Opinión
Milei, los Panamericanos y la hija de Petro
Ya quisiéramos en Bogotá –y ni hablar en Cali– encadenar una serie de buenos alcaldes que den continuidad a las políticas sociales y a los proyectos ambiciosos.
Es el mundo que le apasiona a la extrema izquierda. Predican una cosa y hacen justo lo contrario. Y se permiten criticar con dureza a los empresarios.
Lo del expresidente de Argentina es el ejemplo fehaciente de un sistema estatista y cleptómano podrido. El mandatario que dejó su país en la quiebra, con una inflación que supera el 140 por ciento y que le fascina criticar al capitalismo, pasó la Nochevieja enuno de los restaurantes más costosos de Madrid, con su esposa y su hijo. Cada persona debía pagar 1.000 euros (4 millones de pesos) por cubierto si pedía vino y en la foto que difundieron se veían varias copas.
Y, como es costumbre en ese espectro ideológico, mintieron sin pudor alguno para tratar de encubrir el abuso. Su vocera alegó que era el único sitio de la capital española en donde servían una cena en tan señalada fecha. Obvio que existen cientos de lugares para comer esa noche, empezando por alguno en su propia ciudad, Buenos Aires, pagando en pesos argentinos y no en la moneda europea. En suma, siendo coherente con sus supuestos ideales.
Entretanto, el ganador de las pasadas elecciones, al que Gustavo Petro no quiso felicitar, viajaba en clase turista, pagado con su dinero, para pasar el fin de semana con una amiga.
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Nuestro jefe de Estado, sin embargo, y pese a todo lo que proclama, utilizó el avión presidencial para visitar a su hijo en Barranquilla, urgido de taparle la boca para que no destapara más alcantarillas de las que dejó abiertas en su entrevista en SEMANA.
Es aún prematuro para saber cómo le irá a Milei, un político extravagante, que mezcla tics populistas con propuestas realistas y verdades incontestables que, además, carece de suficientes apoyos parlamentarios. Pero costearse sus viajes particulares y reducir los ministerios de 22 a ocho, ya es para subirle a un pedestal. Con que no robe como la ladrona de Cristina Kirchner, ya sería ganancia para el país que el peronismo ha triturado.
De vuelta a casa, 2024 arranca igual que se fue. Con una polémica sobre los Juegos Panamericanos que parece sacada de una mala serie política. Todavía no sabemos si se trató de la habitual ineptitud de un Ejecutivo que es un pésimo ejecutor e inepto gestor, o de una venganza más contra los Char.
Podría parecer una hipótesis aventurada esta última si Petro no hubiese dado papaya. No hay que olvidar que desde el inicio quiso dejar constancia de que no todos los gobernadores y alcaldes son iguales. Que él apoyará más a los que considere uno de su tribu.
Tampoco es que los Juegos vayan a ser la panacea si no hay un compromiso de todos los partidos por aprovecharlos al máximo. Requiere de un compromiso de Estado para fomentar el deporte entre los jóvenes, la razón última para desembolsar una cifra considerable en construir instalaciones deportivas y adecuar las existentes.
No dejen de lado el problema que tienen hoy en día los Juegos Olímpicos con la caída de las audiencias televisivas y la falta de interés de la juventud. El canal NBC de Estados Unidos pasó de unos 30 millones de espectadores diarios en 2016, en las Olimpiadas de Río de Janeiro, a unos 16 millones en las últimas de Tokio. El propio Sebastian Coe, gloria británica de la media distancia, lo ha reconocido. Señala que deben buscar nuevas maneras de ganarse la atención de ese segmento de la población.
De ahí que en París debutará el breakdance, una aberración para quienes adoramos el olimpismo tradicional, y en Tokio comenzó el skateboarding. Pero todo es aceptable si supone que conquistan a las nuevas generaciones que les están dando la espalda a los deportes clásicos.
Por tanto, aparte de la pelea política por quién tuvo la culpa de no desembolsar los famosos 4 millones de dólares, volver a conseguir su organización solo tendrá sentido si le dan un significado más allá de la lógica promoción de Barranquilla, una ciudad que se ha ganado a pulso ser anfitriona de grandes eventos.
Ya quisiéramos en Bogotá –y ni hablar en Cali– encadenar una serie de buenos alcaldes que den continuidad a las políticas sociales y a los proyectos ambiciosos. Que piensen en grande, con mentalidad más empresarial que política y burocrática, que no vean la alcaldía como la plataforma ideal para conquistar la Casa de Nariño. Seguro que muchos firmarían por tener algo similar a Barranquilla, así tenga falencias.
Tampoco nos iría mal un vuelco en materia de seguridad. Terminamos el año con un aterrador número de masacres y asesinatos por obra de las bandas criminales, que campan a sus anchas en buena parte del país.
Fue una vergüenza que las Farc-EP se permitieran hacer proselitismo regalando juguetes a los niños de las zonas bajo su control. Y que el ICBF, en lugar de elevar su voz de protesta y exigir acciones contundentes al ministro de Defensa, corriera a anunciar, en tono indignado, que presentará una demanda contra Marbelle por una fotito y un mensaje de mal gusto sobre la hija de Petro.
Habría que pedirle al presidente, ahora que arranca el año, que no utilice políticamente a su hija. No queda bien, máxime cuando se trata de una menor de edad. Y si insiste en usarla, que asuma las consecuencias. Punto.