OpiNión
Ministra de Minas y lapiceros
A Petro se le quemó el fusible de su transición energética. Puede seguir defendiendo a toda costa a la ministra, pero pierde él y ganan sus enemigos.
He estado tratando de encontrar argumentos para defender a la ministra Irene Vélez. ¿Se estará cometiendo una injusticia con todas las críticas y burlas que han llevado al decrecimiento de la credibilidad de la ministra? ¿Los ciudadanos y periodistas sí tienen 10.000 billones de razones para mofarse de ella? Analicemos los distintos criterios posibles. Petro nombró a un experimentado ministro de Hacienda y, por ende, debió nombrar a una experimentada ministra de Minas.
El argumento no se sostiene porque en el gabinete, al lado de veteranos, hay novatos y personajes de media panela. Otro análisis sería que todos los ministros de Minas fueron antes viceministros de ese ramo (Federico Renjifo) o presidentes de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (Germán Arce) o miembros de la junta de Ecopetrol (Mauricio Cárdenas) o gerentes del Instituto Colombiano de Energía Eléctrica (Carlos Rodado) o presidentes de Exxon Mobil y Cerrejón (Hernán Martínez Torres) o integrantes de las juntas de Ecopetrol, Isagen y Ecogas (Luis Ernesto Mejía).
El análisis se derrumba porque el actual canciller, Álvaro Leyva Durán, fue ministro de Minas nombrado en 1984 por Belisario Betancur, sin tener Leyva experiencia en la materia, como tampoco la tenía su sucesor, Iván Duque Escobar, padre del expresidente. Habiendo habido ministros sin experiencia como ella, ¿qué es realmente lo que tiene en el ojo del huracán a Irene Vélez? Pánico escénico, dice Gustavo Bolívar. Sin duda. No había estado en ningún Gobierno. Con o sin pánico escénico, la ministra no sabe nada del cargo en que fue nombrada. Y haber aceptado en esas circunstancias demuestra falta de seriedad. La comparación con las otras dos ministras coetáneas deja mal parada a Irene Vélez, que tiene 40 años. Carolina Corcho (39) y Susana Muhamad (45) hablan con soltura sobre temas de salud y de ambiente. Más allá de ese factor cierto y de las salidas en falso que la lanzaron al estrellato, Irene Vélez está pagando las consecuencias de una política de Petro que no convence a mucha gente, la despetrolización de la economía. O que convence como teoría, como ideal o aspiración.
El decrecimiento económico no se lo inventó el profesor que Petro leyó en la Universidad de Lovaina. Hace 50 años el Club de Roma lanzó el famoso estudio Los límites del crecimiento, que sostenía que el planeta no podía crecer indefinidamente por la explosión demográfica y la explotación de los recursos y la contaminación. Era una comprobación obvia. Pero en 1972 no se vislumbraban nuevas formas de crecimiento económico que no son nocivas, como la explosión tecnológica que hoy comunica todo el mundo, el internet, los teléfonos inteligentes, el WhatsApp, el teletrabajo.
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En 1972 Bill Gates y Steve Jobs, los cerebros de Microsoft y Apple, tenían 17 años. IBM, la compañía líder en computación, hoy es un protagonista menor. Esta explosión tecnológica generó crecimiento económico astronómico derivado del conocimiento, no de agotar los recursos naturales. Colombia como productor principal de cocaína es reconocido como país protagonista en cuanto al narcotráfico. Pese a ello no ha podido incidir en el cambio de las políticas internacionales sobre la materia. ¿Quién va a escuchar a una ministra que pide decrecimiento económico a los países industrializados?
Ningún país que dependa en un 40 o 50 por ciento del petróleo para sus divisas lo ha abandonado con éxito para reemplazarlo por energías limpias. Es cierto que las compañías petroleras negaron el cambio climático y mintieron a sabiendas sobre su existencia. Es cierto que no quisieron por mucho tiempo invertir en fuentes alternas como energía solar y eólica. A Petro se le quemó el fusible de su transición energética. Puede seguir defendiendo a toda costa a la ministra, pero pierde él y ganan sus enemigos. Para asegurar la reforma tributaria, pactó una alianza impresentable pero pragmática con varios partidos a los cuales pertenecieron los políticos que él denunció por compra de votos, corrupción y parapolítica. Pero no es pragmático en cuanto al petróleo. Quiere lanzar al país a una utopía energética irrealizable por ahora.
La despetrización de Colombia ocurrirá el 7 de agosto de 2026 y la despetrolización, cuando se impongan las tecnologías que sustituyan el oro negro, no solo aquí, sino en todo el mundo. Hay un motivo para defender a Irene Vélez-Torres, Ph. D., no la ministra, sino la profesora de la Escuela de los Recursos Naturales y del Ambiente (Eidenar) en la Universidad del Valle. Ella y otros ambientalistas publicaron este año un estudio científico de cómo el mercurio afecta a los pobladores de La Toma y Yolombó en el departamento del Cauca. Vélez-Torres no se equivoca en ese estudio ni lanza cifras locas. Es lo que ella sabe hacer.