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No hay que bajar la guardia

La movilización política y social en Colombia sigue dando sorpresas este 2018: tres elecciones que sirvieron para revelar el notable crecimiento de las fuerzas alternativas, la consulta anticorrupción que sorprendió a propios y extraños y , el pasado 10 de octubre, la masiva movilización estudiantil.

Javier Gómez, Javier Gómez
15 de octubre de 2018

Describir esta realidad revela, sin equívoco alguno, que el país está cambiando. Ya no es un cuento y tampoco es producto de análisis motivados por las emociones. La respuesta es clara y directa: los colombianos le quieren apostar a un cambio; es una idea que se viene madurando en muchos sectores de la población, concretamente en las clases medias y los estratos bajos. Hay un malestar generalizado producto de la ineficacia e inoperancia de las instituciones que pierden terreno frente a la desbordada corrupción.

La vida política colombiana sigue bajo el cerrojo y sofocante control del poder secular de los políticos tradicionales que no quieren ceder un ápice. La educación pública la pretenden sostener con míseros centavos y condicionarle su inversión; mientras a los ricos les rebajarán los impuestos. Desde todos los flancos buscan restringir la democracia, asfixiarla. Ahora surgió la malintencionada idea de alargarle el periodo a alcaldes y gobernadores y, al mismo tiempo, cortarle las alas a las consultas populares. Es tal el abuso del sofocante control que se inventan riesgos donde no los hay (satanizar la protesta social) para fortalecer los mecanismos de defensa e incrementar la capacidad represiva de los estamentos militares y de Policía.  

Impedir que el país se movilice y las renovadoras fuerzas políticas avancen es una estrategia en constante movimiento. Por ello no debemos bajar la guardia. El asunto es imperativo: hay que consolidar la paz para garantizar una participación democrática amplia y pluralista y garantizar la verdad como mecanismo de reconciliación.   

Sabotear la verdad para preservar a la sacrosanta élite nacional es una causa superior. Por eso el notable hostigamiento contra la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz). Ver y escuchar a exoficiales del Ejército comparecer ante esta institución, asumir responsabilidad y pidiendo perdón a las víctimas tiene un enorme valor que encarna la virtud de develar cómo los llamados falsos positivos, al parecer, obedecían a una política de Estado.

La opacidad como método de ocultamiento es como se ha concebido el poder en Colombia durante siglos y ese manual hizo crisis. Todo esto resume el orden político y la ambición de una casta aferrada al poder que no ha hecho otra cosa que falsificarnos la democracia. Durante décadas promovieron la codicia y después infectaron la política.       

Ese es el perverso esquema que hay que neutralizar, y se puede lograr si el país que votó la consulta y los jóvenes de hoy y mañana mantienen el ímpetu de cambio que reclama la nación. Es hora de hacer a un lado a esa vieja política que no ahorrará esfuerzos para detener la renovación. No hay que bajar la guardia.

@jairotevi

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