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Opinión

Mientras haya impunidad, no habrá paz

“La impunidad es paz para hoy, pero es guerra para mañana”: Cayetana Álvarez.

David René Moreno Moreno
6 de noviembre de 2024

La ausencia de autoridad, las restricciones para ejercerla, el mal ejemplo desde los más altos niveles del poder y la impunidad ante el delito, han generado vacíos en la soberanía del Estado, situaciones anómalas que han sido aprovechadas por diferentes grupos delincuenciales para imponer su voluntad por el uso de la fuerza, generando esclavismo, inseguridad, caos y anarquía, lo cual se traduce en inestabilidad política, social y económica, siendo más afectadas por ello las personas de escasos recursos.

Mientras persista el desacierto de los gestores de paz, iniciativa gubernamental que propicia la impunidad ante el delito, se está motivando el desconocimiento, la burla y el desafío a la autoridad, como sucede en poblaciones en que personas instrumentalizadas por bandidos secuestran a la autoridad militar o policial exigiendo su retiro, o simplemente este desacierto envalentona a muchos anarquistas que ven en la autoridad legítima a su enemigo, lo cual lleva a pensar que mientras haya impunidad, no habrá paz.

Visto desde varios ángulos, las actividades ilícitas son un ‘negocio rentable’, porque el tener un prontuario favorece el otorgamiento de subsidios del Gobierno, permite que se inmovilicen los procesos en su contra y facilita volver a sus andanzas criminales, como se ha visto con varios personajes que regresan nuevamente al monte a delinquir y para continuar con la deforestación por la siembra de coca e incrementar la producción de cocaína para inundar al mundo de esta y otras drogas asesinas.

Tampoco habrá paz mientras en el discurso político zurdo se siga impulsando el odio visceral contra quienes poseen bienes o generan empleo; tampoco habrá paz mientras se emplee la mentira y el engaño para ganar votos, o mientras la corrupción se pavonee oronda por los pasillos del poder. La paz seguirá siendo esquiva frente a la erosión de las bases morales de la sociedad por la compra de conciencias con subsidios o cuando se crean resentimientos por diferencia de razas, credos o capacidad económica.

La paz no se logra reformando la justicia en beneficio de los delincuentes, como es el caso de la propuesta de reducción de penas a los asesinos y violadores de niños, así como tampoco cuando se otorgan favorecimientos a comunidades que no trabajan, sino que desangran las arcas del Estado esgrimiendo derechos ancestrales. No se puede combatir la pobreza patrocinando zánganos, destruyendo la economía, acorralando a los empresarios y empobreciendo a la clase trabajadora.

La paz seguirá siendo escurridiza mientras se engañe al pueblo con falsas promesas, mientras se manipule el lenguaje para crear ilusiones, así como promoviendo la lucha de clases o siendo benevolentes con los delincuentes, el terrorismo, el secuestro de la autoridad, el asesinato de soldados, policías y civiles o beneficiando a minorías solo por capturar sus votos, así como cuando se observa el retroceso del país por la mala gestión de gobierno o cuando se persigue a quienes denuncian la corrupción.

Es increíble que el Gobierno critique a quienes cultivan la caña de azúcar o los aguacates, actividades agrícolas que generan miles de empleos y producen alimentos, mientras de otra parte no hay avances para frenar el cultivo de coca o para combatir a los grupos ilegales que le han declarado la guerra al Estado para mantener los corredores de movilidad que les permitan sacar la droga y entrar las armas con las cuales instrumentalizan a la población; esto genera crisis e impide la paz.

El país tiene que cambiar su actual dirección socialista para que se proteja la democracia y las libertades, lo cual sólo se logrará con la unión de todos los colombianos bajo una sola bandera que promueva progreso, desarrollo, prosperidad, empleo, salud y educación. Somos los dueños de nuestro propio destino.