OPINIÓN

Alan García muerto y la siniestra Odebrecht tan campante

Alan García, una víctima más de Odebrecht, fue un líder que corrigió valientemente los errores de su primer mandato y no se refugió luego en la traición a sus colaboradores.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
18 de abril de 2019

Conmocionó al Perú, a América Latina y al mundo el suicidio de Alán García cuando un grupo de la fiscalía peruana se aprestaba a arrestarlo en su residencia por acusaciones de soborno por parte de la trasnacional brasilera Odebrecht, cuyos tentáculos han penetrado en varios países latinoamericanos. También en nuestro país.

La poderosa y omnipotente Odebrecht ha hundido a muchos gobiernos y ha fomentado la corrupción en el continente, el mayor flagelo en todos nuestros estados y la razón de la decepción generalizada frente a la justicia y a los partidos políticos.

En los organismos regionales se adoptan resoluciones de todo tipo, pero se guarda discreto silencio sobre la siniestra empresa que sigue teniendo negocios en todo el continente desde los Estados Unidos hasta Tierra del Fuego. Es significativo que los últimos cinco presidentes del Perú hayan caído en desgracia por estar involucrados en corrupción por cuenta de Odebrecht. Sin contar con lo que ha pasado en otros países, incluyendo a Colombia.  

Sin embargo, no existe, que se sepa, una decisión conjunta de excluir para siempre a la multinacional brasilera de las licitaciones que se adelantan en diferentes países del continente, en los que algunos gobiernos con una actitud farisaica censuran la corrupción, pero por debajo de cuerda la han fomentado.  

Un juez peruano había solicitado a las autoridades migratorias que se le impidiera al expresidente salir del país, por estar involucrado en una investigación por un supuesto pago de sobornos por la empresa, para la construcción del metro de Lima. Cuando el gobierno uruguayo no le concedió asilo, comenzó para Alán García el epílogo de su tragedia.

Colombia estuvo involucrada en dos ocasiones en el asilo de líderes peruanos, precisamente del APRA, el partido de Alan García. Una de ellas fue en el conocido caso de Víctor Raúl Haya de la Torre en 1949, que generó un dilatado proceso ante la Corte Internacional de Justicia. Después de muchas incidencias, Haya de la Torre salió de la embajada de Colombia en Lima y se radicó en México.

Años después, en 1992, el mismo Alan García se asiló en la embajada de Colombia en Lima alegando que era objeto de persecución política por el gobierno de Alberto Fujimori. Nuestro país le concedió el asilo. Finalmente, el gobierno peruano le otorgó el salvoconducto para salir del país y García se radicó en Francia hasta el año 2001 en el que prescribió el delito, que era también el de enriquecimiento ilícito durante su primer mandato.

Alán García fue un líder seguidor de su mentor Víctor Raúl Haya de la Torre. Fue un buen amigo de Colombia. Con él gestamos importantes iniciativas a nivel regional, desde la constitución del Grupo de Río, hasta la de la Alianza para el Pacífico, a la que se incorporó Colombia, a pesar de que nuestro país tradicionalmente llegaba solamente hasta la cordillera occidental, ya que la costa pacífica parecía no ser parte del territorio nacional: al fin y al cabo, había sido “territorio de misiones” encomendado a misiones católicas para “evangelizar salvajes” al mejor estilo del Congo.

 (*) Profesor de la facultad de relaciones internacionales de la universidad del Rosario

 

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