‘Mi verdad’. Pensando en mis nietos, para que entiendan lo que hoy vivimos. Cada cual tiene su verdad, pero esta es la mía, debidamente respaldada con mis declaraciones ante la Fiscalía. No tengo nada que ocultar ni nada que temer. Mi vida cambió con mi secuestro y la libertad es, desde entonces, mi lucha diaria. Sea Venezuela y la dictadura, el ciudadano y su seguridad, el periodista y su opinión, o Colombia y su democracia. Seguiré en esa lucha sin contemplación, con entrega y asumiendo los riesgos que se vienen con esa tarea. Por eso escribo esta columna y me acerco al fuego del abuso de poder, la injusticia y la intolerancia con total tranquilidad. No tengo rabo de paja.